La Locura de Dios
Mirando yo por entre la celosía de la
ventana de mi casa vi la locura de Dios, ¡y qué locura!
La locura goza de ricas
reacciones y apreciaciones en la humanidad. Desde la perspectiva clínica quizá
no nos parezca atractiva la locura, porque es definida como la “incapacidad de
interpretar la realidad adecuadamente y obrar en consecuencia con los estímulos
que llegan del medio ambiente”.[1]
Por otro lado, nos inventamos cuanta locura, no clínica, se nos ocurre relativamente
atractivas, necesarias para la vida. Como diría Rafael Gómez en su libro
Memoria Del Futuro al comentar la gran obra El Quijote, “Sólo un loco puede ser
capaz de vivir en este mundo, con todas sus injusticias, trampas y crueldades.
Y sólo desde la locura se puede dar con las fibras más íntimas de la cordura”.[2]
Pero hay una locura que sólo se aplica a Dios, nos es humanamente clínica ni
idealista, sin duda es una locura necesaria, indispensable, única, bendita; es
una locura de otro estilo.
Bien decía Paul
Samuelson, “Cuando todo el mundo está loco, ser cuerdo es una locura”.[3]
Estas palabras nos ayudan a comprender el por qué la cordura, por no decir la sabiduría
de Dios, nos resulta la más absurda de las locuras, y creo que es así por su
contenido. Es decir, el ingrediente principal de la locura de Dios es la cruz
de Cristo, único mensaje por medio del cual las personas pueden recibir el
regalo del perdón y de la salvación, así a intelectuales y a religiosos les
parezca absurdo (1 Cor. 1.18-25). Éste absurdo es en realidad la más sublime de las sabidurías
existentes, porque en la cruz de Cristo Dios
combinó perfectamente Su justicia juzgando el pecado y Su amor al cargar con el
juicio en nuestro lugar. Alguien lo explicó
así: «Dios no condona el pecado ni transige con sus normas. No pasa por alto
nuestras rebeliones ni suaviza sus demandas. En vez de echar a un lado nuestro
pecado lo asume y –¡en qué cabeza cabe!- se autosentencia. Dios sigue siendo
santo. El pecado sigue siendo pecado. Y nosotros quedamos redimidos.»[4]
¡Es una locura!
Dios tiene que estar muy loco para complacerse en su
locura, porque le plugó salvar a los creyentes por la locura de la
predicación. Esta extraña complacencia de Dios
me resulta ahora la causa por la cual consagro mi vida, por la que despierto cada mañana y digo, -hoy
seré un portavoz de la Palabra de Dios, y no me canso de anunciarle a la
Iglesia y al mundo que Dios nos amó desde la cruz para salvarnos de condenación
eterna, que debemos vivir a su sombra-. Mi placer es predicar la cruz, la
complacencia de Dios es salvar a los que oyen con fe.
Francamente, ante la cruz de Cristo los locos son otros: Frente a ésta sabiduría insondable de Dios, ¿dónde están los sabios del mundo? ¡Dios los ha enloquecido! Bien dijo N.T. Wright: “Dios ha puesto el mundo patas arriba, trastocando las expectativas, haciendo que los sabios parezcan necios, y los fuertes, débiles, por medio de su propia "necedad" y "flaqueza", que quedaron materializadas en la cruz del Mesías.”[5]
Te voy a contar por qué elogio la locura de Dios, porque en la cruz de Cristo Dios hizo posible lo imposible: nuestra salvación.
Esta es la razón por la cual, cuando me fijo en la cruz de
Cristo, se estremece todo mi ser. Allí, logro escuchar con gran intensidad el
eco de palabras como: –Ed. hice esto porque te amo– Y tiemblan mis rodillas
hasta caer al piso y grito desde mi mente y corazón: –¿¡Quién soy yo para que
me ames así!? ¿A caso estás loco?– No me
puedo resistir a la mirada de mi Salvador quien me extiende sus manos
perforadas mientras me dice, –¡Lo hice por ti!– Puedo ver con mis ojos de la fe
el documento que legalmente me condenaba manchado con sangre de Dios, clavado
en aquella cruz dándome libertad para entrar al reino de Dios y grito, –¡Dios,
no lo merezco!– No ceso de asombrarme de su amor, sabiduría y poder hacia un
vil pecador como yo. Y confirmo definitivamente, como diría un predicador del
siglo pasado, “Jamás podría creer en Dios, si no fuera por la cruz de Cristo”
(John Stott).
[1] Torres-Ruiz, A. (2002).
Locura, Esquizofrenia Y Sociedad. Reflexiones. (Spanish). Revista Neurologia,
Neurocirugia Y Psiquiatria, 35(3), 162-168.
[2] Rafael Gómez. Memoria Del
Futuro, 2000, p.119
[3] Miguel J. Jordá.
Diccionario Práctico de Gastronomía y Salud. 2007, p.1372
[4] Max Lucado. En Manos de la
Gracia. 1997. Contraportada.
[5] N.T. Wright. La
Resurrección Del Hijo de Dios.2003, p.355