lunes, 14 de diciembre de 2015

EL PEOR CONSEJERO

Escuchad el consejo del que mucho sabe;
pero sobre todo escuchad el consejo de quien mucho os ama.
                                                                                                   Arturo Graf



Mirando yo por entre la celosía de la ventana de mi casa, vi al peor de los consejeros: el corazón humano. Éste es escuchado frecuentemente. Recomendado a menudo. Una y otra vez se nos dice: -escucha a tu corazón-. 
Y ¡eh avemaría! lo escuchamos.

Por escuchar nuestro propio corazón nos llegamos a involucrar con la persona equivocada. 
Nos llegamos a endeudar hasta el alma. 
Cometimos errores vergonzosos, tanto, que ni los mencionamos. 
Por escuchar a nuestro corazón herimos seres amados, abandonamos buenos amigos, nos extraviamos del camino. 
Por escuchar el corazón humano nos peleamos irracionalmente, pervertimos los placeres divinos, nos embriagamos de avaricias, abortamos sueños y nos extinguimos la vida, cada quien a su manera.

A decir verdad, la Biblia hace un diagnóstico del corazón humano muy preocupante. 
Esta es una parte del diagnóstico:

  ...desde su juventud las intenciones del corazón del hombre son malas (Gén. 8.21).
  El corazón es engañoso y perverso, más que todas las cosas… (Jer. 17.9).
Porque del corazón salen los malos deseos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los robos, los falsos testimonios, las blasfemias (Mt. 5.19).
 ...en su corazón sólo hay perversidad, y todo el tiempo anda pensando en el mal (Prov. 6.14).
  No hay nadie que pueda afirmar que su corazón está limpio de pecado (Prov. 20.9).

Con éste diagnóstico en mente, respondamos con sinceridad estas preguntas: 
¿cómo se nos ha ocurrido confiar en él? 
¿Cómo se nos ha ocurrido escucharlo? 
Inspirado por el Espíritu Santo el proverbista dijo, -Es de necios confiar en el propio corazón;...- (Prov. 28.26).

Muchos nos agotamos de vivir sin vida. De amar sin amor. Pusilánimes en las ganas de nada, en las derrotas vestidas de triunfos, en el vacío del corazón, sin norte de felicidad ni sentidos en la existencia. 
Necesitamos escuchar un consejo. 
Precisamos de alguien que nos diga cómo salir de nuestros propios laberintos y abrirnos al milagro de Jesús para llenar de belleza y dicha el privilegio de existir.

Siempre necesitamos de buenos consejos y de extraordinarios consejeros. La Biblia dice, -...en la multitud de consejeros hay seguridad- (Prov. 11.14).
Todo buen consejero se distingue por estas dos riquezas en sus expresiones: amor en la actitud y verdad en el contenido. Por eso, quien mejor aconseja es quien más te ama y, quien más te ama no te ocultará la verdad.

Muchas personas te aman, y quien más te ama de entre todas ellas es Dios. Todo el consejo divino es bueno, agradable y perfecto. Isaías dijo, -...Señor… tus consejos siempre han sido verdaderos y firmes- (Is. 25.1). Escucha consejos, busca buenos consejeros; pero sobre todos ellos escucha a Dios a través de las Escrituras. Ellas te guiarán a toda verdad, consuelo y paz.

Jamás olvide esto: El necio piensa que va por buen camino, pero el sabio presta atención al consejo (Prov. 12.15).
Por favor, no escuche tu corazón –no es buen consejero-; más bien, que sea tu corazón quien escuche los buenos consejos.



©2015 Ed. Ramírez Suaza

lunes, 12 de octubre de 2015

Los 50 cm Más Largos



Y yo oro no porque o cuando tengo necesidad de algo, sino
únicamente porque... necesito orar. O sea, necesito amar y sentirme amado.
A. Pronzato


Mirando yo por entre la celosía de la ventana de mi casa, vi los 50 centímetros más largos del siglo XXI. No sé cómo lo logramos: acercamos a quienes están lejos con todas las tecnologías de comunicación; paradójicamente también, alejamos con las mismas tecnologías a quienes están cerca. ¡Qué ironía!

Más irónico aún que los 50 centímetros de distancia habidos para poner nuestras rodillas sobre el suelo, se nos hayan hecho millas y nuestra comunión más preciada termina siendo la más relegada entre los escombros arrumados en los sótanos del corazón humano, entre los chécheres arrinconados de la existencia. Lamentando más aún, que sea una realidad en un número significativo de cristianos.

