miércoles, 10 de junio de 2015

Creo Que Sí Hay Purgatorio

Es más fácil aprender nuevas verdades que des-aprender viejas mentiras.
Dr. David Hormachea



Mirando yo por entre la celosía de la ventana de mi casa, vi que sí hay purgatorio. No me refiero al despiadado invento medieval, lucrativo además, en la que unos cuantos se benefician en nombre de la fe, a cuestas de la ignorancia popular, que además está a disposición de ser manipulada en nombre de Dios y en nombre de difuntos muy amados. 

Un sector del catolicismo romano sostiene que las almas en pecado deben padecer en un lugar de tormentos, donde pueden purificarse mediante un fuego voraz durante un tiempo determinado. Cumplido ese tiempo, finalmente pueden llegar a la presencia de Dios. El Catecismo de la Iglesia Católica afirma: “Los que mueren en la gracia y amistad de Dios, pero no perfectamente purificados, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo” (Catecismo, 1030).

Sin embargo, se enseña también que la familia del difunto puede acelerar ese proceso de purificación mediante donaciones económicas. La Iglesia dispone de un sacerdote católico, quien —a cambio de una ofrenda— puede celebrar misas o actos litúrgicos que, supuestamente, alivian los sufrimientos del alma en pena o, incluso, la libran de ese estado intermedio de purificación que llaman purgatorio.

En cuanto a este purgatorio católico-romano, uno mi voz a la del Dr. Wright: “...no creo en el purgatorio como un lugar, un tiempo o un estado. En cualquier caso, el purgatorio no es más que una innovación occidental tardía que no encuentra ningún respaldo en la Biblia y sus supuestos fundamentos teológicos están siendo cuestionados en estos momentos por importantes teólogos católicos romanos.”[1]

¿En cuál purgatorio creo entonces?
La palabra purgatorio puede entenderse como «fuego limpiador» o «depurador».[2] Pues en este sentido sí creo que haya purgatorio. Dice el respetado teólogo suizo Hans Küng: “El purgatorio del hombre es Dios mismo en el furor de su gracia: la purificación es el encuentro con Dios, en cuanto que tal encuentro juzga y acrisola al hombre, pero también lo libera e ilumina, lo salva y perfecciona.”[3] 

El purgatorio en el que yo creo no es un medio infierno lucrativo a unos cuantos sacerdotes católico-romanos; sino el resultado de un encuentro con Dios aquí y ahora. Dicho encuentro es maravillosamente purificador, redentor, vivificador. No es un lugar a donde van las almas luego de la muerte, porque si quien muere parte en Cristo, su muerte no es muerte, como dijo el pastor suizo Karl Barth: el cristiano “...no tiene un más allá, ni necesita tenerlo; Dios es su más allá.”[4] Pero si quien muere parte sin Cristo, su muerte es muerte, y muerte eterna.

El purgatorio en el que creo no es un lugar ni un estado posterior a la muerte; es una experiencia real, vivida aquí y ahora, con Jesús resucitado, quien purifica día a día la existencia de pecadores como usted y como yo, con el fin de restaurarnos —en esa experiencia de Dios— a la condición de seres hechos a Su imagen.

¡Bendito fuego divino —purgatorio— en el que somos acrisolados aquí y ahora para la gloria de Dios!


©2015 Ed. Ramírez Suaza



[1] N.T. Wright. Sorprendidos Por La Esperanza, p.236
[2] Hans Küng. ¿Vida Eterna?, p. 229
[3] Ibid, p.235
[4] K. Barth, Die Kirchliche Dogmatik (Zollikon, Zurich 1948) III, 2,p. 770s.



1 comentario:

  1. Déjame masticarlo...
    Tener en la mente un significado histórico-religioso por tantos años para darle una nueva presentación o significado es complicado. En este caso es ¿desaprender? O ¿Ampliar conceptos?

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