lunes, 13 de marzo de 2017

EL DESCUARTIZADOR II

Oír o leer sin reflexionar es una ocupación inútil.
Kung-Fu-Tze



Continuación
Mirando yo por entre la celosía de la ventana de mi casa, vi a un hombre levita tomar el cuerpo inerte de su concubina, descuartizarlo en 12 pedazos y enviar cada uno a las 12 tribus de Israel. El escándalo fue grande. Así, el levita hizo noticia su tragedia. Así, provocó la indignación de su pueblo. Así, encendió los corazones de Israel a la venganza, quienes efectivamente fueron hasta la tierra de los benjaminitas y casi los exterminan.
El panorama completo se encuentra en el fascinante libro de los Jueces, capítulo 19.

El último versículo del capítulo 19 de Jueces dice, “…Reflexionad sobre el asunto y dad vuestro parecer.” Ese broche de oro con el que cierra el escritor este relato escandaloso para muchos, tal vez morboso para algunos; me hace creer que ésta historia nos ha sido preservada para reflexionar. Luego, dar nuestro parecer. Comparto unas sencillas reflexiones, mi parecer:

•          Los levitas fueron los primeros hombres religiosos en Israel, encargados de dirigir el culto a Dios en medio de su pueblo. En coherencia con esto, sus vidas debían reflejar sus convicciones religiosas. Aunque permitida la poligamia, culturalmente en aquel entonces, el levita debía disfrutar de una diferencia existencial en relación con su entorno; pero no, vive según la corriente de su mundo: “cada uno hace como le da la gana” (premisa típica en todo el libro de los jueces). Pa’ la muestra de un botón: el sacerdote levita tiene una amante. Esto refleja la degradación religiosa, ministerial de la época. Si por una ventana franca nos miramos a nosotros mismos, no podremos negar las pérdidas de virtud cristiana dentro de la iglesia. Ya vienen siendo muchos los escándalos morales de algunos que se proclaman ministros de Dios. Y eso avergüenza, pero una mirada responsable nota también los muchos otros ministros que viven el evangelio de maneras muy bellas, llenas de luz.

•          Colombia es un país de gente que quiere satisfacer sus depravaciones sexuales a cualquier costo. Por mencionar un ejemplo, Rafael Uribe[1], porque tenía poder y dinero sintió que puede abusar de una niña hasta arrebatarle la vida. Nuestro país se desangra entre ríos de impunidad ante centenares de abusos sexuales a niños y niñas; a hombres y mujeres. Valga la pena mencionar que los abusadores sexuales no son exclusivamente de sexo masculino; muchas mujeres han abusado de otros, violentando la integridad de sus víctimas.
Esta realidad no parece tener freno; cada vez la depravación colombiana aumenta. Y como Iglesia, ¿qué hacemos? El evangelio tiene que llegar hasta los rincones del país, sobre todo, hasta los rincones del corazón humano para que la luz de Cristo derrote tantas tinieblas que depravan a los hombres. No podemos seguir indiferentes ante las realidades del mundo.

•          La Iglesia ha perdido sentido y voz de justicia. Los delitos atroces en nuestro país son innumerables; nuestros silencios vergonzosos. La única vez que nos unimos en Colombia los cristianos católicos, pentecostales, reformados, luteranos, bautistas, independientes, carismáticos… fue el año pasado para contener las cartillas de Gina Parodi, no niego que fue contundente, pero dejamos de hacerlo frente a otros delitos más atroces que aquellas cartillas.

•          Finalmente, el silencio de Dios. ¿Ya notó que en todo el relato Dios parece ausente? ¿Ya notó el silencio de Dios es este caso? El silencio de Dios es insoportable. Una vez dijo Martín Lutero: -Señor, bendíceme o maldíceme; pero no calles-. Jesús, descuartizado sobre la cruz, no soportando el silencio del Padre exclamó: -Eloi, Eloi, ¿lama sabactani?-, que significa «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?»- “La respuesta de Dios no fue inmediata, pero llegó. El grito de Jesús es paralelo a las manos de la concubina del levita sobre el umbral de la casa. Es la voz que recoge el silencio de esta mujer y de todas las víctimas como ella, las que gritan sin que nadie les escuche, las que gritan ante los sordos oídos de la gente... y las que ni siquiera tuvieron posibilidad de gritar. El silencio de la mujer muerta apela al grito de Jesús y el cadáver destrozado apela al cuerpo maltratado de Jesús” (Mercedes Navarro). En tanto llega la resurrección de los muertos, prestemos nuestra voz, nuestras manos para gritar por quien no puede hacerlo, para ayudar a quien ha sido destrozado por la depravación de otros. El buen samaritano precisa de nuevas versiones; las que hacemos tú y yo. Llevemos la gente a casa, curemos las heridas, hablemos de Jesús.    

©2017 Ed. Ramírez Suaza 






[1] http://www.elespectador.com/noticias/bogota/uribe-noguera-si-mato-yuliana-samboni-y-el-vigilante-de-articulo-670087

LA SOCIEDAD DEL BESO

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