jueves, 4 de mayo de 2017

PAÑUELOS EN EL CIELO



Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados.
Jesús de Nazaret



Pañuelos en el Cielo
cuando Dios mismo seque toda lágrima

Mirando yo por entre la celosía de la ventana de mi casa, vi un joven venezolano quien desnudo con una biblia en la mano rogaba - ¡No más! - a las autoridades militares de su país. La prostituida policía en lugar de cumplir su papel -proteger la ciudadanía- lo agreden. Alcanzo a ver su llanto impotente;[1] sólo quiere que cese la tragedia en su amada Venezuela.

En el rostro de ese joven quedan expuestos los miles de rostros que lloran las tragedias sociopolíticas de sus pueblos, las injusticias, los abusos del poder, la muerte, la violencia…
Lloran porque no saben qué más hacer. Lloran porque se saben impotentes frente al monstruo corrupto, dictatorial de sus “gobernantes”. Llantos por el hambre. Llantos por la calamidad. Llantos por los desastres.

A veces me pregunto, ¿se han derramado más lágrimas que sangre en el mundo?
Todos los seres humanos lloramos, pero no todos los llantos son a causa del sufrimiento; aunque no es descabellado intuir que las aflicciones de la vida sean la causa principal. Vea usted, el dolor no hace acepción de personas: visita al pobre y al rico. Sorprende al fuerte y al débil. Abraza al grande y al pequeño. En diferentes medidas, desde diferentes frentes existenciales, sufrir es inevitable.

Tan inevitable y real que hasta Dios mismo sufrió. El profeta Isaías en su oráculo del siervo sufriente con mágica poesía así lo describe: “…el hombre más sufrido, el más experimentado en sufrimiento” (Is. 53.3). Jesús en la cruz; siervo sufriente de Dios.
Maravilla mi alma el retrato paradójico plasmado por Juan de Patmos en el libro de Apocalipsis de éste mismo siervo sufriente: un Cordero degollado, al mismo tiempo majestuoso.  Uno que sufrió nuestras tragedias, experimentó nuestro dolor, peregrinó a nuestro lado y, a diferencia de nosotros, ¡venció! 
Lo fascinante aquí es que su victoria nos da esperanza.

¡Esperanza!
¿Esperanza?

Mira la manera tan bella en que Jürgen Moltmann la define: “mirada y orientación hacia adelante, y es también, por ello mismo, apertura y transformación del presente.”
El siervo sufriente anunciado por Isaías, plasmado por Juan de Patmos como el Cordero degollado y majestuoso nos da esta esperanza.

¡Quién creyera! 
El Apocalipsis bíblico lo escribió Juan de Patmos para dar esperanza, entre otras, a una comunidad sufriente a finales de siglo I de nuestra era. En medio de muchos llantos a causa de diversas tragedias, la esperanza brilla entre las páginas del Apocalipsis bíblico para que su lector y oyentes orienten la mirada hacia el futuro que Dios aproxima a ellos y consecuentemente disfruten la apertura y transformación del presente.

La inmensidad del futuro glorioso que Dios acerca al encuentro de nuestro presente es asombrosa. Para estas líneas, me siento como sacando con jeringa agua del océano Atlántico, al mencionar con certera ilusión esta esperanza:
no tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno; porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos (Ap. 7.16-17).
“Ellos”, quienes en medio de los sufrires decidieron seguir y amar a Cristo sin volver atrás.
Sé que muchas son las aflicciones aquí. Sé que muchas son las lágrimas aquí. Sé que el dolor es grande aquí. Pero todo esto lo soportamos con esperanza, mirando al mañana que se nos avecina: ¡el mañana de Dios!

Por la ventana de mi casa no sólo alcanzo a ver al joven desnudo con su biblia en la mano gritando - ¡No más! - Veo a Dios saliendo al encuentro de las naciones con pañuelos en su mano para sanarlas (Ap. 22.2), secando las lágrimas de sus ojos, gritando también: ¡No más! ¡No más llantos! ¡No más muerte! ¡No más dolor! Porque Él hará nuevas todas las cosas.

¡Estas palabras son fieles y verdaderas! (Ap. 21.5).
Tan ciertas como el agua sacia mi sed.
Tan puras como el beso de mis hijos en cada amanecer.
Tan veraces como mi Dios.

©2017 Ed. Ramírez Suaza 




[1] https://www.youtube.com/watch?v=15Vgm5mAAqc

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