sábado, 23 de marzo de 2013

La Locura de Dios

La Locura de Dios

Mirando yo por entre la celosía de la ventana de mi casa vi la locura de Dios, ¡y qué locura!

La locura goza de ricas reacciones y apreciaciones en la humanidad. Desde la perspectiva clínica quizá no nos parezca atractiva la locura, porque es definida como la “incapacidad de interpretar la realidad adecuadamente y obrar en consecuencia con los estímulos que llegan del medio ambiente”.[1] Por otro lado, nos inventamos cuanta locura, no clínica, se nos ocurre relativamente atractivas, necesarias para la vida. Como diría Rafael Gómez en su libro Memoria Del Futuro al comentar la gran obra El Quijote, “Sólo un loco puede ser capaz de vivir en este mundo, con todas sus injusticias, trampas y crueldades. Y sólo desde la locura se puede dar con las fibras más íntimas de la cordura”.[2] Pero hay una locura que sólo se aplica a Dios, nos es humanamente clínica ni idealista, sin duda es una locura necesaria, indispensable, única, bendita; es una locura de otro estilo.

Bien decía Paul Samuelson, “Cuando todo el mundo está loco, ser cuerdo es una locura”.[3] Estas palabras nos ayudan a comprender el por qué la cordura, por no decir la sabiduría de Dios, nos resulta la más absurda de las locuras, y creo que es así por su contenido. Es decir, el ingrediente principal de la locura de Dios es la cruz de Cristo, único mensaje por medio del cual las personas pueden recibir el regalo del perdón y de la salvación, así a intelectuales y a religiosos les parezca absurdo (1 Cor. 1.18-25). Éste absurdo es en realidad la más sublime de las sabidurías existentes, porque  en la cruz de Cristo Dios combinó perfectamente Su justicia juzgando el pecado y Su amor al cargar con el juicio en nuestro lugar. Alguien lo explicó así: «Dios no condona el pecado ni transige con sus normas. No pasa por alto nuestras rebeliones ni suaviza sus demandas. En vez de echar a un lado nuestro pecado lo asume y –¡en qué cabeza cabe!- se autosentencia. Dios sigue siendo santo. El pecado sigue siendo pecado. Y nosotros quedamos redimidos.»[4]
¡Es una locura!

Dios tiene que estar muy loco para complacerse en su locura, porque le plugó salvar a los creyentes por la locura de la predicación. Esta extraña complacencia de Dios me resulta ahora la causa por la cual consagro mi vida,  por la que despierto cada mañana y digo, -hoy seré un portavoz de la Palabra de Dios, y no me canso de anunciarle a la Iglesia y al mundo que Dios nos amó desde la cruz para salvarnos de condenación eterna, que debemos vivir a su sombra-. Mi placer es predicar la cruz, la complacencia de Dios es salvar a los que oyen con fe.

Francamente, ante la cruz de Cristo los locos son otros: Frente a ésta sabiduría insondable de Dios, ¿dónde están los sabios del mundo? ¡Dios los ha enloquecido! Bien dijo N.T. Wright: “Dios ha puesto el mundo patas arriba, trastocando las expectativas, haciendo que los sabios parezcan necios, y los fuertes, débiles, por medio de su propia "necedad" y "flaqueza", que quedaron materializadas en la cruz del Mesías.”[5]

Te voy a contar por qué elogio la locura de Dios, porque en la cruz de Cristo Dios hizo posible lo imposible: nuestra salvación. Esta es la razón por la cual, cuando me fijo en la cruz de Cristo, se estremece todo mi ser. Allí, logro escuchar con gran intensidad el eco de palabras como: –Ed. hice esto porque te amo– Y tiemblan mis rodillas hasta caer al piso y grito desde mi mente y corazón: –¿¡Quién soy yo para que me ames así!? ¿A caso estás loco?–  No me puedo resistir a la mirada de mi Salvador quien me extiende sus manos perforadas mientras me dice, –¡Lo hice por ti!– Puedo ver con mis ojos de la fe el documento que legalmente me condenaba manchado con sangre de Dios, clavado en aquella cruz dándome libertad para entrar al reino de Dios y grito, –¡Dios, no lo merezco!– No ceso de asombrarme de su amor, sabiduría y poder hacia un vil pecador como yo. Y confirmo definitivamente, como diría un predicador del siglo pasado, “Jamás podría creer en Dios, si no fuera por la cruz de Cristo” (John Stott).

  





[1] Torres-Ruiz, A. (2002). Locura, Esquizofrenia Y Sociedad. Reflexiones. (Spanish). Revista Neurologia, Neurocirugia Y Psiquiatria, 35(3), 162-168.
[2] Rafael Gómez. Memoria Del Futuro, 2000, p.119
[3] Miguel J. Jordá. Diccionario Práctico de Gastronomía y Salud. 2007, p.1372
[4] Max Lucado. En Manos de la Gracia. 1997. Contraportada.
[5] N.T. Wright. La Resurrección Del Hijo de Dios.2003, p.355

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