Santificado
Sea Tu Nombre
una oración escatológica en tiempos
escatológicos
Introducción
¡Señor, enséñanos a orar…!
Así inician el camino de oración
unos discípulos galileos que aprenden día a día a tener vigente una experiencia
de Dios palpable en la persona de Jesucristo. No saben orar, aunque pedir que
sean iniciados en ella ya es en sí misma una oración. Así de corta y profunda a
la vez es la plegaria del orante cuyo deseo de intimar con su Creador es
continuo. Porque, como decía Karl Barth, “¿Hay algún ser humano que pueda
afirmar que sabe orar? Me temo que la persona que lo afirmara no sabría,
precisamente, orar de verdad. Y lo contrario habría que decirle a quien se
queja de que no sabe orar: ¡Precisamente así estás muy cerca de orar de veras!”
(2005, p.80).
Verbalizar el interés por emprender
la experiencia de la oración como lo hicieron los doce apóstoles de Jesús, es
porque con claridad comprendemos que, “los discípulos han de orar no sólo
porque Jesús ha orado o como Jesús ha orado, sino que han de orar en Jesús. El
discípulo sabe bien que Jesús sostiene, refuerza e impregna nuestra oración”
(Martini en Muñoz. 2008, p.210).
La oración cristiana y escatológica irrumpe en Dios hacia el ser humano. El punto de partida a la hora de orar es
Dios y el de llegada es el hombre, quien recibiendo esa invitación amorosa responde coherentemente con diálogo y vida. Tomando así conciencia de que la
oración “es una gran bienaventuranza y es una experiencia sublime, aun cuando
no sea consciente de todos los alcances de ese acto” (Mosquera. 2010, p.37).
Oración
Ya que la frase en cuestión se
encuentra en el Padrenuestro, santificado
sea tu nombre, la abordo desde el evangelio según S. Mateo, proponiendo
desde allí aproximarnos a una definición parcial. Consciente de que el
Padrenuestro no está escrito para ser definido, más bien para ser vivenciado
(Mt. 7.42-29) y desde la experiencia orante, comprendido.
En Mateo 6.9, la palabra que usa Jesús para referirse a la
oración es προσεύχεσθε (proseújesthe), vocablo que
“Expresa toda manera de entrar en contacto con Dios y de aquí que pueda
emplearse sin más especificaciones” (Coenen, Beyreuther & Bietenhard. ed.
1993, p.212). Paradójico que al mismo tiempo haya tanto por abarcar desde el
término oración, como de la vivencia de ella misma, porque en la oración
“estamos abiertos a alguien, a algo
más allá. Cuando menos en principio, estamos conscientes de un poder que va más
allá de nuestro propio poder, de una presencia, quizás incluso de una persona
que está más allá y probablemente está más elevada que nuestra propia persona.
Toda oración es así. Es, cuando menos, un punto de partida” (Wright. 2011,
p.355).
Mateo, 5.1-12, nos hace partícipes de las bienaventuranzas como el fundamento sobre el cual es construido el sermón de
la montaña, de ellos no podemos desprender cada aspecto del primer discurso
público de Jesús. Además, este sermón inaugura la escatología que hace presente
el cielo en la tierra, la realidad donde el cielo y la tierra se encuentran
para hacer una vez más posible la cercanía del Creador con la humanidad orante.
Así, la oración del Padrenuestro se concibe como un encuentro en el ahora, una
puerta abierta para cada hoy, una invitación en cada presente que emana por el
Dios del futuro, quien en la resurrección de su Hijo Cristo nos trajo el mañana
a nuestro hoy. Decía Kasper, “La oración creyente no sólo cuenta con la certeza
de la escucha futura; anticipa ya ahora el reinado de Dios, porque abre un
margen a la soberanía de Dios y le permite entrar en acción” (1986, p.169).
Orar, es la respuesta del ser humano a la propuesta divina
de diálogo que se desempaca de maneras comprensibles al hombre en sus actos,
sus palabras en todos los tiempos; a fin de darse a conocer, hacerse presente y
protagonizar nuestra historia como un acontecimiento escatológico,
soteriológico y santo. En la oración dependemos de Cristo, de su Espíritu para
hallar el contenido de nuestra respuesta a Dios, y para que tan anhelado
diálogo acontezca.
La oración es en él, por él y para él.
La oración es en él, por él y para él.
continuará...
©2014 Ed. Ramírez Suaza