666
El Sello Bestialmente Humano III
Mirando yo por entre
la celosía de la ventana de mi casa, vi una joven tatuarse en su mano derecha
las iniciales del nombre completo de su novio. Aunque tatuarse le resultaba
doloroso, ella consideraba ese sacrificio
como una expresión de amor que el chico valoraría por el resto de su vida.
Entre letras góticas y como azules matizados en oscuros violetas quedó marcada
de por vida. Pero hay marcas con mayores trascendencias y quizá con mayores
implicaciones para la vida, no solo presente, también en la eternalidad. Por
mencionar una: la marca de la bestia, el 666.
Juan de Patmos
escribió el Apocalipsis, entre otras cosas, para advertir en contra de la
idolatría y participación directa de un sistema social, cultural, militar y
políticamente corrompido, con un agravante: anti-cristo. Así que, cuando su
pluma llegó al capítulo 13, el episodio de las dos bestias, específicamente a
la escena en que la bestia pequeña infunde aliento sobre la imagen de la bestia
más poderosa, describe el control que ésta tiene sobre pueblos sin discriminar
rangos sociales, como también el control sobre el mercado, por ende sobre las
finanzas, con sólo poner una marca en la frente o mano derecha: el 666.
Nos debemos
preguntar, ¿cómo lo entendieron los primeros lectores del Apocalipsis?
Como ya lo vimos en
el capítulo anterior, el 666 identifica una persona con un sistema
socio-cultural-político corrompido: Nerón Qaiser, emperador de Roma (siglo I
d.C).
La marca bestial 666
también se entendió como la imposición de un imperio y su rey a todos los
pueblos, a todas las creencias, a las tierras dispuestas a su alcance. Era la
marca o morir.
El 666 no sólo indicaba
un personaje y una imposición, también era una marca idólatra. Dejarse marcar
era una manera de rendir adoración a ese emperador, quien se imponía como dios
entre los pueblos avasallados.
Además, era una
marca incluyente en el mercado, las finanzas. El control del imperio romano
tenía un alcance territorial extraordinariamente amplio, así que prosperar
implicaba participar inevitablemente del sistema imperial romano del primer
siglo.
Finalmente, la marca
señalaba un destino: la perdición eterna. En el capítulo 14.9-11, Juan de
Patmos adviertió: los sellados por la bestia, quienes le adoran directamente o a
través de la imagen, beberán del vino de la ira de Dios, sentenciados al fuego
eterno. Recuerda que cuando algo o alguien era marcado con un número o nombre,
como en el caso del 666 (más que número es un nombre “codificado” de un ser
humano), indicaba así que su vida adoraba y pertenecía a la bestia. Pero vaya
sorpresa, el destino final de la bestia será compartido con quienes portan su
sello: la condenación eterna.
Consideremos:
1.
Los cristianos
del siglo XXI estamos tan acomodados a los sistemas políticos, sociales,
culturales, militares, económicos de nuestro tiempo que ni caemos en la cuenta
de cómo participamos complacidos de las “bestias” posmodernas y sus respectivos
sellos.
2.
Mientras Juan de Patmos propuso un estilo de vida y fe extremadamente fiel, jamás permitió que ningún
sistema pecaminosos se impusiera en su ética, en su vivencia, en su adoración;
les exhortaba a primero morir en lugar de negociar los valores cristianos. El
evangelicalismo comercial, farandulero y televisivo de nuestra actualidad, sorprendentemente
hacen lo contrario: ofrecen un camino de fe sin santidad o en su defecto sin gracia. Reconocemos las excepciones.
3.
Para Juan de
Patmos sólo hay un Dios, sólo él es digno de adoración. Litúrgicamente no niego
que los cristianos sean “monoteístas”, es decir, rinden culto a un solo dios;
pero en la práctica, innumerables son los cristianos politeístas (rinden culto
a varios dioses). Las imágenes de las bestias del siglo XXI son levantadas como
rascacielos y los hombres se postran sin el mínimo esfuerzo de discernimiento.
Bestias, entiéndase como esos sistemas culturales, sociales, políticos,
militares, financieros en disonancia con los valores del Reino de Dios ante los
cuales se postra éste mundo globalizado, lamentablemente parte de la Iglesia
también.
Cierro con "brochazo de oro": Juan con este magistral
relato nos invita a ser fieles a Jesucristo así nos cueste morir, al final él
nos dará la corona de la vida.

Excelente explicación a un tema que hace años nos daban a entender Otro significado pero
ResponderBorrarMuchas gracias por darnos a entender la palabra de Dios