martes, 23 de septiembre de 2014

Santificado Sea Tu Nombre III

Santificado Sea Tu Nombre III

Santificado sea tu nombre
Cuando abordamos el Padrenuestro, de entrada nos encontramos con la invocación inesperada de llamar a Dios “Padre nuestro”. Quizá, más inesperado en sus primeros oyentes, porque no era común llamar a Dios Padre, mucho menos nuestro. E inmediatamente aparece la primera petición de esta oración, …santificado sea tu nombre,…

Al parecer, esta frase “se encuentra una antigua oración judía aramea llamada Qaddish (escrito también Kaddish, por la primera palabra de la oración, que significa «sea santificado»). Esta oración dice: «Sea glorificado y santificado su gran nombre en el mundo que él creó según su voluntad. Establezca su reino durante tu vida y durante tus días...» (Craig. 2007, p.44). Lo cual implica que Jesús no se desconecta de la vida piadosa de los judíos, que tiene presente sus plegarias, tomándolas en cuenta para enseñar a orar. Como tampoco se desconecta de las Sagradas Escrituras, en donde hace del oráculo del profeta Ezequiel (36.22-23)[1] una petición.

La pregunta que inmediatamente nos surge es, ¿por qué tanto interés en la santificación de su nombre? El Dios de la Biblia se ha dado a conocer el ser humano progresivamente en el marco de la historia por medio de sus intervenciones, por su Palabra. Claro está, Cristo, plenitud de la revelación de Dios. Toda esta teología se esfuerza por abarcarse en un nombre, el nombre de Dios. Con su nombre, se identifican en él la constancia, el contenido y la comprensibilidad de su persona que hacen que Yahvé de algún modo sea cognoscible y esté a disposición de Israel (Brueggemann. 2007, p.251). Adjuntaría a esto Piper, “Su nombre indica lo que realmente él es, en especial, con respecto a nosotros” (2006, p.108). Esto implica que al tener alianza con una comunidad, esas personas son responsables de la reputación divina entre las naciones de la tierra. De la comunidad del pacto depende que el resto del mundo conozca a Dios. Y esta es su osadía: confió a su pueblo la santidad de su nombre. Es decir, la buena imagen de su ser ante la humanidad. 

En el Padrenuestro, Jesús recoge toda esta historia-teología del nombre de Dios, al incluir una frase en la oración donde comparte la compasión del Padre, la preocupación por la reputación de su nombre en el resto de la historia escatológica de Dios en su amado Hijo Cristo. En Jesús se construye una nueva alianza con una nueva comunidad incluyente, sin discriminaciones algunas. Esa comunidad universal, ahora cristiana, también lleva sobre sí el nombre de Dios, además debe evidenciar un interés permanente en santificar el nombre de Dios, orando como en el siglo II d.C., “Señor, recuerda a tu Iglesia, (...) hazla santa, llámala de los cuatro vientos y tráela a tu Reino, el cual tú has preparado para ella” (Ladd. 2002, p.145). Oración pertinente a la comunidad creyente: ¡haznos santos; santificado sea tu nombre!


Conclusiones
Santificado sea tu nombre, es la plegaria que oramos a diario, con la necesidad de complementar en vida su esencia escatológica. Sólo Dios puede santificar su nombre, nosotros solo podemos hacer plegaria. 

Santificado sea tu nombre, es la práctica de ética cristiana, que en su estilo de vida celebra y encarna la nueva humanidad en Cristo. Es decir, la escatología cristiana es un camino en contravía de las corrientes del mundo que transitamos con fe, esperanza y amor.

Santificado sea tu nombre, es una realidad entre nosotros desde la cruz de Cristo. Allí, todo el oráculo de Ezequiel se realiza en los creyentes, quienes en el peregrinaje de fe van disfrutando esa santificación, restauración, retorno a Dios, obediencia, nuevo corazón, en fin, para gozar de una escatología inaugurada en Aquel quien será fiel en completar la buena obra comenzada en su Iglesia. En la cruz de Cristo, Dios santifica su nombre.

