El Personaje del Año
un siervo de Dios y de los hombres
Mirando yo por entre
la celosía de la ventana de mi casa, alcancé ver un personaje que despierta
todo tipo de reacciones sociales en su entorno, partiendo de los odios hasta
llegar al amor; sin haber logrado escapar de todas las reacciones habidas en el
intermedio de estos dos puntos referenciados. Él mismo se ha hecho entender en
su entorno de manera plural, por lo tanto no es encasillable, y por ende interesante. Pocos comprenden del
origen de su vocación, su papel en el mundo y el propósito de su llamado. Ese
personaje es el Pastor.
El Pastor es una
figura pública que cada vez va siendo más relevante en las comunidades
latinoamericanas, y sus desempeños muy observados por quienes le rodean.
Reconozco el tropiezo provocado por algunos de ellos: desaciertos morales, vergonzosos
desconocimientos, notables avaricias y la desfachatez lujuriosa de otros
cuántos, entre otros señalamientos. Pero la desgracia causada por éstos no
debería empañar la bondad, la sincera y genuina vocación de los muchos otros.
La vocación pastoral
es provista por Dios mismo, junto a otras con fines extraordinarios, siendo jamás
iniciativa humana (Efesios 4.11). Parecido a los profetas del Antiguo Testamento,
quien recibe la vocación a ser “cuidador” de la Iglesia, en algún momento lucha
en su interior con aceptar ese llamado que arde profundamente en amor a Dios y a la comunidad, temblando ante la santidad que requiere caminar en el ministerio
y delante de quien le ha llamado. Dios llama personas para consagrarlas al
santo ministerio, no en el marco de un misticismo posmoderno donde la
relatividad y subjetividad irresponsables se ponen de ruana el evangelio; sino
desde una virtud cristiana que cabe en la cotidianidad, en el existir de un día
a la vez, en el peregrinaje de este don de vivir, depurado de toda
espiritualidad barata para imitar genuina y auténticamente a Jesús. Y estoy
convencido que es la misma Iglesia el instrumento de Cristo para confirmar esa
vocación, abriendo los espacios necesarios para su realización.
Cuando Cristo
establece un pastor en una congregación, sencillamente lo hace para apacentar
una grey que le es ajena. Es decir, esa comunidad no le pertenece; pertenece a quien dio
la vida por ellos en la cruz del Calvario.
El papel del pastor
es cuidar una congregación que pertenece a Dios (1 Pedro 5.2-4). No se trata de
remontarse a una figura paternalista donde el pastor provee y soluciona todo.
Mas bien, partiendo de su experiencia de Dios y la manera en que la refleja en
su día a día, sabe orientar el rebaño al abrevadero de la verdad, del amor, la
esperanza, la fe, la dependencia de Dios, la oración, entre otras, con
voluntariedad sincera, ejemplo, servicio incondicional, amor genuino por la
persona, consciente de su dependencia de Dios para ser provisto a todas sus
necesidades más allá de su comprensión y de su petición.
Quizá parezca simple,
si lo miramos de las gradas de la vida, cumplir con este ministerio. La verdad
sea dicha: cumplir con esta simple vocación
exige preparación, integridad, sacrificio, entrega, renuncia, desvelos,
sufrimientos, disciplina, trabajo, oración y más oración. Y la más grande
necesidad de todo pastor: ser oveja.
Continuará…
©2013 Ed. Ramírez Suaza