En la Biblia no existe un mandamiento que demande perdón matrimonial a una infidelidad. Siendo así la cosa, a esta pregunta tengo dos respuestas: 1. No debería. Bueno, los cristianos perdonamos toda ofensa y a todo ofensor. En el caso de infidelidad conyugal, perdonar es un deber, continuar el matrimonio es una decisión, no un deber. La infidelidad es una marca que jamás será borrada de un matrimonio, lidiar con esto es muy difícil. Además, la mayoría de los adúlteros son reincidentes en su pecado, por esta razón sugiero que, a partir de la segunda infidelidad, definitivamente no debe haber reconciliación conyugal.
Una nota incómoda pero necesaria: algunas chicas, chicos están estableciendo relaciones afectivas con infieles ahora divorciados; si no le fue fiel a quien le prometió fidelidad ante Dios, si no le fue fiel a sus hijos, ¿cómo crees que le será fiel? Quienes recogen infieles para “rehacer vida”, ¡ya saben qué les espera!
¿Hay que perdonar un adulterio? 2. No se debe pero sí se puede. Creo que sí se puede perdonar un adulterio. Es muy difícil pero sí es posible; eso sí, con las siguientes innegociables:
Se puede perdonar una infidelidad si la persona que falló se hace cargo de lo que hizo.
El infiel tiene que hacerse responsable de sus actos. Sin culpar de nada a su cónyuge. Tiene que reparar el daño que hizo. ¿Cómo? Acompañando a su pareja en todo el proceso de sanidad. Tiene que estar firme, ahí, sufriendo su dolor, llorando su llanto, consolando su profunda tristeza, sanando su autoestima, devolviéndole su lugar, su honor, orando por él, por ella. Paciente con los altibajos de sus emociones, consciente de que el desequilibrio emocional de su pareja es su culpa. Aguantando cada vez que la ira revuelca el corazón del herido y supura todo su dolor. Tiene que estar presente en tanto sana el trauma que una infidelidad genera. Pagando las terapias de sanidad interior. Volviendo a temer al Señor, porque este es el principio para ser sabio y saber cómo acompañar su cónyuge herido/herida.
Se puede perdonar una infidelidad si el infiel dice toda la verdad.
Lo más peligroso en una confesión no es lo que se dice, es lo que se silencia. Si no dice la verdad no debe haber reconciliación conyugal. Si el traicionado se da cuenta de que el infiel miente, y miente y miente, debe, por su bien y el de sus hijos, negarse a procesos de reconciliación. Con un adúltero, además mentiroso, no ha de esperarse un buen futuro. Donde hay mentira no hay temor de Dios, no hay amor. Así duela el doble, el triple, así cueste todo, al infiel le corresponde decir toda la verdad. No digo que haya que dar detalles minuciosos de sus prácticas adúlteras, pero sí la verdad. Toda duda que tenga la persona herida, el infiel tiene que responder con absoluta verdad.
Si decide reconciliarse, el infiel debe llegar a la alcoba con el resultado de exámenes de sangre, con los resultado de una ETS, para garantizar salud a su cónyuge. Muchas personas en este punto no hacen caso, quiera Dios no se lleven el susto más horrible de sus vidas.
Si quien padece la infidelidad considera que vale la pena rescatar su matrimonio y restaurar el vínculo, deben hacerlo juntos. Sanar las heridas, los traumas que deja una infidelidad debe ser un trabajo en equipo. No basta con decir: “ya le pedí perdón, ¿qué más quiere?”. “Deja de pensar en eso”. “Yo no lo volví hacer”. No. No. Hay que demostrar, hasta lo imposible, que está comprometido, comprometida con la sanidad de su cónyuge y debe ser contundente: decir dónde está. Responder con quién anda. Celular abierto todo el tiempo. Compasión cada que el cónyuge herido recae en sus miedos, inseguridades y dolor. Ir a terapia. Muchas parejas han superado el dolor, la marca, la muerte, el trauma que deja un adulterio, y reparado su vínculo conyugal haciéndolo más fuerte, renaciendo un nuevo matrimonio a partir de la ayuda terapéutica. Muchos matrimonios han sanado la infidelidad y salen de terapia más fortalecidos. Así, haciendo equipo lo pueden lograr.
Este es un tema que nos debemos tomar muy en serio, desde políticas públicas hasta el quehacer pastoral de las iglesias. Muchos quebrantos en la salud mental de hoy, se padecen por los traumas que padecen centenares de personas a causa de la infidelidad, y la iglesia no es ajena a esta lamentable realidad. Nos corresponde huir de todo pecado sexual, y ser instrumentos de sanidad para tantos corazones partíos realmente. Dios nos conceda el ser íntegros con el don de sanidad.
©2025 Ed. Ramírez Suaza
Muchas gracias por tu cosmovisión frente a un tema. Cómo bien lo anuncias serio pero que el la Fe, no se le da un seguimiento sentado.
ResponderBorrarAunque cada relación puede desarrollar un duelo frente a la infidelidad y más aún cuando profesan fe.
Saludos gracias