Santificado sea tu nombre, es una plegaria anhelante de la manifestación culminante del proyecto divino en la historia humana. Solo así oramos aquellos que deseamos el desenlace de la historia hacia la parousía, la resurrección de los santos, la nueva creación, el aterrizaje del cielo en la tierra; cuando a plenitud Dios santifique su nombre. “Amén. ¡Ven, Señor Jesús!” (Ap. 22.20).

Santificado sea tu nombre, es construcción escatológica, porque realizamos en nuestra realidad la esperanza jesuana. Vivimos en coherencia con las promesas de Dios en Cristo. En otras palabras, construimos humanidad, lo cual es escatológico, porque hace a Dios presente y su futuro nuestra realidad. Dice L. Boff al respecto,
Santificamos el nombre de Dios cuando con nuestra vida, con nuestra actitud solidaria, ayudamos a construir relaciones humanas más ecuánimes y más santas, que impiden la violencia y la explotación del hombre por el hombre. Dios sufre violación siempre que se viola su imagen y semejanza, que es el ser humano; y en cambio recibe glorificación cuando se restituye la dignidad humana al expropiado o violentado. Aquí despunta el desafío de una santificación libertadora; en el esfuerzo por gestar un mundo que objetivamente honre y magnifique a Dios por la mejor calidad de vida que se logre alcanzar (1986, pp. 66-67).

Orar santificado sea tu nombre, es descubrir que nuestro pasado ha sido perdonado, nuestro presente dotado de vocación cristiana y nuestro futuro sorprendido en los destinos históricos preparados por el Soberano de la creación.


 ©2014 Ed. Ramírez Suaza




[1] Aunque desde la Torá (Lv. 19.12; 22.2), ya se ofrecía la comprensión del nombre de Dios como una manera de referirse, no sólo a una identidad, a la persona misma. Invocar, llevar el nombre de Dios es una manera de comunicar presencia de Dios en la invocación, en poner el nombre de Dios sobre algo, ciudad o alguien (Núm. 6.27, 2 Re. 21.4). El oráculo de Ezequiel, encuentra ecos también en Isaías 48.9-11 y en Jeremías  34.16, entre otros pasajes de la Escritura. Para esta oportunidad, acudo a la referencia de Ezequiel 36.

viernes, 12 de septiembre de 2014

Santificado Sea Tu Nombre II

Santificado Sea Tu Nombre II
una oración escatológica en tiempos escatológicos

Mirando yo por entre la celosía de la ventana de mi casa, vi que la oración es un acontecimiento por la fe en Cristo, por él y para él. Es el acontecer de un diálogo coherente con Dios sobre el tapete del futuro Suyo que hacemos presente. Es decir, una oración escatológica.

Escatología
En algún momento, en algunas personas, la escatología se entiende como la doctrina que se ocupa de las últimas cosas en el acontecer humano e histórico. Enfocados, específicamente, en la historia de salvación revelada en las Escrituras como asuntos del futuro. Pero la comprensión cristiana con respecto a la escatología ha recibido la gracia de ver con más claridad, puridad y amplitud su esencia.

Escatología, significa doctrina acerca de la esperanza cristiana, la cual abarca tanto lo esperado como el mismo esperar vivificado por ello. En su integridad, y no sólo en un apéndice, el cristianismo es escatología; es esperanza, mirada y orientación hacia adelante, y es también, por ello mismo, apertura y transformación del presente… por ello no puede ser, en realidad, un fragmento de doctrina cristiana. Por el contrario, el carácter de toda predicación cristiana, de toda existencia cristiana y de la iglesia entera tiene una orientación escatológica (Moltmann. 1965).

