Es más fácil aprender nuevas verdades que des-aprender viejas mentiras.
Dr. David Hormachea
Mirando yo por entre la celosía de la ventana de mi casa, vi que sí hay purgatorio. No me refiero al despiadado invento medieval, lucrativo además, en la que unos cuantos se benefician en nombre de la fe, a cuestas de la ignorancia popular, que además está a disposición de ser manipulada en nombre de Dios y en nombre de difuntos muy amados.
Un sector
católico-romano afirma que las almas en pecado van a padecer en un lugar lleno
de tormentos donde pueden purificarse por el fuego, por medio del cual pueden llegar
a Dios. Dice el catecismo católico-romano: "Los que mueren en gracia y amistad de Dios pero no perfectamente purificados, sufren después de su muerte una purificación, para obtener la completa hermosura de su alma (Catecismo 1030)". Pero la familia del difunto puede acelerar el proceso de purificación
de su muerto con dinero, que un sacerdote católico-romano cobra y así
garantizar menos sufrires o en su defecto salvar a la pobre alma en pena de tan
inexpresable dolor en un mini-infierno que
ellos llaman purgatorio.
En cuanto a este purgatorio católico-romano, uno
mi voz a la del Dr. Wright: “...no creo en el purgatorio como un lugar, un
tiempo o un estado. En cualquier caso, el purgatorio no es más que una
innovación occidental tardía que no encuentra ningún respaldo en la Biblia y
sus supuestos fundamentos teológicos están siendo cuestionados en estos
momentos ...por importantes teólogos católicos romanos.”[1]
¿En cuál purgatorio creo entonces?
La palabra purgatorio puede entenderse como «fuego limpiador» o «depurador».[2]
Pues en este sentido sí creo que haya purgatorio. Dice el respetado teólogo suizo Hans
Küng: “El purgatorio del hombre es Dios mismo en el furor de su gracia: la
purificación es el encuentro con Dios, en cuanto que tal encuentro juzga y
acrisola al hombre, pero también lo libera e ilumina, lo salva y perfecciona.”[3]
El purgatorio en el que yo creo no es un medio
infierno lucrativo a unos cuantos sacerdotes católico-romanos; sino el resultado
de un encuentro con Dios aquí y ahora. Dicho encuentro es maravillosamente
purificador, redentor, vivificador.
No es un lugar a donde van las almas luego
de la muerte, porque si quien muere parte en Cristo, su muerte no es muerte,
como dijo el pastor suizo Karl Barth: el cristiano “...no tiene un más allá, ni
necesita tenerlo; Dios es su más allá.”[4]
Pero si quien muere parte sin Cristo, su muerte es muerte, y muerte eterna.
El purgatorio en el que creo no es un lugar ni estado luego de la
muerte; es experiencia real en vida con Jesús resucitado que purifica cada día
la existencia de pecadores como Ud. y yo, a fin de regresarnos, en
esa experiencia de Dios, el ser hechos a Su imagen.
¡Bendito fuego divino! (purgatorio), en la que
somos acrisolados aquí y ahora para la gloria de Dios.
©2015 Ed. Ramírez Suaza