Dios se nos acercó, y muchos nos distanciamos. ¡Qué ironía!
El hermoso y poderoso acto de poner nuestras rodillas sobre el suelo en el momento de hacer oración, precisa de un regreso a nuestros hábitos más tenidos en cuenta.
Sé que para orar, la posición corporal no es lo más relevante, aunque las Escrituras sí nos dejan intuir que algunas son más apropiadas. Por ejemplo, orar de pie -con un lenguaje corporal de reverencia- o de rodillas, con las manos alzadas, arrojados boca abajo en el piso, sentados en las sillas de un templo, entre otras. Oramos de rodillas, si la condición física lo permite, porque consideramos que esta postura es la que mejor expresa humildad, reverencia y sumisión con que debemos acercamos al Dios santo y soberano.[1] Porque así nos dieron ejemplo Jesús, san Pablo y otros santos de Dios en la historia de salvación.

Los 50 centímetros de distancia para poner nuestras rodillas sobre el suelo, deben ser para nosotros la distancia más corta, el “peregrinaje” más sublime, el momento más placentero, el privilegio más hermoso, la prioridad más libre y liberadora.
Cuando oramos de verdad, las palabras nuestras deben ser pocas y nuestros oídos muchos. Porque la oración es oración cuando al fin puedo escuchar la dulce voz de Dios y embelesar la mía en la Suya. Bien dijo E. M. Bounds: “La meta de la oración es ser el oído de Dios”.[2]

No crea que orar consiste en hablar mucho, Jesús dijo, Y al orar, no hablen sólo por hablar como hacen los gentiles, porque ellos se imaginan que serán escuchados por sus muchas palabras (Mateo 6.7 NVI); que sean pocas tus palabras como lo recomienda el sabio Predicador de Israel: No permitas que tu boca ni tu corazón se apresuren a decir nada delante de Dios, porque Dios está en el cielo y tú estás en la tierra. Por lo tanto, habla lo menos que puedas,... (Eclesiastés 5.2 RVC).

Cuando ore, y por favor ore, arroja tus rodillas 50 centímetros hacia el piso, que sea más la sinceridad que la habladuría, más el silencio que la bulla y permítase envolver su vida en el amor, la voluntad, la maravilla, el placer y lo sorprendente de la presencia de Dios. Y cuando esto ocurra, Dios hará que desde nuestros más profundos afectos, sinceridades y anhelos irrumpa oración, porque “El Espíritu de Dios ora en nosotros. Éste es el más santo consuelo de nuestra oración.”[3]

Logramos distanciar lo cercano, un logro que nos derrota la vida. Pero Dios logró acercar a los que estamos lejos, muy lejos. En la cruz de Cristo quedamos a la distancia de 50 centímetros, si es que no es más cerca. 

Dios derrotó el abismo que nos distanció de Él, derrotemos 50 cm que nos distancian de él.
Acérquense a Dios, y él se acercará a ustedes.
Santiago 4.8


©2015 Ed. Ramírez Suaza




[1] José M. Martínez & Pablo Martínez Vila. Abba, Padre, teología y psicología de la oración. (Barcelona: CLIE, 1990): 107
[2] E. M. Bounds, Purpose in Prayer (Chicago: Moody, s.f.): 53,54.
[3] K. Rahner. De la necesidad y don de la oración. (Bilbao: Mensajero. 2004): 38

miércoles, 19 de agosto de 2015

Espejos Del Alma


El ser humano no sabe quién es, hasta encontrarse en la mirada de Dios.


Mirando yo por entre la celosía de la ventana de mi casa, vi personas mirándose a los espejos que recicla en el mundo. Los veo con carretas de madera y ganas de vida, recogiendo cristales en donde pueda apreciarse y sentirse aprobado por la sociedad, la familia, la religión, los egos, entre otros. Así la vida nos hace recolectores de estereotipos, ideas ajenas -muchas de ellas inútiles-, modas pendejas, complacencias a otros a cambio de aceptaciones, falsos afectos -quizá otros no-, des-orientaciones de identidad y un sin número más de categorías con las que fabrican un mosaico de espejos y se ven tan fragmentados en él, que se pierden a sí mismos en una existencia sin sentido, sin norte, sin Dios, sin ellos mismos.

En la Biblia, se nos narra el retrato de un hombre a quien la vida se le convirtió en un laberinto de espejos. Su nombre es Jacob, su historia aparece en Génesis capítulo 25.19 hasta el capítulo 35.[1] Al nacer, sus padres lo llamaron Jacob, que significa usurpador, no en vano: Jacob le arrebata a su hermano Esaú la primogenitura y luego la bendición, esta última con unas trampas y mentiras sin precedentes alguno en complicidad con su madre. Su hermano Esaú se indigna hasta querer matarlo, entonces Jacob se ve obligado a huir a tierras de Jarán, donde habita su tío. Este tiene dos hijas, y Jacob ama la menor y la pide en casamiento, pero su suegro lo engaña dándole por esposa a su hija mayor a cambio de siete años de servidumbre. Obligado por su amor y lo tramposo de su suegro, trabaja otros siete años para poder casarse también con la mujer que realmente ama, sin descansar hasta lograrlo. Pero Jacob, de alguna manera también engaña a su suegro, quedándose con muchas riquezas de él, haciendo trucos para que el ganado criara a su conveniencia. Y el relato bíblico afirma que le salió bien el truco. Jacob no sabe quién es, se está definiendo así mismo en un espejo empañado como un tramposo con éxito.

