Un traidor puede traicionarse a sí mismo y hacer involuntariamente un bien.
J.R.R. Tolkien
Mirando yo por entre la celosía de la ventana de mi casa, vi por fin una de las cosas más sorprendentes de la existencia humana: un abanico de auto-traiciones muy amadas, por más odiosas que puedan ser; capacidades dolorosas de quebrantar la fidelidad que nos debemos, manifestando así una falta de respeto consigo mismo.
Muchas veces hemos sido nuestros propios Judas: vendemos nuestras preciosidades del alma por menos que veinte míseras monedas de plata.
Pocas veces somos atrevidos para hablarnos de esa capacidad innata de dar la espalda a quien se nos ocurra sin explicaciones, sin justificaciones justas, sin argumentos lógicos, sin humildad para reconocerlo.
Corazones bellacos, aun, para
consigo mismo.
Me resulta insólito pensar que las capacidades de auto-traición parecen ser inherentes en el ser humano desde su nacimiento. Quien se auto-traiciona lo hace por confusión, porque se auto-engaña al encontrar en sus lógicas, razones para evadir la verdad que le duele o que le resulta desagradable o inaceptable. Ejemplo, cuando en la vida conyugal uno de ellos es infiel. Quien padece el engaño, justifica las ausencias del otro. Justifica sus desamores; se somete a vivir en las ascuas de la duda y se esfuerza por creer las excusas de quien engaña. No acepta la verdad porque es más doloroso. Se esfuerza por hacer del auto-engaño un mecanismo de defensa, pero es una defensa que hiere profundamente. Es un escudo con filo agudo, que sólo hiere para un sólo lado; para el lado de quien lo usa. De iguales modos o semejantes, nos auto-traicionamos la vocación; la misión existencial que discernimos para nosotros mismos; nuestros deleites sagrados; nuestro proyecto de vida; nuestros descansos y posibilidades de paz interior; nuestra fe.
Quien padece de estos infortunios
debe aprender a tener autocompasión; a ser amable consigo mismo; a intentar
comprenderse; a conocerse. Porque, entre otras, la auto-traición marchita al
alma; amarga al corazón; llena de frío la existencia; desorienta los pasos;
nubla el camino; borra la dulzura de los ojos y llena de hiel la boca.
Todo ser humano debe aprender a redescubrirse en la mirada de Jesús, como si sus ojos fueran el espejo a través del cual cada uno puede mirarse, contemplarse, conocerse, apreciarse.
En otros espejos, en otras miradas;
la verdadera identidad se escapa, se esconde, se deforma.
En la mirada de Jesús, el ser humano
es invitado a vivirse como criatura en las manos de Dios. Y en un instante
revelador, “la humildad se le propone como epifanía de su auténtico ser, como
experiencia de humanización, y al mismo tiempo, como ámbito de revelación del
rostro de Dios.”[1]
En plena conciencia de quién es y de quién es Dios, amarse a sí mismo es inevitable.
Serse fiel es placer.
Autocompadecerse es camino.
Redescubrirse es vida.
Auto-perdonarse es aprendizaje.
Reorientarse es un don.
La fidelidad es creadora del ser y en su camaradería con la verdad es liberadora.
En la fidelidad de Dios, el ser
humano se permite construir y ser construido como mejor persona; como mejor
amigo de sí mismo, de su prójimo y de su Creador.
En la verdad de Dios, el ser humano
se libera y es libre de los engaños, algunos con dulce apariencia que le
enajenan con miedos, inseguridades, caprichos pasajeros y posibilidades
continuas de auto-traición.
Recibir el don de la fidelidad y de la verdad, es volver a vivir.
Es vivir en aras de plenitud.
Profesarse fidelidad es equivalente
a amarse libremente. Inclusive, amarse puede ser referente para poder amar a
otros con libertad: “ama a tu prójimo como a ti mismo”.
La vida es bien vivida cuando se aprende a existir con respeto. Respeto a Dios. A sí mismo y a los semejantes. La vida es mal interpretada y mal vivida cuando se pierden todas las posibilidades y oportunidades de respetar su propio ser y el de los demás.
©2020 Ed. Ramírez Suaza
[1] Elisa Estévez L. “Para tu libertad bastan mis alas:
encuentro de Jacob con la divinidad.” Aletheia. He visto al que me ve. EVD, Estella, (2006): 92- 125