lunes, 14 de diciembre de 2015

EL PEOR CONSEJERO

Escuchad el consejo del que mucho sabe;
pero sobre todo escuchad el consejo de quien mucho os ama.
                                                                                                   Arturo Graf



Mirando yo por entre la celosía de la ventana de mi casa, vi al peor de los consejeros: el corazón humano. Éste es escuchado frecuentemente. Recomendado a menudo. Una y otra vez se nos dice: -escucha a tu corazón-. 
Y ¡eh avemaría! lo escuchamos.

Por escuchar nuestro propio corazón nos llegamos a involucrar con la persona equivocada. 
Nos llegamos a endeudar hasta el alma. 
Cometimos errores vergonzosos, tanto, que ni los mencionamos. 
Por escuchar a nuestro corazón herimos seres amados, abandonamos buenos amigos, nos extraviamos del camino. 
Por escuchar el corazón humano nos peleamos irracionalmente, pervertimos los placeres divinos, nos embriagamos de avaricias, abortamos sueños y nos extinguimos la vida, cada quien a su manera.

A decir verdad, la Biblia hace un diagnóstico del corazón humano muy preocupante. 
Esta es una parte del diagnóstico:

  ...desde su juventud las intenciones del corazón del hombre son malas (Gén. 8.21).
  El corazón es engañoso y perverso, más que todas las cosas… (Jer. 17.9).
Porque del corazón salen los malos deseos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los robos, los falsos testimonios, las blasfemias (Mt. 5.19).
 ...en su corazón sólo hay perversidad, y todo el tiempo anda pensando en el mal (Prov. 6.14).
  No hay nadie que pueda afirmar que su corazón está limpio de pecado (Prov. 20.9).

Con éste diagnóstico en mente, respondamos con sinceridad estas preguntas: 
¿cómo se nos ha ocurrido confiar en él? 
¿Cómo se nos ha ocurrido escucharlo? 
Inspirado por el Espíritu Santo el proverbista dijo, -Es de necios confiar en el propio corazón;...- (Prov. 28.26).

Muchos nos agotamos de vivir sin vida. De amar sin amor. Pusilánimes en las ganas de nada, en las derrotas vestidas de triunfos, en el vacío del corazón, sin norte de felicidad ni sentidos en la existencia. 
Necesitamos escuchar un consejo. 
Precisamos de alguien que nos diga cómo salir de nuestros propios laberintos y abrirnos al milagro de Jesús para llenar de belleza y dicha el privilegio de existir.

Siempre necesitamos de buenos consejos y de extraordinarios consejeros. La Biblia dice, -...en la multitud de consejeros hay seguridad- (Prov. 11.14).
Todo buen consejero se distingue por estas dos riquezas en sus expresiones: amor en la actitud y verdad en el contenido. Por eso, quien mejor aconseja es quien más te ama y, quien más te ama no te ocultará la verdad.

Muchas personas te aman, y quien más te ama de entre todas ellas es Dios. Todo el consejo divino es bueno, agradable y perfecto. Isaías dijo, -...Señor… tus consejos siempre han sido verdaderos y firmes- (Is. 25.1). Escucha consejos, busca buenos consejeros; pero sobre todos ellos escucha a Dios a través de las Escrituras. Ellas te guiarán a toda verdad, consuelo y paz.

Jamás olvide esto: El necio piensa que va por buen camino, pero el sabio presta atención al consejo (Prov. 12.15).
Por favor, no escuche tu corazón –no es buen consejero-; más bien, que sea tu corazón quien escuche los buenos consejos.



©2015 Ed. Ramírez Suaza

LA SOCIEDAD DEL BESO

Mirando yo por entre la celosía de la ventana de mi casa, vi besos. ¡Qué belleza! Vi el beso de un padre bien chantao sobre la mejilla de su...