Oír o leer sin
reflexionar es una ocupación inútil.
Kung-Fu-Tze
Mirando yo por entre la celosía de la ventana de
mi casa, vi a un hombre levita tomar el cuerpo inerte de su concubina,
descuartizarlo en 12 pedazos y enviar cada uno a las 12 tribus de Israel. El
escándalo fue grande. Así, el levita hizo noticia su tragedia. Así, provocó la
indignación de su pueblo. Así, encendió los corazones de Israel a la venganza,
quienes efectivamente fueron hasta la tierra de los benjaminitas y casi los
exterminan.
El panorama completo se encuentra en el
fascinante libro de los Jueces, capítulo 19.
El último versículo del capítulo 19 de Jueces
dice, “…Reflexionad
sobre el asunto y dad vuestro parecer.” Ese broche de oro con el que
cierra el escritor este relato escandaloso para muchos, tal vez morboso para
algunos; me hace creer que ésta historia nos ha sido preservada para
reflexionar. Luego, dar nuestro parecer. Comparto unas sencillas reflexiones,
mi parecer:
• Los
levitas fueron los primeros hombres religiosos en Israel, encargados de dirigir
el culto a Dios en medio de su pueblo. En coherencia con esto, sus vidas debían
reflejar sus convicciones religiosas. Aunque permitida la poligamia,
culturalmente en aquel entonces, el levita debía disfrutar de una diferencia
existencial en relación con su entorno; pero no, vive según la corriente de su
mundo: “cada uno hace como le da la gana” (premisa típica en todo el libro de
los jueces). Pa’ la muestra de un botón: el sacerdote levita tiene una amante.
Esto refleja la degradación religiosa, ministerial de la época. Si por una
ventana franca nos miramos a nosotros mismos, no podremos negar las pérdidas de
virtud cristiana dentro de la iglesia. Ya vienen siendo muchos los escándalos
morales de algunos que se proclaman ministros de Dios. Y eso avergüenza, pero
una mirada responsable nota también los muchos otros ministros que viven el
evangelio de maneras muy bellas, llenas de luz.
• Colombia
es un país de gente que quiere satisfacer sus depravaciones sexuales a cualquier
costo. Por mencionar un ejemplo, Rafael Uribe[1],
porque tenía poder y dinero sintió que puede abusar de una niña hasta
arrebatarle la vida. Nuestro país se desangra entre ríos de impunidad ante
centenares de abusos sexuales a niños y niñas; a hombres y mujeres. Valga la
pena mencionar que los abusadores sexuales no son exclusivamente de sexo
masculino; muchas mujeres han abusado de otros, violentando la integridad de
sus víctimas.
Esta realidad no parece tener freno; cada vez la
depravación colombiana aumenta. Y como Iglesia, ¿qué hacemos? El evangelio
tiene que llegar hasta los rincones del país, sobre todo, hasta los rincones
del corazón humano para que la luz de Cristo derrote tantas tinieblas que
depravan a los hombres. No podemos seguir indiferentes ante las realidades del
mundo.
• La
Iglesia ha perdido sentido y voz de justicia. Los delitos atroces en nuestro
país son innumerables; nuestros silencios vergonzosos. La única vez que nos
unimos en Colombia los cristianos católicos, pentecostales, reformados, luteranos,
bautistas, independientes, carismáticos… fue el año pasado para contener las
cartillas de Gina Parodi, no niego que fue contundente, pero dejamos de hacerlo
frente a otros delitos más atroces que aquellas cartillas.
• Finalmente,
el silencio de Dios. ¿Ya notó que en todo el relato Dios parece ausente? ¿Ya
notó el silencio de Dios es este caso? El silencio de Dios es insoportable. Una
vez dijo Martín Lutero: -Señor, bendíceme o maldíceme; pero no calles-. Jesús,
descuartizado sobre la cruz, no soportando el silencio del Padre exclamó:
-Eloi, Eloi, ¿lama sabactani?-, que significa «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me
has desamparado?»- “La respuesta de Dios no fue inmediata, pero llegó. El grito
de Jesús es paralelo a las manos de la concubina del levita sobre el umbral de
la casa. Es la voz que recoge el silencio de esta mujer y de todas las víctimas
como ella, las que gritan sin que nadie les escuche, las que gritan ante los
sordos oídos de la gente... y las que ni siquiera tuvieron posibilidad de
gritar. El silencio de la mujer muerta apela al grito de Jesús y el cadáver
destrozado apela al cuerpo maltratado de Jesús” (Mercedes Navarro). En tanto
llega la resurrección de los muertos, prestemos nuestra voz, nuestras manos
para gritar por quien no puede hacerlo, para ayudar a quien ha sido destrozado
por la depravación de otros. El buen samaritano precisa de nuevas versiones;
las que hacemos tú y yo. Llevemos la gente a casa, curemos las heridas,
hablemos de Jesús.
©2017 Ed. Ramírez Suaza
[1] http://www.elespectador.com/noticias/bogota/uribe-noguera-si-mato-yuliana-samboni-y-el-vigilante-de-articulo-670087