sábado, 2 de febrero de 2013

Confieso Que Tengo Amante


Confieso Que Tengo Amante

Mirando yo por entre la celosía de la ventana de mi casa me vi a mí mismo, me vi caminando campante con cuello erguido por las aceras casi medievales de mi pueblo, mis pasos casi libres rumbo al sur donde las estrellas son fugaces igual que los nuevos amores; pero mi mano atada a otra como si la hubiesen soldado con acero. Mientras, la gente mira asombrada, comenta entre susurros de pasillos y vecindarios, silencian cuando paso frente a sus narices y les parece inconcebible que yo tenga una amante.
En vista de que me delaté haciendo pública mi aventura, pues qué más da: me confieso.

Si hay algo a valorar del catolicismo romano (no perteneciendo yo al catolicismo) es su práctica religiosa en la que los feligreses se confiesan; eso sí, disintiendo de las  penitencias. No entremos en detalles de lo que las gentes hacen con esa oportunidad; sencillamente recojamos aquí y entre Ud. y yo algo bueno de confesarse. Entre otras gracias, una confesión genuina se da a paso seguido a un auto-examen franco de conciencia y a una determinación irreversible de no fallar más. Vacía verbalmente todo lo que le joroba el alma mientras es escuchado con atención, luego en el confesatorio oye a un hombre decir que sus pecados son perdonados en el nombre de Dios. Uno sale como con alas nuevas. Como con vida fresca y conciencia libre. Los cristianos protestantes también nos confesamos,[1] no siempre ante un ministro, a veces frente a un amigo de la fe quien en el nombre de Dios nos guía en oración para ser perdonados, ¡y funciona! ¡Fascinante!

Esta vez me confieso ante Ud. solamente para contar que tengo una amante. Y antes de que Ud. se apresure a absolverme o a guiarme a una oración para ser perdonado por mis pecados, pues déjame entrar en detalles. Hace diez años zarpé en esta aventura encontrando en una mujer  amistad única, complicidad celeste, pasión viva, perdón sorprendente, afecto puro y respeto genuino. Y entre otras más, amante. No una de aquellas para amores furtivos ¡por favor! sino una de aquellas en las que puedo agradecer la bondad de Dios, pues ella a mi lado evidencia que el Señor me muestra su favor.[2]

En dulce arrebato te cuento que no es fácil tener amante por una década, que por momentos la idea de salir corriendo se hace intermitente. Pero no, me resisto a proceder así, he decido amarla. Lo que pasa querid@ confesor (a), es que para mí el “amar significa quedarse con lo elegido”[3] y el amor con el pasar de los años no mengua, no se extingue, no muere; madura, se fortalece y triunfa. Ella no es  una amante improvisada, no fue una ocurrencia irresponsable de mi juventud ni una fuga de atracción fatal; fue un don de la Vida. Para mí es tan legal amarla como respirar, el cielo jamás me lo prohíbe y para sorpresa colectiva cuento con el apoyo de Dios.

Absuélvame por favor, no me culpe por tener una amante durante una década, y quizá la tenga por décadas más. Mi confesión no es por lo que me joroba el alma, es por la bendición de compartir mis dichas, aunque pocas, significativas y escasas: esa amante es mi esposa.




[1] Santiago 5.16
[2] Proverbios 18.22
[3] J. Douma. Los Diez Mandamientos.2000, p. 33

LA SOCIEDAD DEL BESO

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