Santificado Sea Tu Nombre III
Santificado
sea tu nombre
Cuando abordamos el Padrenuestro, de entrada nos
encontramos con la invocación inesperada de llamar a Dios “Padre nuestro”.
Quizá, más inesperado en sus primeros oyentes, porque no era común llamar a
Dios Padre, mucho menos nuestro. E inmediatamente aparece la primera petición
de esta oración, …santificado sea tu
nombre,…
Al parecer, esta frase “se encuentra una antigua
oración judía aramea llamada Qaddish (escrito también Kaddish, por la primera
palabra de la oración, que significa «sea santificado»). Esta oración dice: «Sea
glorificado y santificado su gran nombre en el mundo que él creó según su
voluntad. Establezca su reino durante tu vida y durante tus días...» (Craig.
2007, p.44). Lo cual implica que Jesús no se desconecta de la vida piadosa de
los judíos, que tiene presente sus plegarias, tomándolas en cuenta para enseñar
a orar. Como tampoco se desconecta de las Sagradas Escrituras, en donde hace
del oráculo del profeta Ezequiel (36.22-23)[1]
una petición.
La pregunta que inmediatamente nos surge es,
¿por qué tanto interés en la santificación de su nombre? El Dios de la Biblia
se ha dado a conocer el ser humano progresivamente en el marco de la historia
por medio de sus intervenciones, por su Palabra. Claro está, Cristo, plenitud
de la revelación de Dios. Toda esta teología se esfuerza por abarcarse en un
nombre, el nombre de Dios. Con su nombre, se identifican en él la constancia,
el contenido y la comprensibilidad de su persona que hacen que Yahvé de algún
modo sea cognoscible y esté a disposición de Israel (Brueggemann. 2007, p.251).
Adjuntaría a esto Piper, “Su nombre indica lo que realmente él es, en especial,
con respecto a nosotros” (2006, p.108). Esto implica que al tener alianza con
una comunidad, esas personas son responsables de la reputación divina entre las
naciones de la tierra. De la comunidad del pacto depende que el resto del mundo
conozca a Dios. Y esta es su osadía: confió a su pueblo la santidad de su
nombre. Es decir, la buena imagen de su ser ante la humanidad.
En el Padrenuestro, Jesús recoge toda esta historia-teología
del nombre de Dios, al incluir una frase en la oración donde comparte la
compasión del Padre, la preocupación por la reputación de su nombre en el resto
de la historia escatológica de Dios en su amado Hijo Cristo. En Jesús se
construye una nueva alianza con una nueva comunidad incluyente, sin
discriminaciones algunas. Esa comunidad universal, ahora cristiana, también
lleva sobre sí el nombre de Dios, además debe evidenciar un interés permanente
en santificar el nombre de Dios, orando como en el siglo II d.C., “Señor,
recuerda a tu Iglesia, (...) hazla santa, llámala de los cuatro vientos y
tráela a tu Reino, el cual tú has preparado para ella” (Ladd. 2002, p.145).
Oración pertinente a la comunidad creyente: ¡haznos santos; santificado sea tu
nombre!
Conclusiones
Santificado sea tu nombre, es la plegaria que oramos a diario, con la
necesidad de complementar en vida su esencia escatológica. Sólo Dios puede
santificar su nombre, nosotros solo podemos hacer plegaria.
Santificado sea tu nombre, es la práctica de ética cristiana, que en
su estilo de vida celebra y encarna la nueva humanidad en Cristo. Es decir, la
escatología cristiana es un camino en contravía de las corrientes del mundo que transitamos con fe, esperanza y amor.
Santificado sea tu nombre, es una realidad entre nosotros desde la
cruz de Cristo. Allí, todo el oráculo de Ezequiel se realiza en los creyentes,
quienes en el peregrinaje de fe van disfrutando esa santificación,
restauración, retorno a Dios, obediencia, nuevo corazón, en fin, para gozar de
una escatología inaugurada en Aquel quien será fiel en completar la buena obra
comenzada en su Iglesia. En la cruz de Cristo, Dios santifica su nombre.
Santificado sea tu nombre, es una plegaria anhelante de la
manifestación culminante del proyecto divino en la historia humana. Solo así
oramos aquellos que deseamos el desenlace de la historia hacia la parousía, la resurrección
de los santos, la nueva creación, el aterrizaje del cielo en la tierra; cuando
a plenitud Dios santifique su nombre. “Amén. ¡Ven, Señor Jesús!” (Ap. 22.20).
Santificado sea tu nombre, es construcción escatológica, porque realizamos
en nuestra realidad la esperanza jesuana. Vivimos en coherencia con las
promesas de Dios en Cristo. En otras palabras, construimos humanidad, lo cual
es escatológico, porque hace a Dios presente y su futuro nuestra realidad. Dice
L. Boff al respecto,
Santificamos el nombre
de Dios cuando con nuestra vida, con nuestra actitud solidaria, ayudamos a construir
relaciones humanas más ecuánimes y más santas, que impiden la violencia y la
explotación del hombre por el hombre. Dios sufre violación siempre que se viola
su imagen y semejanza, que es el ser humano; y en cambio recibe glorificación
cuando se restituye la dignidad humana al expropiado o violentado. Aquí
despunta el desafío de una santificación libertadora; en el esfuerzo por gestar
un mundo que objetivamente honre y magnifique a Dios por la mejor calidad de
vida que se logre alcanzar (1986, pp. 66-67).
Orar santificado sea tu nombre, es descubrir
que nuestro pasado ha sido perdonado, nuestro presente dotado de vocación
cristiana y nuestro futuro sorprendido en los destinos históricos preparados
por el Soberano de la creación.
©2014 Ed. Ramírez Suaza
[1] Aunque desde la Torá (Lv. 19.12;
22.2), ya se ofrecía la comprensión del nombre de Dios como una manera de
referirse, no sólo a una identidad, a la persona misma. Invocar, llevar el
nombre de Dios es una manera de comunicar presencia de Dios en la invocación,
en poner el nombre de Dios sobre algo, ciudad o alguien (Núm. 6.27, 2 Re. 21.4).
El oráculo de Ezequiel, encuentra ecos también en Isaías 48.9-11 y en Jeremías 34.16, entre otros pasajes de la Escritura.
Para esta oportunidad, acudo a la referencia de Ezequiel 36.