Este es su laberinto de espejos: su madre lo ve como un usurpador, y lo apoya para que así sea. Su hermano lo ve como un tramposo, mentiroso que le ha arrebatado su primogenitura y su bendición patriarcal. Su suegro lo ve como un engañador que puede ser engañado también, y le da “dos tazas de su propio caldo”. Jacob se ve así mismo perdido en sus retratos, confundido en esos espejos con los que es mirado, estigmatizado. Él ha venido siendo lo que los demás ven en él, ha caminado en este laberinto apoyado en sí  mismo.

Pero un día se encuentra en la mirada de Dios. Los ojos de Dios le resultaron ser el espejo donde necesitaba mirarse y darse cuenta en realidad quién es él. Allí, en los ojos de Dios, se quiebra el mosaico de espejos a través de los cuales ha sido fragmentariamente identificado, y en alta definición, en esa mirada divina, puede identificarse para ser la persona que Dios ve en él. En los ojos de Dios él no se ve como Jacob -usurpador-, se ve como Israel -luchador-. Así, hallado por el Dios que tercamente lo ha buscado, Jacob re-significa su existencia para vivir los designios de Dios.

Sospecho que usted, amig@ lector también necesita mirarse, encontrarse en los ojos de Dios. Ese es el mejor espejo donde el ser humano puede recuperar, re-significar la vida. Igual que Jacob, buscamos nuestros propios escapes, nuestros lugares de huida. Huimos de nuestros pasados, de nuestras familias, de nosotros mismos, de Dios… Y somos interpretados por los espejos fisurados a través de los cuales somos mirados y nos miramos a sí mismos. Pero vivir huyendo no es vivir. Dios nos busca con insistencia, sus ojos son nuestro espejo. Mírate ahí, en la mirada de Dios. Ella, Su mirada, nos humaniza, re-orienta y re-significa el privilegio de vivir.


©2015 Ed. Ramírez Suaza







[1] Este es el fragmento bíblico sobre el que se sustenta la tesis de esta reflexión, mas no agota el contenido bíblico del personaje en cuestión. 

viernes, 31 de julio de 2015

Cómo Viven Los Muertos


No son los muertos los que en dulce calma
la paz disfrutan de la tumba fría;
muertos son los que tienen muerta el alma
y aún viven todavía!
Julio Florez (poeta colombiano)


Mirando yo por entre la celosía de la ventana de mi casa, vi cómo viven los muertos.
No los muertos que ya sepultamos o en su defecto cremamos, sino aquellos que aún viven, que deambulan en los caminos de la existencia con signos vitales pero sin vida. Parece una contradicción, pero no. Ciertamente hay muertos, a causa de sus delitos y pecados, habitando este planeta (Efesios 2.1-3).

Muchos llegamos a experimentar esa muerte en vida; otros aún en esa lamentable realidad, que se caracteriza por ir en dirección de la corriente del mundo, por actuar en conformidad con Satán y por un desenfreno impulsivo en los apetitos de una naturaleza atrofiada por el pecado.
Quizá esta verdad provoque alguna risa suelta en alguien que des-comprende la fe relacionándola con mitos y leyendas religiosas que sólo sirven como “opio al pueblo”. Pero no,  es una lamentable realidad.

Uno se sentiría tentado a pensar que S. Pablo al publicar en la carta a los Efesios el diagnóstico humano, recurre a términos metafóricos, mas no es así; es un dictamen muy literal a una humanidad descompuesta por la fatalidad del pecado, Satán y las corrientes del mundo: ¡están muertos!

Ya un filósofo francés, Foucault, lo había intuido de otro modo, pero la forma en que lo expresa es para prestarle atención especial: “El hombre ha muerto”.[1] Aunque Foucault estaba considerando la posibilidad de un fin para la humanidad, la frase en sí dice algo más profundo, en mi opinión, una realidad que le permite predecir otra mayor: la muerte humana. No comparto la idea del fin para la humanidad que plantea Foucault, pero sí aprecio la verdad que su frase comunica: “El hombre ha muerto”.

