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el sello bestialmente humano
Mirando yo por entre
la celosía de la ventana de mi casa, vi un abanico de reacciones frente al
maravilloso libro bíblico Apocalipsis. A decir verdad, no es el único libro
apocalíptico que existe. Antonio Piñero,[1]
reconocido catedrático de la universidad Complutense en Madrid, recogió en un
libro 45 textos apocalípticos, entre ellos el Apocalipsis bíblico.
Los apocalipsis pertenecen a un género literario con un auge sin precedente entre los años 200 a.C y 100 d.C,[2] cuya intensión fue revelar algún misterio a un grupo restringido y, entre otras cosas, desempaca una serie de visiones y audiciones en un lenguaje metafóricamente enmarañado en el que Dios protagoniza, señorea y triunfa la historia a pesar de los pesares, llevando a éxito Sus planes soberanos.[3] La apocalíptica “era una literatura de la imaginación, del don de la fantasía y a menudo de una buena dosis de humor.”[4]
Los apocalipsis pertenecen a un género literario con un auge sin precedente entre los años 200 a.C y 100 d.C,[2] cuya intensión fue revelar algún misterio a un grupo restringido y, entre otras cosas, desempaca una serie de visiones y audiciones en un lenguaje metafóricamente enmarañado en el que Dios protagoniza, señorea y triunfa la historia a pesar de los pesares, llevando a éxito Sus planes soberanos.[3] La apocalíptica “era una literatura de la imaginación, del don de la fantasía y a menudo de una buena dosis de humor.”[4]
El Apocalipsis
bíblico es un libro escrito para ser leído, escuchado y entendido en comunidad,[5]
como diría el Dr. Juan Stam: «su sitio original no era el escritorio del experto sino la
congregación en su lectura comunitaria.»[6]
Leerlo presupone una lectura cristiana al Antiguo Testamento (AT), ya que el
Apocalipsis es totalmente fundamentado en él. No es un libro desmembrado del
resto de la Biblia, está en perfecta unión y coherencia con el resto de ella.
“Pa’ la muestra de un botón”: Apocalipsis está organizado por 404 versículos de
los cuales 278 contienen referencias al AT.[7]
Esto nos pone en perspectiva sana: para comprender al Apocalipsis bíblico es
inminente leer toda la Biblia. Además, para comprender cualquier porción del
Apocalipsis hay que leer todo el libro: es “el texto, todo el texto y sólo el
texto”.[8]
Algunos movimientos cristianos han usado el Apocalipsis bíblico para infundir temores en
las gentes, lo cual es pervertido ;pues Juan de Patmos escribió el
Apocalipsis para que la Iglesia de Asia menor no temiera.[9]
Otros manipulan el texto sagrado a fin de presumir de un conocimiento respecto
a los eventos futuros, especialmente el fin del mundo. Bueno, mencionemos
también quienes leen la Biblia para desacreditarla y atentar con argumentos
contra la esperanza cristiana. Sin embargo, valoramos profundamente quienes en
oración y dependencia del Espíritu Santo escudriñan las Escrituras para
encontrar en ella la voz de Dios y luego comunicarla a la Iglesia, al mundo.
Sea esta la
oportunidad para recoger sólo un texto apocalíptico mal usado, mal interpretado
en muchas oportunidades por muchas personas. Al texto que me refiero es Apocalipsis
13.18, que dice así: «Aquí hay sabiduría. El que tenga
entendimiento, que calcule el número de la bestia, pues es el número de un ser
humano, y es el seiscientos sesenta y seis.»
Francamente, el
capítulo 13 de Apocalipsis tiene mucha “tela pa’ cortar” que aquí no “cortaremos”,
infortunadamente. A fin de comprender lo que viene, le sugiero leer Apocalipsis
13 (haga un alto, tome un café y léalo), para que tenga en mente un mejor panorama;
de todos modos aquí ofrezco algo a “vuelo de pájaro”:
Después de una
visión apocalíptica de la persecución de Satán personificado en
un dragón a los santos en Jesucristo (cap.12), fracasado en su intensión, fue a
parar a la orilla de un mar de donde irrumpe una bestia majestuosa, poderosa,
blasfema, triunfante y aparentemente invencible (13.1-7). A esta bestia, el
dragón cede su autoridad (13.2) y muchos habitantes de la tierra la adoran
(13.8). El dragón es Satán (12.9), la bestia es el poder político del imperio
en el primer siglo: Roma. Luego, de la tierra irrumpió otra bestia con poderes
extraordinarios, con capacidad de engaño y autoritarismo para obligar multitudes a adorar la primer bestia; es decir, un «pseudoprofeta[10] quien trata
de persuadir a todo el mundo a que dé culto y se postre ante Satán y ante su
agente terreno, el primer monstruo procedente del mar. […] (13,12). Y cumple este propósito de dos maneras: haciendo milagros y
reproduciendo una imagen cultual del primer monstruo; y marcando a fuego a sus
seguidores en la frente o en la mano derecha...»[11]
Con ésta última: la
marca en la frente o en la mano, impuso y manipuló el culto, la política, la
cultura y el comercio. La marca es número de un ser humano; no es un número
demoníaco ni satánico. Ese número humano es el 666.
Continuará…
[1] Antonio Piñero. Los
Apocalipsis. EDAF. 2007
[2] Robert H. Mounce.
Comentario al Libro de Apocalipsis. 2007, p.35
[3] Piñero, p. 14-19
Carlos Villanueva. Características De La Literatura
Apocalíptica. REVISTA BÍBLICA. Año 54 – 1992 Págs. 193-217
Gonzalo Aranda. El Libro Sagrado En La Literatura
Apocalíptica. (Spanish). (2003). Scripta Theologica, 35(2), 319-353, p. 322.
[4] Juan Stam. Apocalipsis.
Tomo I. 1999, p.19
[5] Apocalipsis 1.1-3
[6] Ibid, p.17
[7] Swete, H. B., The Apocalypse of St. John,
Londres: Macmillan, 1917. p. cxl.
[8] Stam, p.22
[9] Ap. 1.17; 2.10
[10] La acción de la anterior
(Bestia del mar occidental, poder de Roma) culmina con esta Bestia de la tierra
(religión de oriente), que aparece después como Pseudo-profeta (16,13; 19,20;
20,10), figura central del anti-apocalipsis.
Xavier Pikaza. Apocalipsis. Verbo Divino, p.154
[11] Elisabeth Schüssler
Fiorenza. Apocalipsis. Visión De Un Mundo Justo. 2003, p.121