jueves, 3 de octubre de 2013

Un Cafesito Con Dios II

Un Cafesito Con Dios II
la comprensión

Mirando yo por entre la celosía de la ventana de mi casa, vi gentes queriendo tomarse un cafesito con Dios. Lo digo porque nada más grato que poder dialogar con alguien entre aromas de café, obviamente colombiano. ¡Ese es el preferido de Dios! Orar entre sorbos de café es una maravilla. A pesar de que mucha gente quiere el cafesito con Dios, no todos lo logran.

En el peregrinaje de la vida, los seres humanos experimentamos la necesidad de acudir a una persona para ser escuchados, ayudados, consolados, en fin. Pero albergamos la esperanza de que esa persona no sea humana; idealizamos a alguien supremo, supra-real, divino, eterno, infinito, inmutable; mejor dicho, Dios. En una mirada de “re-ojo” a las huellas históricas del hombre, es evidente que, si no conocen a Dios se inventan uno, o en su defecto le atribuyen divinidad a algo o a alguien. Somos conscientes, para muchos de manera inexplicable, de una realidad divina creadora de la nuestra, quien además de señorearla la sustenta y la direcciona a su propósito perfecto.

No resulta vanamente ilusorio que los seres racionales de este mundo necesiten relacionarse con su creador, porque es realmente posible por medio de la oración. Muchos son quienes pretendan o presuman de orar, mas no todos oran.

El punto de partida para ese cafesito con Dios es la escucha. Para que una oración sea realmente posible, el potencialmente orante necesita escuchar acerca del Dios verdadero que se dio a conocer en la maravillosa persona de Jesús Nazareno. Sí, necesita que se le presente a Jesucristo en el poder del Espíritu Santo, de manera que llegue a poner su confianza en Dios por medio de él, a aceptarle como su Salvador y a servirle como a su Rey en la comunión de la Iglesia.[1]  Esa persona necesita escuchar la historia de salvación y cómo puede ser beneficiado de ella por la gracia que ofrece Dios en su Hijo Cristo. Todos los pecadores necesitamos escuchar esa historia para creer, y creyendo ser salvos del poder, las consecuencias y la presencia del pecado en nuestras vidas.

Escuchar esa historia para permitir que desde el centro de la existencia personal germine la fe en Jesucristo, se convierte en el primer acercamiento de oración, para luego responder a Dios, asistido por el Espíritu Santo, coherentemente con vida y palabras a lo que Él es, dice y hace en favor personal y de la humanidad.

Sin este punto de partida, orar no es orar. Puede ser una verborrea harta, rezos vacíos, palabras huecas, ruido religioso; pero jamás oración. Sin la cruz de Cristo pendiendo entre Dios y tú, orar será el eufemismo para referirnos a la hipocresía, la vana repetición, la incongruencia devocional, la espiritualidad barata y falsa. Mencionando la cruz de Cristo no hago referencia a un trozo de madera con un travesaño; sino a un evento histórico en la persona de Jesús quien a través de su muerte y resurrección nos abrió las puertas del cielo de par en par a fin de hacer posible el acercarnos ante el trono de la gracia confiadamente. Digo hasta el trono celestial, porque la oración realiza una intercesión entre el cielo y la tierra, los conecta, los acerca.

Siendo el punto de partida a la oración la escucha, el siguiente es creer.
¿Cómo despierta Ud.? Pocos tienen el gusto de despertar en plácida calma. El despertar se les da gradualmente, sin afanes ni agendas que cumplir. Simplemente la dicha de despertar. Pero muchos otros despiertan cada mañana asustados, sobresaltados por el ruido de la alarma, con sus ojos aún agotados, soñolientos; con un “costalao” de responsabilidades a cuestas, no tan alegres ni agradecidos con el nuevo amanecer.

Despertar es una de las descripciones usadas por la Biblia para describir el suceso de la intervención de Dios en la vida de alguien.[2] “El despertar es, de hecho, una de las imágenes regulares de los primeros cristianos para expresar lo que pasa cuando el evangelio de Jesús afecta la conciencia de alguien”.[3] Con la resurrección de Cristo, la humanidad entera está invitada a despertar, y con ese despertar las puertas abiertas a la fe, a creer. No se trata de una fe sin fundamento sólido, por el contrario, se basa en la resurrección de Jesús, creyendo que fue Dios quien lo levantó de entre los muertos, quiso hacer algo así y lo hizo; creer es una confianza en ese Dios con amor y gratitud.[4]

Sin el ingrediente de la fe, orar es imposible.


Continuará…







[1] Temple en Green, Michael. La Iglesia Local, Agente de Evangelización. Buenos Aires: Nueva Creación. 1996, p.21
[2] N.T. Wright. 2012. Simplemente Cristiano. Miami: Vida, p.232
[3] Ibid
[4] Ibid, p.234

LA SOCIEDAD DEL BESO

Mirando yo por entre la celosía de la ventana de mi casa, vi besos. ¡Qué belleza! Vi el beso de un padre bien chantao sobre la mejilla de su...