Las evidencias reales de ese juicio son innegables: los muertos “viven” en delitos y pecados. Dos palabras que, juntas enfatizan la causa de la fatalidad y lo severas que son en su realidad. Los delitos y pecados, construyen los abismos existenciales que distancian la humanidad de Dios, fuente de toda vida que podamos llamar objetivamente vida.  En la ausencia de Dios, existir equivale a estar muerto: “No tienen vida y se puede ver… están ciegos para la gloria de Jesucristo y sordos a la voz del Espíritu Santo. No tienen amor a Dios ni conciencia sensible de su realidad personal; su espíritu no se eleva hacia él con el clamor “Abba Padre”, ni añoran la comunión con su pueblo. No le responden, son como cadáveres.”[2]

Esa experiencia de muerte puede ser transformada por la Vida, por el dador de vida: Dios. Su amor por esta humanidad, a pesar de, no declina, no renuncia; es extraordinariamente terco, persistente, perseverante: ¡todavía nos ama! Es Su amor lo que le impulsa a seguir vivificando la humanidad, aunque muchos se anclen en la terquedad de seguir en delitos y pecados.

“Escoge pues la vida....” Es la invitación vigente a esta tétrica humanidad. A Ud., a mí.
No fuimos creados para vivir como muertos; Dios nos creó para la vida, vida abundante, vida eterna. Quizá por eso la exhortación: «Despiértate, tú que duermes. Levántate de entre los muertos, y te alumbrará Cristo.» (Efesios 5.14).


No basta con existir; hay que vivir.


©2015 Ed. Ramírez Suaza






[1] Orellana, Rodrigo Castro. 2005. "LA FRASE DE FOUCAULT: "EL HOMBRE HA MUERTO.". (Spanish)." Alpha: Revista De Artes, Letras Y Filosofía no. 21: 225-233.
[2] Stott, John. 1987. La Nueva Humanidad: El Mensaje de Efesios. Ediciones Certeza: EEUU, p.70

lunes, 6 de julio de 2015

Mañanas Paradójicos

Todos tenemos que preocuparnos del futuro porque es allí donde tenemos que pasar el resto de nuestra vida.
Charles Franklin Kettering


Mirando yo por entre la celosía de la ventana de mi casa, vi unos niños jugar al fútbol. La mayoría de ellos emulando las mejores jugadas de aquellos héroes del balón pié: Messi, James Rodríguez, CR7, Falcao, entre otros. Sus sonrisas diáfanas, sus ilusiones honestas, sus ganas inquebrantables, sus persistencias indomables. De repente, ese sagrado espacio es invadido por jóvenes que marchitaron a punta de marihuana, entre otros psicodélicos y la violencia urbana, esos mismos sueños de unos añitos atrás en sus propios corazones. Éstos, con la vida jorobada, ahora se imponen como meta ante aquellos ingenuos de la vida. Obligan a estos pequeños la contemplación de unos ejemplos que no corresponden a ningún ser que podamos llamar humano.


Entonces comprendí que vivimos en un país donde a las personas desde muy temprana edad se les induce al mal. Sí, nuestros hijos son inducidos a las drogas, con el fin de mantener la rentabilidad del narcotráfico (sospecho). Nuestros hijos son inducidos a la adicción tecnológica, con el fin de justificar las ausencias fatales de paternidad/maternidad, viviendo la orfandad más terrible de todos los tiempos. Otros, inducidos a todo tipo de desorientación sexual, engañándoles la vida al hacerles creer que el sexo es amor y que cualquier sexo se vale, así eso represente autodestrucción. Inducidos al alcohol, para robarles dignidad, sobriedad, capacidad, lucidez, inteligencia… felicidad.
¡Ah!... Ni hablar de todos los abusos a los que son sometidos día tras día.


Entonces, ¿qué mañana nos espera? Si la política nacional optó por arrodillarse ante el narcoterrorismo, si la religión parece una vulgar farándula, la moral una bandera rota, la cultura un náufrago, los ideales cenizas, el amor un des-amor y la erótica una vulgarización: ¿qué nos espera mañana? Si la Palabra es silencio y las palabras ruidos sin eco; el derecho una negación, la vida una muerte, la alegría una traba y el placer un tamo que arrebata el viento: ¿qué nos espera mañana?


¿Qué nos espera mañana? ¡Hastío! El ser humano es incapaz, eso espero, de soportar este disparate hiperbólico, y cuando se acerque a la gota que rebosará el vaso tendrá que reaccionar. Nos espera fracaso si nuestros fundamentos de humanidad siguen siendo socavados. Nos espera confusión si seguimos invirtiendo valores, sexualidad, moral, ética, fe… Nos espera ruina si insistimos en exorcizar a Dios de su propia creación.


¿Qué nos espera mañana? ¡Dios! ¡Dios nos espera! Sus brazos no se fatigan de invitarnos a él, a su maravilla, a su sorprendente futuro. El futuro en el que él mismo pondrá cada cosa en su lugar. Ese futuro que le espera a nuestros hijos, a nosotros, lo podemos describir en la sublime palabra “belleza”. Es paradójico, porque mientras la realidad nos permite intuir un mañana caótico, la fe nos permite atisbar la belleza de Dios que restaurará este mundo.
Hoy el mundo está roto, pero será sano.

