martes, 3 de marzo de 2015

De Regreso A Tierras Del Olvido


La gratitud debe clasificarse entre los placeres.
Anónimo

La gratitud es la tímida riqueza de aquellos que no poseen nada.
Emily Dickinson



Mirando yo por entre la celosía de la ventana de mi casa, vi tierras a dónde debo regresar, y con gusto emprendo mi peregrinaje a esos terrenos existenciales que yo mismo descuidé, que yo mismo sentencié al abandono. En esos lugares se arruman a cantidades sorprendentes motivos de gratitud, que al darles la espalda, mi vida completa empezaba a congelarse en las bajas temperaturas de la indiferencia frente a tanta vida,  frente a incontables dones recibidos, disfrutados y hasta compartidos.

Permitir que en la sinceridad germinen gratitudes al dulce calor del amor, es la aventura de admitirme el sublime placer, exquisito además, de recoger las memorias del corazón: aquellos asombros que jamás podré pagar, recompensar, retribuir. Y esa es la única razón por la que las gratitudes pueden ser gratitudes y no otra cosa.

En el ejercicio de inquirir gratitudes sinceras, aprendí que, “Para crecer en gratitud debemos buscar las bendiciones en la adversidad, recordar que el don central es la redención y comprender que nuestra dignidad no se deriva de nuestra autosuficiencia y mérito, sino del hecho de que somos criaturas de Dios y beneficiarios de su gracia.”[1]
Así entonces, mis primeras gratitudes son a Dios. No uno que inventé o acepté en algún divagar religioso. No. Es al Dios, quien en su acto de amor inigualable se ha dado a conocer al ser humano en la historia, en la creación, y de manera más especial en la Biblia. A este Dios verdadero me debo entero. Me entrego sin reserva alguna en un culto existencial de profundas y sinceras gratitudes.

En esas tierras del olvido, también encontré motivos para agradecer a mi familia. Tales de Mileto llegó a decir, “Feliz la familia que sin poseer grandes riquezas no sufre de pobreza”.[2] Así es la mía. Nuestra alegría es simple, descomplicada, libre. Sin pobrezas de afectos, fe, amor, vida. Y como jamás podré recompensar tanta bondad de mis padres, mis hermanos; apelo a la memoria de esos ayeres que hacen que mi presente sea el hoy que disfruto en la inmensidad de agradecer.

Ahora mi hogar es un trocito de cielo donde existir es un privilegio, cada palpitar un júbilo, cada abrazo una diminuta eternidad, cada tacto un infinito amor. Así festejo la vida un día a la vez, agradecido por tener a mi alcance lo inmerecido.

En aquellas tierras del olvido, también encontré la deuda de gratitud a los amigos. En algún momento los vi como pedacitos de Dios que se atraviesan en el camino con las bondades precisas para enriquecer mi vida con dichas a plenitud. Amigos, mis maestros de amistad. Alcahuetes de ocurrencias. Cómplices de, a veces, tonterías. Jueces con ternura, que saben exhortarme con la verdad del evangelio y mucho más.

Regresé al hábitat de algunos olvidos, negándome el descaro de la ingratitud. Me reclamo la memoria de toda bondad recibida, de cada palabra viva, de amor expresado; inclusive de cada gesto no deseado, para hacer permanentes ofrendas de gratitud y así humanizar un poco más el regalo de ser persona.

Se llegó a decir, “El agradecimiento de la mayor parte de los hombres obedece a un oculto deseo de obtener más grandes beneficios”.[3] Pero en la menor parte no es así. Y esta gratitud hace parte de esas minorías sinceras, diáfanas, cristalinas, desinteresadas de la excepción.


Faltando todo por agradecer,
©2015 Ed. Ramírez Suaza 








[1] ROBERTS, RC. Gratitud: Una emoción-virtud cristiana. (Spanish). Kairós. 43, 111-132, July 2008. ISSN: 10149341.
[2] ORTEGA, A. El Gran Libro de las Frases Célebres
https://books.google.com.co/books?id=QJIAVIKP1dgC&pg=PT738&dq=Feliz+la+familia++que+sin+poseer+grandes+riquezas+no+sufre+de+pobreza&hl=es&sa=X&ei=wCv1VOmVO8WegwTUq4GoAg&ved=0CBoQ6AEwAA#v=onepage&q=Feliz%20la%20familia%20%20que%20sin%20poseer%20grandes%20riquezas%20no%20sufre%20de%20pobreza&f=false
[3] La Rochefoucauld, Máximas, CCII

LA SOCIEDAD DEL BESO

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