Por la celosía de la ventana de mi casa puedo hacer en muchas ocasiones espionaje. No es ese que hizo la KGB de Rusia ni de esa que hace el FBI norteamericano; mucho menos de esa que hizo el DAS colombiano; hago espionaje criollo: escucho escándalos en mi barrio, apago las luces internas de la casa, me hago a un extremo de la ventana, con mucha maña corro sin que se vaya a notar desde afuera esa delgada cortina roja que cuelga con delicadeza en la sala y, como buen espectador, digo, como buen espía, veo desde mi celosía algunos eventos de color colombiano. Menos mal no soy el único que desde la celosía “chismosea” en el barrio; un rey, ¡quién creyera! un rey también chismoseaba por su celosía y vio cosas peores que yo. Del rey que les hablo es Salomón, mira lo que él dijo:
Desde la ventana de mi casa miré a través de la celosía. Me puse a ver a los inexpertos, y entre los jóvenes observé a uno de ellos falto de juicio. Cruzó la calle, llegó a la esquina, y se encaminó hacia la casa de esa mujer. Caía la tarde. Llegaba el día a su fin. Avanzaban las sombras de la noche. De pronto la mujer salió a su encuentro, con toda la apariencia de una prostituta y con solapadas intenciones. (...) Se prendió de su cuello, lo besó, y con todo descaro le dijo: «Tengo en mi casa sacrificios de comunión, pues hoy he cumplido mis votos. Por eso he venido a tu encuentro; te buscaba, ¡y ya te he encontrado! Sobre la cama he tendido multicolores linos egipcios. He perfumado mi lecho con aroma de mirra, áloe y canela. Ven, bebamos hasta el fondo la copa del amor; ¡disfrutemos del amor hasta el amanecer! Mi esposo no está en casa, pues ha emprendido un largo viaje. Se ha llevado consigo la bolsa del dinero, y no regresará hasta el día de luna llena.» Con palabras persuasivas lo convenció; con lisonjas de sus labios lo sedujo. Y él en seguida fue tras ella, como el buey que va camino al matadero; como el ciervo que cae en la trampa, hasta que una flecha le abre las entrañas; como el ave que se lanza contra la red, sin saber que en ello le va la vida.[1]
Mi colega el rey Salomón y yo, no porque yo sea rey sino porque él atisbaba por la celosía como yo, desde nuestras ventanas hemos visto cosas que ni quisiéramos describir, algunas de las cosas que vemos por la celosía no nos hemos atrevido, hasta ahora, a asomarlas a la opinión pública; pero con éstas son más que suficientes.
Lo que vio Salomón por la celosía de su casa es muy común entre los seres humanos. No sólo vemos a mujeres casadas con “malicia indígena” seduciendo hombres que sin sabiduría en sus corazones van tras ellas como buey al matadero. Vemos desde esta ventana una cantidad de cosas que nos hacen reflexionar, luego escribir y compartirles con responsabilidad y respeto apreciaciones elaboradas desde las Sagradas Escrituras para provecho suyo.
en amor,
Ed. Ramírez Suaza