La sanidad de toda la creación es lo que nos espera mañana.
En esta esperanza vivimos. En dirección a esta esperanza peregrinamos.

©2015 Ed. Ramírez Suaza

miércoles, 10 de junio de 2015

Creo Que Sí Hay Purgatorio

Es más fácil aprender nuevas verdades que des-aprender viejas mentiras.
Dr. David Hormachea



Mirando yo por entre la celosía de la ventana de mi casa, vi que sí hay purgatorio. No me refiero al despiadado invento medieval, lucrativo además, en la que unos cuantos se benefician en nombre de la fe, a cuestas de la ignorancia popular, que además está a disposición de ser manipulada en nombre de Dios y en nombre de difuntos muy amados. 

Un sector católico-romano afirma que las almas en pecado van a padecer en un lugar lleno de tormentos donde pueden purificarse por el fuego, por medio del cual pueden llegar a Dios. Dice el catecismo católico-romano: "Los que mueren en gracia y amistad de Dios pero no perfectamente purificados, sufren después de su muerte una purificación, para obtener la completa hermosura de su alma (Catecismo 1030)". Pero la familia del difunto puede acelerar el proceso de purificación de su muerto con dinero, que un sacerdote católico-romano cobra y así garantizar menos sufrires o en su defecto salvar a la pobre alma en pena de tan inexpresable dolor en un mini-infierno que ellos llaman purgatorio.

En cuanto a este purgatorio católico-romano, uno mi voz a la del Dr. Wright: “...no creo en el purgatorio como un lugar, un tiempo o un estado. En cualquier caso, el purgatorio no es más que una innovación occidental tardía que no encuentra ningún respaldo en la Biblia y sus supuestos fundamentos teológicos están siendo cuestionados en estos momentos ...por importantes teólogos católicos romanos.”[1]

¿En cuál purgatorio creo entonces?
La palabra purgatorio puede entenderse como «fuego limpiador» o «depurador».[2] Pues en este sentido sí creo que haya purgatorio. Dice el respetado teólogo suizo Hans Küng: “El purgatorio del hombre es Dios mismo en el furor de su gracia: la purificación es el encuentro con Dios, en cuanto que tal encuentro juzga y acrisola al hombre, pero también lo libera e ilumina, lo salva y perfecciona.”[3] 

El purgatorio en el que yo creo no es un medio infierno lucrativo a unos cuantos sacerdotes católico-romanos; sino el resultado de un encuentro con Dios aquí y ahora. Dicho encuentro es maravillosamente purificador, redentor, vivificador. 
No es un lugar a donde van las almas luego de la muerte, porque si quien muere parte en Cristo, su muerte no es muerte, como dijo el pastor suizo Karl Barth: el cristiano “...no tiene un más allá, ni necesita tenerlo; Dios es su más allá.”[4] Pero si quien muere parte sin Cristo, su muerte es muerte, y muerte eterna.

El purgatorio en el que creo no es un lugar ni estado luego de la muerte; es experiencia real en vida con Jesús resucitado que purifica cada día la existencia de pecadores como Ud. y yo, a fin de regresarnos, en esa experiencia de Dios, el ser hechos a Su imagen.

¡Bendito fuego divino! (purgatorio), en la que somos acrisolados aquí y ahora para la gloria de Dios. 


©2015 Ed. Ramírez Suaza



[1] N.T. Wright. Sorprendidos Por La Esperanza, p.236
[2] Hans Küng. ¿Vida Eterna?, p. 229
[3] Ibid, p.235
[4] K. Barth, Die Kirchliche Dogmatik (Zollikon, Zurich 1948) III, 2,p. 770s.



lunes, 4 de mayo de 2015

La Suegra Bacana 2

Mirando yo por entre la celosía de la ventana de mi casa, vi la suegra bacana. Toda una dama honorable, digna, virtuosa y temerosa de Dios. Ella sobresale entre muchas por su prudencia, afectos sinceros, palabras sabias, francas y provechosas. Amada por muchos, no tan amada por otros; pero relevantes en toda familia.

La suegra bacana se identifica porque refleja el amor de Dios. Ella posee una iniciativa hermosa: la de imitar a su Creador. También por ser una gran motivadora. Tiene el arte de observar bien, identifica las oportunidades y orienta en direcciones de bendición familiar. Ahora, le sugiero ver la suegra bacana como aquella mujer que aconseja sabiamente.
Cuando leemos Rut 2.22, vemos que Noemí le dice a su nuera: -Es mejor, hija mía,…- Le aconseja lo mejor: “Es mejor”.