La escatología cristiana no pretende escapar de la realidad en embelesos futuristas, mas bien, “Quien espera en Cristo no puede contentarse más con la realidad dada, pero sufre por causa de ella y comienza a contradecirla” (Moltmann en Ahlert. 2008, p.77). También, la escatología es la convicción de que la historia se dirige a algún lugar bajo la dirección divina, hacia el nuevo mundo de justicia, sanidad, esperanza de Dios. Con el término escatología nos referimos “al sentido global y completo del futuro que Dios le tiene deparado al mundo y a la creencia de que dicho futuro ya ha empezado a manifestarse para encontrarse con nosotros en el presente” (Wright, pp. 175, 176).

Escatología, entre otras, es encontrarse, conocer, vivir y construir el futuro de Dios en el presente de la humanidad.

Oración escatológica
Con una aproximación a lo que es orar y a lo que es escatología cristiana, no quisiera pasar por alto aproximarnos, igualmente, a la comprensión de la oración escatológica. En donde básicamente dialogamos con Dios coherentemente a su revelación y a su manifestación futura al encuentro de nosotros en nuestro presente; con gratitud, maravilla, petición, súplica, silencio, alabanza en Jesucristo, por él y para él; para provecho personal y en favor de la humanidad, especialmente de la Iglesia. Además, la oración escatológica también es vida. Esta oración no permite al orante cruzarse de brazos, por el contrario, impulsa al creyente a que diligentemente traduzca sus palabras de oración en hechos de oración, dramatizando el libreto del Reino de Dios en cada aspecto de la existencia, evocando en cada uno de ellos la esperanza cristiana.

Contextualización de la oración Padrenuestro
La oración del Padrenuestro, en el evangelio de Mateo, irrumpe como uno de los aspectos que aborda Jesús en su discurso que da inauguración a la comprensión más grande en la historia de Israel al Reino de Dios. El sermón de la montaña “comienza con la perspectiva del reino de los cielos, que forma el contenido del evangelio predicado. El sermón de la montaña no presupone, pues, el evangelio del Reino, sino que lo es” (Luz. 1993, p.256). Este evangelio del Reino de Dios se integra con lo sublime de las bienaventuranzas (5.3-12), la responsabilidad de  los discípulos para con el mundo (5.13-16), la perspectiva correcta de la ley mosaica (5.17-20), la vivencia genuina de la integridad (5.21-48), la sinceridad en su expresión más pura (6.1-18), la actitud acertada frente a las finanzas (6.19-34), la mirada franca a los pecados propios, en lugar de los ajenos (7.1-6), la confianza cuando oramos (7.7-12). Finalmente: entrada, fructificación, pertenencia y construcción de vida en el Reino de Dios (7.13-29).

Para Ulrich Luz, la simetría[1] con la que Mateo recrea el sermón de la montaña es sorprendente, y tanto más cuando la lectura a este sermón es reiterada y panorámica: “Ya la estructura del sermón de la montaña ofrece, pues, ciertas indicaciones claras sobre el modo en que debe entenderse: el Padrenuestro es su texto central” (p. 259). La oración no está desvinculada de ninguno de los elementos que componen el sermón del monte; por el contrario, se ata a todos ellos para darse expresión viva de existencia jesuana.


continuará...



©2014 Ed. Ramírez Suaza




[1] Ver más: Luz, Ulrich (1993). El Evangelio Según San Mateo, Vol. I. Salamanca: Sígueme, p.260

miércoles, 3 de septiembre de 2014

Santificado Sea Tu Nombre

Santificado Sea Tu Nombre
una oración escatológica en tiempos escatológicos


Introducción
¡Señor, enséñanos a orar…!
Así inician el camino de oración unos discípulos galileos que aprenden día a día a tener vigente una experiencia de Dios palpable en la persona de Jesucristo. No saben orar, aunque pedir que sean iniciados en ella ya es en sí misma una oración. Así de corta y profunda a la vez es la plegaria del orante cuyo deseo de intimar con su Creador es continuo. Porque, como decía Karl Barth, “¿Hay algún ser humano que pueda afirmar que sabe orar? Me temo que la persona que lo afirmara no sabría, precisamente, orar de verdad. Y lo contrario habría que decirle a quien se queja de que no sabe orar: ¡Precisamente así estás muy cerca de orar de veras!” (2005, p.80).

