sábado, 22 de junio de 2013

La Prepago


La Prepago
toda una héroe de la fe

Mirando yo por entre la celosía de la ventana de mi casa, vi una mujer que por esas cosas de la vida, a veces incomprensibles, descubrió que con su cuerpo a disposición inescrupulosa a los apetitos sexuales de hombres compradores de besos y noches apasionadas podría obtener, quizá, mejores beneficios económicos. Y sí, es una prepago. Ella no ama, finge amar. Ella siente asco hacia cada hombre que la acaricia, pero simula placer. Siente náuseas con cada beso pervertido, pero le hace creer al tipo disfrute. En la ducha toma la estopa frotando su cuerpo con fuerza, pretendiendo borrar inclusive las huellas dolorosas que quedan en el alma. Al finalizar cada noche recoge en su cartera el dinero, fruto de su trabajo, y se engaña así misma tratando de persuadirse que por esos billetes vale la pena volver la noche siguiente.

La historia de esta prepago se encuentra en la Biblia: Josué 2. Le hago partícipe de la historia en una versión sencilla, resumida y fiel: En una noche cualquiera llegaron dos tipos israelitas  a un bar en Jericó, tontos espías internacionales en busca de información valiosa. Digo tontos, porque apenas llegaron a aquel país ya el rey sabía de su presencia en el bar de la prepago. Ni siquiera eran sospechas, estaba ya seguro. ¡Qué espías estos! Digo bar, aunque es más probable que fuese un hostal, un albergue para pasar la noche. ¡Un hostal con prostituta incluida![1] Estos dos hombres no mostraron el más mínimo interés en los servicios sexuales de la prepago, aunque ya es mejor que empecemos a llamarla por su nombre: Rahab. El rey de aquella ciudad inmediatamente enterado de la presencia de los espías israelitas en el hostal de Rahab manda órdenes: -Echa fuera a los hombres que han entrado en tu casa, pues vinieron a espiar nuestro país.- Ella responde de manera sorprendente, -Es verdad que unos hombres vinieron a mi casa, pero no me enteré de dónde eran. Como ya era de noche, esos hombres salieron cuando ya se iba a cerrar la puerta de la ciudad, y no sé a dónde se fueron. Si van tras ellos, tal vez los alcancen-.

Los mensajeros del rey emprendieron su búsqueda de esos enigmáticos espías, la orden era capturarlos inmediatamente. Pero los espías estaban escondidos en la azotea de aquel sensual hostal. ¡Qué belleza de espías! Mira, se supone al llegar a un país como espías nadie de enterarse de su presencia. Al instante el rey se entera de su llegada y el lugar específico donde se hospedan. Son muy ocurrentes, se alojan donde se compran servicios sexuales. El menos indicado para unos espías profesionales. Al llegar los hombres del rey los espías no saben cómo proceder, tiene que ser la prostituta quien solucione el problema. Como si fuera poco, ella los esconde en la azotea de su hostal, y estos tipos se estaban durmiendo. ¡Ni que fueran colombianos!

De repente, ella interrumpe sus bostezos y hace una confesión extraordinaria: -Yo sé que el Señor les ha dado esta tierra. Todos los habitantes del país les tienen miedo. Sabemos que, cuando ustedes salieron de Egipto, el Señor hizo que el Mar Rojo se secara al paso de ustedes… Por eso les ruego que me juren por el Señor, que así como yo he tenido misericordia de ustedes, también ustedes la tengan con la casa de mi padre…-

Esta mujer no está interesada en venderle sus besos, y hasta más, a estos dos inexpertos espías; sólo quiere ser correspondida en su demostración de misericordia. Todo lo que ella hizo para salvarles la vida a estos dos es la gran demostración de su conocimiento, aunque de oídas, del Dios de Israel como también de misericordia para con estos dos tontos. Ella sabe que Dios dará esas tierras de Jericó a Israel, por lo tanto pide que cuando eso suceda sea tratada con la misma bondad que les ha brindado y se les garantice protección a ella y a toda su casa. Esta prepago no sólo resultó astuta; es una extraordinaria creyente en Dios, el único verdadero Señor en los cielos y en la tierra.

Continuará…
  





[1] Milton Acosta. El Humor en el AT. 2009, p.115-116

LA SOCIEDAD DEL BESO

Mirando yo por entre la celosía de la ventana de mi casa, vi besos. ¡Qué belleza! Vi el beso de un padre bien chantao sobre la mejilla de su...