Las palabras de las suegras en las vidas y en los hogares de sus hijos son poderosas para destrucción o para edificación. Rut atendió los consejos de Noemí y sí, eran lo mejor para ella. El tipo era rico, caballeroso, temeroso de Dios, honesto, correcto, generoso; no era el más lindo, pero era el mejor partido. Se casó, como le aconsejó su suegra, y pudo disfrutar de una vida mejor al lado de este hombre. Pero vaya sorpresa, Rut compartió de su mejor vida con su suegra, incluyó en sus bendiciones a Noemí. Se casó, pero se llevó a vivir con ella a esa sabia mujer que le aconsejó lo mejor.

Creo que debemos honrar a quienes bien nos aconsejan, especialmente cuando sus consejos nos llevan a éxito. Noemí fue una suegra bacana, pero tenía una bacanería de nuera. Creo que Dios también habla a quienes tenemos suegra, con ellas debemos reflejar la bondad de Dios también.  Debemos compartir con ellas, las bacanas, nuestras bendiciones.

Ud. dirá, -Ed.  pero mi suegra no es bacana-. O podrá decirme como un amigo me dijo en estos días, -¡tengo dos suegras! Y las voy a visitar esta semana- o en su defecto, no tengo suegra. O peor aún: ¡no soy suegra! (eso sí que es grave).
Tengo noticias para ti.

Hay alguien que te ama más de lo que podría amarte una suegra o una nuera, y esa persona es Dios mismo. Aunque las lealtades de Noemí y Rut son lo máximo, no superan la lealtad ni el amor de Dios hacia Ud.

Dios también te motiva. Él es feliz motivando: lo hizo con Noé para que construyera un arca. Motivó a Moisés para que se enfrentara al emperador más poderoso de su época. Motivó a Abraham a que durmiera apasionadamente con su esposita en la ancianidad. Motivó a David a cantar y a bailar. Dios motiva, y lo hace con nosotros a fin de que alcancemos lo mejor que él tiene preparado para Ud., para mí.

Dios también aconseja, él es el mejor consejero. La Biblia, toda la recopilación del consejo divino.

Las suegras bacanas sí existen; pero más bacano es Dios.

©2015 Ed. Ramírez Suaza

jueves, 9 de abril de 2015

LA SUEGRA BACANA


Los que no gozan de suegra, no gozan de cosa buena.
refrán popular




Mirando yo por entre la celosía de la ventana de mi casa, vi la suegra bacana. Alcanzo a intuir que verla no es fácil en una sociedad donde abundan refranes, chistes, proverbios, entre otros, que las desacreditan. Imaginar que exista una bacana, puede resultar hasta gracioso. ¡Pero que las hay: las hay!

Conozco suegras de todos los tamaños y colores, como también hay toda una gama de nueras y yernos; pero no todos los estereotipos alcanzan la medida de una suegra virtuosa. Estoy convencido que la Biblia tiene mucho por hablarnos al respecto, especialmente en el fascinante libro de Rut cap. 3. Allí se desempaca una maravillosa historia en días de aflicción para Rut y su suegra Noemí. Han pasado por hambrunas, por el luto, pues sus maridos fallecieron; ahora se encuentran en absoluta pobreza. Rut es de una región conocida en la Biblia como Moab; su suegra Noemí es de un pueblito muy acogedor llamado Belén. Noemí con el alma y las manos vacías regresa a su tierra en busca de algo bueno que le pueda pasar, y su nuera, terca como una mula, está determinada a no abandonarla. Mira sus palabras: «¡No me pidas que te deje y me aparte de ti! A dondequiera que tú vayas, iré yo; dondequiera que tú vivas, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios. Donde tú mueras, moriré yo, y allí quiero que me sepulten. Que el Señor me castigue, y más aún, si acaso llego a dejarte sola. ¡Sólo la muerte nos podrá separar!» (Rut 1.16, 17).

Están en Belén. El futuro no es claro, su presente es oscuro. Y nos preguntamos: ¿qué tiene Noemí que Rut no le abandona? Nos encontramos entonces con la primera característica de una suegra bacana: refleja el amor de Dios. El amor de Dios es profundo, inmenso, alto, sublime. No es posible abarcar todo el concepto bíblico del amor en este post, pero podemos definirlo de manera sencilla: el amor es la decisión irrevocable de ser para con el otro paciente, bondadoso, noble, humilde, sencillo, correcto, solidario, amable, perdonador, justo, verdadero, fiel, creyente, sufrido, perseverante; nunca deja de ser.

El amor de una suegra bacana siempre desea el bien para los suyos. Rut era una nuera extraordinaria a quien Noemí le deseaba lo mejor. ¡Cómo hace de falta estos amores en las familias colombianas! Qué rico una suegra que desea, se esmera, se esfuerza por el bien de su nuera. Una suegra empeñada al encuentro de ese bien para su nuera. Si somos atentos al texto, Ud. notará que Rut fue una nuera que también veló por el bienestar de su suegra. Fue un amor correspondido de maneras extraordinarias.