Verbalizar el interés por emprender la experiencia de la oración como lo hicieron los doce apóstoles de Jesús, es porque con claridad comprendemos que, “los discípulos han de orar no sólo porque Jesús ha orado o como Jesús ha orado, sino que han de orar en Jesús. El discípulo sabe bien que Jesús sostiene, refuerza e impregna nuestra oración” (Martini en Muñoz. 2008, p.210).

La oración cristiana y escatológica irrumpe en Dios hacia el ser humano. El punto de partida a la hora de orar es Dios y el de llegada es el hombre, quien recibiendo esa invitación amorosa responde coherentemente con diálogo y vida. Tomando así conciencia de que la oración “es una gran bienaventuranza y es una experiencia sublime, aun cuando no sea consciente de todos los alcances de ese acto” (Mosquera. 2010, p.37).


Oración
Ya que la frase en cuestión se encuentra en el Padrenuestro, santificado sea tu nombre, la abordo desde el evangelio según S. Mateo, proponiendo desde allí aproximarnos a una definición parcial. Consciente de que el Padrenuestro no está escrito para ser definido, más bien para ser vivenciado (Mt. 7.42-29) y desde la experiencia orante, comprendido.

En Mateo 6.9, la palabra que usa Jesús para referirse a la oración es προσεύχεσθε (proseújesthe), vocablo  que “Expresa toda manera de entrar en contacto con Dios y de aquí que pueda emplearse sin más especificaciones” (Coenen, Beyreuther & Bietenhard. ed. 1993, p.212). Paradójico que al mismo tiempo haya tanto por abarcar desde el término oración, como de la vivencia de ella misma, porque en la oración
“estamos abiertos a alguien, a algo más allá. Cuando menos en principio, estamos conscientes de un poder que va más allá de nuestro propio poder, de una presencia, quizás incluso de una persona que está más allá y probablemente está más elevada que nuestra propia persona. Toda oración es así. Es, cuando menos, un punto de partida” (Wright. 2011, p.355).

Mateo, 5.1-12, nos hace partícipes de las bienaventuranzas como el fundamento sobre el cual es construido el sermón de la montaña, de ellos no podemos desprender cada aspecto del primer discurso público de Jesús. Además, este sermón inaugura la escatología que hace presente el cielo en la tierra, la realidad donde el cielo y la tierra se encuentran para hacer una vez más posible la cercanía del Creador con la humanidad orante. Así, la oración del Padrenuestro se concibe como un encuentro en el ahora, una puerta abierta para cada hoy, una invitación en cada presente que emana por el Dios del futuro, quien en la resurrección de su Hijo Cristo nos trajo el mañana a nuestro hoy. Decía Kasper, “La oración creyente no sólo cuenta con la certeza de la escucha futura; anticipa ya ahora el reinado de Dios, porque abre un margen a la soberanía de Dios y le permite entrar en acción” (1986, p.169).

Orar, es la respuesta del ser humano a la propuesta divina de diálogo que se desempaca de maneras comprensibles al hombre en sus actos, sus palabras en todos los tiempos; a fin de darse a conocer, hacerse presente y protagonizar nuestra historia como un acontecimiento escatológico, soteriológico y santo. En la oración dependemos de Cristo, de su Espíritu para hallar el contenido de nuestra respuesta a Dios, y para que tan anhelado diálogo acontezca.
La oración es en él, por él y para él.


continuará...

©2014 Ed. Ramírez Suaza

LA SOCIEDAD DEL BESO

Mirando yo por entre la celosía de la ventana de mi casa, vi besos. ¡Qué belleza! Vi el beso de un padre bien chantao sobre la mejilla de su...