Carta Abierta A Un Pastor Confundido
Apreciado pastor, mirando yo por entre la celosía de la
ventana de mi casa te vi, alcancé a intuir las buenas intenciones que alberga
tu corazón en pastorear la comunidad por los valores del evangelio de
Jesucristo en el poder del Espíritu Santo. A pesar de esas buenas intenciones
te vi confundido; y lo supe en el instante de tus radicales rechazos a la teología, de lo evidente que son tus
esquivos a los teólogos.
Amigo mío, bien sabe Ud. que el ministerio no es un
resultado de iniciativas humanas compadecidas de la comunidad de santos en
Cristo; es una constitución del mismo Jesús resucitado a fin de perfeccionar a
los santos para el ministerio, como la edificación de la Iglesia (Efesios
4.11-12). Además, cuidamos una Iglesia no nuestra; de Dios. Tenemos un
ministerio ideado por Dios para provecho de la Iglesia; no personal. Lanzarnos sin
conocimiento de Dios, entre otras, a esta sublime labor no es saludable,
recordemos lo que dice las Escrituras: no
un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo (1
Timoteo 3:6).[1]
Observo algunas razones por las cuales carecemos de
preparación teológica, entre ellas: lo inaccesible que es la preparación seria
para el ministerio en muchos casos, las limitaciones económicas dejan al
ministro sin más opción, a veces la negligencia o el temor a enfrentarse con la
disciplina del saber, el rechazo desde diversos escenarios evangélicos a la
capacitación teológica porque, según ellos, el Espíritu Santo les revela todas
las verdades de Dios de manera sobrenatural, mística y sin el mínimo esfuerzo
de una disciplina al escudriñar las Escrituras. No niego ni rechazo lo que el
Espíritu de Dios hace en el ser de quien Escudriña la Biblia en oración, y de
lo mucho que puede aportar esa persona al cuerpo de Cristo. Como tampoco
podemos considerar la obra del Espíritu Santo en una mente perezosa, negligente
frente a las Escrituras. Dentro de ese grupo de quienes valoran solo la
“revelación espiritual”, se dan el gusto de
menospreciar lo que Dios ha permitido comprender a hombres y mujeres fieles al
estudio serio, responsable y cristiano a las Escrituras. “Nada es más absurdo
en religión que el rechazo de una autoridad que contiene la verdad del Dios vivo;
y nada podría ser más trágico que la sustitución de la voz de Dios por las
voces de los hombres”.[2]
Querido pastor, a veces las distancias con la teología
empiezan porque desconocemos lo que ella significa, lo que ella es, su
contenido, su esencia, su composición, su motivación, su propósito, su punto de
partida y llegada, entre otras. De manera humilde le ofrezco algunas
aclaraciones:
¿Qué es teología?
Técnicamente el vocablo teología
se deriva de dos palabras griegas: Theos
(Dios) y logos (razón, orden,
palabra); juntas señalan “El Estudio de Dios”. Haciendo la salvedad de lo
imposible que es para el ser humano estudiar a Dios. En realidad estudiamos lo
revelado de Dios en la Biblia. De manera básica y acertada te puedo decir que
teología es el estudio de la Revelación de Dios contenida en la Biblia.
Amigo mío, de alguna manera Ud. es teólogo, eso sí, si
estudia y encarna la Biblia. Todas las verdades eternas aprendidas y adheridas
a sus convicciones extraídas de ese sagrado libro, son teología. Cada verdad de
Dios que estremece su ser y luego comparte con otros, es teología. Mucha parte
de sus discipulados y sermones con sustentación bíblica, son teología. Si Ud. se
deleita en la Verdad revelada de Dios, Ud. es un teólogo.
Decía Spurgeon: “El estudio más excelente para ensanchar el
alma es la ciencia de Cristo, y este crucificado, y el conocimiento de la
deidad en la gloriosa Trinidad. Nada hay que desarrolle tanto el intelecto, que
magnifique tanto el alma del hombre, como la investigación devota, sincera, y
continua del gran tema de la Deidad.”[3]
Continuará…
En Cristo,
Ed. Ramírez Suaza
[1] La palabra neófito (gr. neo,futoj) significa “recién
convertido”. Pablo procura evitar que los ministros del evangelio omitan el proceso
de formación que los hace aptos para servir en la Iglesia.
[2] Bernard Ramm, The Pattern of Religious
Authority, 1959, p.16
[3] Spurgeon en J.I. Packer.
Hacia El Conocimiento de Dios. 1997, p.12