La suegra bacana es una gran motivadora: segunda característica.
En el cap. 2 Rut tiene la iniciativa de trabajar, cuenta con la opinión de su suegra y lo hace en los campos de Booz. Ella halló gracia ante los ojos de este hombre y vino a contarle a su suegra lo caballeroso que fue. Noemí ve en la caballerosidad de Booz la oportunidad de dos bendiciones: una laboral, otra matrimonial. Deseando lo mejor para su nuera, Noemí motiva a Rut a que vuelva a trabajar y con una mejor presentación personal.

Rut fue animada a recoger espigas de “cachaco”: elegante y perfumada, con la mejor “pinta”. Las gentes pudieron extrañarse viendo una mujer bien vestida trabajando de campesina; pero desconocían que en casa ella recibía las mejores motivaciones para ir a laborar. Además, ella no sólo fue motivada para recoger espigas, también para conquistar el dueño de la finca. Sí, la suegra motivó a Rut a que destacara su belleza, y luego le ofreció toda una estrategia para conquistar al buen hombre Booz.

Noemí no es pervertida en sus consejos para Rut, sencillamente quiere un mejor futuro para su nuera.


continuará...

©2015 Ed. Ramírez Suaza

sábado, 28 de marzo de 2015

Llanto A Lomo De Burro

Llanto A Lomo De Burro
cuando hay tragedias a la vista

¡Es tan misterioso el país de las lágrimas!
Antoine de Saint-Exupéry

El llanto es el privilegio del hombre.
Anónimo


Mirando yo por entre la celosía de la ventana de mi casa, vi el llanto de un hombre cuyas lágrimas esculpieron partes del acontecer más hermoso de nuestra historia humana. Lágrimas muy ignoradas, porque nos acostumbramos a las distracciones que preferimos para evadir a Dios, a nosotros mismos y las realidades inmediatamente próximas. Evadimos algunos llantos por ese maldito abanico de temores que nos paraliza la belleza de vivir, porque pareciera ser que nos sentimos más cómodos entre miedos en lugar de libertades.

Del tan celebrado “Domingo de Ramos”, entre las algarabías de “hosanas” y agitaciones de ramas, nos perdemos la maravilla de ver llorando a Dios. El historiador Lucas, además de evangelista, en su libro (Lucas 19.41-44) nos estimula la imaginación para contemplar a Jesús reteniendo el paso lento de su burro, mientras se acerca a Jerusalén y llora por sus habitantes.

Jesús llora por Jerusalén, porque ella no puede comprender quién le pudo traer paz. Porque ella no concibe la más remota idea, “No sabe lo que le sube piernas arriba”: destruirán la ciudad al punto que no quedará piedra sobre piedra. No sólo eso, sus habitantes también serán destruidos. Tragedias que Jerusalén no vé venir.

Como Jesús, nosotros deberíamos saber elegir por quien llorar. Nuestras ciudades no saben lo que les “sube piernas arriba” haciéndoles falta quien llore por ellas, pero con árduos trabajos por su paz, bienestar, salud, libertad. Nuestros pueblos no disciernen los tiempos de la visitación de Dios; es más, ni les importa. Nuestros pueblos no distinguen quién puede darnos la paz verdadera. Nuestras gentes no peregrinan la vida; son errantes existenciales en los laberintos oscuros de sus propias realidades sin hallar luz, esperanza, fe, amor. Jesús eligió llorar por su ciudad. Nuestras ciudades urgen que elijamos llorar por ellas. Que nuestros corazones se ensanchen de compasión profunda y sincera para orar entre lágrimas por ellas.
Soy consciente que este no es un plan atractivo; pero a veces lo urgente debe priorizarse por encima de lo pasajero. A no ser que seamos tan miopes como para no ver “lo que nos viene pierna arriba”.

A veces siento que nuestros llantos están desorientados, como un día llegó a decir Rosario Castellanos: “En cambio me enseñaron a llorar. Pero el llanto es en mí un mecanismo descompuesto y no lloro en la cámara mortuoria ni en la ocasión sublime ni frente a la catástrofe. Lloro cuando se quema el arroz o cuando pierdo el último recibo del impuesto predial”.[1] Aprendimos a llorar las superficialidades y no las realidades meritorias de nuestras lágrimas.

Jesús lloró ese domingo de ramos. Mientras los miopes ven festejos en las tragedias, Dios tiene desgracias a la vista y llora. Como nuestros pueblos, que son distraídos con pan y circo para no ver lo que se aproxima. Pero Ud. que puede intuir el rumbo histórico de nuestras gentes, haga un alto y llore en oración por su tierra, yo lo haré por la mía.

Temo… no al más grande temor, sino al día que este planeta no tenga quien lo llore.



©2015 Ed. Ramírez Suaza 





[1] Monsiváis, C. (1992). La enseñanza del llanto. (Spanish). Debate Feminista, 6(3), 319-324.

martes, 3 de marzo de 2015

De Regreso A Tierras Del Olvido


La gratitud debe clasificarse entre los placeres.
Anónimo

La gratitud es la tímida riqueza de aquellos que no poseen nada.
Emily Dickinson



Mirando yo por entre la celosía de la ventana de mi casa, vi tierras a dónde debo regresar, y con gusto emprendo mi peregrinaje a esos terrenos existenciales que yo mismo descuidé, que yo mismo sentencié al abandono. En esos lugares se arruman a cantidades sorprendentes motivos de gratitud, que al darles la espalda, mi vida completa empezaba a congelarse en las bajas temperaturas de la indiferencia frente a tanta vida,  frente a incontables dones recibidos, disfrutados y hasta compartidos.

Permitir que en la sinceridad germinen gratitudes al dulce calor del amor, es la aventura de admitirme el sublime placer, exquisito además, de recoger las memorias del corazón: aquellos asombros que jamás podré pagar, recompensar, retribuir. Y esa es la única razón por la que las gratitudes pueden ser gratitudes y no otra cosa.

En el ejercicio de inquirir gratitudes sinceras, aprendí que, “Para crecer en gratitud debemos buscar las bendiciones en la adversidad, recordar que el don central es la redención y comprender que nuestra dignidad no se deriva de nuestra autosuficiencia y mérito, sino del hecho de que somos criaturas de Dios y beneficiarios de su gracia.”[1]
Así entonces, mis primeras gratitudes son a Dios. No uno que inventé o acepté en algún divagar religioso. No. Es al Dios, quien en su acto de amor inigualable se ha dado a conocer al ser humano en la historia, en la creación, y de manera más especial en la Biblia. A este Dios verdadero me debo entero. Me entrego sin reserva alguna en un culto existencial de profundas y sinceras gratitudes.

En esas tierras del olvido, también encontré motivos para agradecer a mi familia. Tales de Mileto llegó a decir, “Feliz la familia que sin poseer grandes riquezas no sufre de pobreza”.[2] Así es la mía. Nuestra alegría es simple, descomplicada, libre. Sin pobrezas de afectos, fe, amor, vida. Y como jamás podré recompensar tanta bondad de mis padres, mis hermanos; apelo a la memoria de esos ayeres que hacen que mi presente sea el hoy que disfruto en la inmensidad de agradecer.

Ahora mi hogar es un trocito de cielo donde existir es un privilegio, cada palpitar un júbilo, cada abrazo una diminuta eternidad, cada tacto un infinito amor. Así festejo la vida un día a la vez, agradecido por tener a mi alcance lo inmerecido.

En aquellas tierras del olvido, también encontré la deuda de gratitud a los amigos. En algún momento los vi como pedacitos de Dios que se atraviesan en el camino con las bondades precisas para enriquecer mi vida con dichas a plenitud. Amigos, mis maestros de amistad. Alcahuetes de ocurrencias. Cómplices de, a veces, tonterías. Jueces con ternura, que saben exhortarme con la verdad del evangelio y mucho más.

Regresé al hábitat de algunos olvidos, negándome el descaro de la ingratitud. Me reclamo la memoria de toda bondad recibida, de cada palabra viva, de amor expresado; inclusive de cada gesto no deseado, para hacer permanentes ofrendas de gratitud y así humanizar un poco más el regalo de ser persona.

Se llegó a decir, “El agradecimiento de la mayor parte de los hombres obedece a un oculto deseo de obtener más grandes beneficios”.[3] Pero en la menor parte no es así. Y esta gratitud hace parte de esas minorías sinceras, diáfanas, cristalinas, desinteresadas de la excepción.


Faltando todo por agradecer,
©2015 Ed. Ramírez Suaza 








[1] ROBERTS, RC. Gratitud: Una emoción-virtud cristiana. (Spanish). Kairós. 43, 111-132, July 2008. ISSN: 10149341.
[2] ORTEGA, A. El Gran Libro de las Frases Célebres
https://books.google.com.co/books?id=QJIAVIKP1dgC&pg=PT738&dq=Feliz+la+familia++que+sin+poseer+grandes+riquezas+no+sufre+de+pobreza&hl=es&sa=X&ei=wCv1VOmVO8WegwTUq4GoAg&ved=0CBoQ6AEwAA#v=onepage&q=Feliz%20la%20familia%20%20que%20sin%20poseer%20grandes%20riquezas%20no%20sufre%20de%20pobreza&f=false
[3] La Rochefoucauld, Máximas, CCII

LA SOCIEDAD DEL BESO

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