martes, 31 de enero de 2012

El Funeral De los Vivos II

Mirando yo por entre la celosía de la ventana de mi casa vi ‘la tragedia indescriptible’. Esa que experimentan centenares de personas a diario al despreciar la voluntad de Dios y, muriendo mueren sin esperanza, sin Dios, sin perdón. Después de un involuntario parpadeo alcanzo a ver el otro lado de la moneda: ‘la esperanza indescriptible’.

La ventana de mi casa enfoca por estos días aquel recuerdo de cuando me veo en la solidaria necesidad de acompañar unos amigos o hermanos en la fe en los servicios funerales de un ser querido. Allí, el dolor se ha encargado de inundar en llantos aquella galería de ojos andinos que danzan el amargo vals del luto. Los pañuelos se hacen odiosos amantes de esas narices que no dejan ver más allá del féretro. Aroma de café, de aromática en agua, de cigarrillos baratos, de unos cuantos tragos de vino, mentiras, de aguardiente marcan el compás un, dos, tres de aquella pieza silenciosa de la vida. Hipnotizado yo entre este arco iris aromático, alguien rompe el “hechizo” con una fatal pregunta: -¿cierto que mi  mamá está en el cielo?-

Decir que sí, es la salida más fácil e hipócrita a la mano. Decir que no, es la salida quizá más cruel que pueda yo dar. Guardar silencio me resulta mediocre. Así que, suspirando con la empatía más sincera, dibujando mi comprensión de dolor con una sonrisa floja entre mis labios, digo en voz baja: -¡duerme!- Miro fijamente sus ojos, y ahora sonrío en complicidad con la esperanza cristiana. Con toda la incapacidad para silenciarme continúo, -la muerte “puede arrebatárnoslo todo, pero es incapaz de conseguir que Dios deje de ser Dios, nuestro salvador y redentor y, como tal, nuestra esperanza”-.[1]

En la Biblia la esperanza es posible en esta corta frase: “Porque si creemos que Jesús…”[2] La esperanza no sólo es posible en el corazón humano como aquella fuerza que nos hace aguantar el tiempo de espera, perforar las tenaces resistencias y superar las decepciones que se repiten;[3] es aquella realidad futura tan anhelada. Es cierto que millares han muerto, muchos de ellos durmieron en Jesús. Estos últimos son quienes tienen esperanza, como la deben tener sus seres amados. Jesús dijo: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.[4] Que ¿cómo así? Sí amig@ mí@, “en la muerte no podrá ocurrimos en ningún caso que dejemos de estar bajo el señorío de Dios, de ser su propiedad y objeto de su amor.”[5] Debemos preguntarnos entonces, ¿qué es la muerte junto a Dios? Luego de responderse, pregúntese ¿qué y quiénes somos, así sea muertos, junto a Dios? Antes de responderse, elabore sus palabras a la luz de 1 Tesalonicenses 4.13-18

Está cerca un día, ¡un día glorioso! en el que Jesús vendrá de nuevo a habitar nuestro mundo. Una serie de eventos casi simultáneos por la inmediatez del uno al otro, serán los encargados de anunciar la venida del Señor. Entre ellos, los muertos en Cristo resucitarán primero. El erudito bíblico N.T. Wright es convincente al mostrar al apóstol Pablo hablando de una resurrección diferente a la que negaron los paganos o la que anunciaron los fariseos. Diferente a aquella concebida en el contexto judío. “La resurrección es algo nuevo, algo de lo que los muertos no disfrutan en el momento presente; será vida después de "la vida después de la muerte".”[6] Se cumplirán entonces con perfecta precisión las palabras de Jesús: “¡...vivirá…!”

En esta experiencia futura, que alimenta nuestro presente en esperanza, no seremos despertados a la vida después de la muerte para ser abandonados a nuestra suerte: estaremos por siempre con el Señor.[7] “Algún día estaremos con la Persona para la que fuimos hechos, viviendo en el lugar para el que fuimos creados. El gozo será el aire que respiraremos. Estaremos agradecidos por la gracia perseverante de Jesús…”[8] Mejor dicho, ¡estaremos por siempre con el Señor!

Ésta vez no me sentía en el funeral de un muerto, bajo la lupa de la esperanza puedo decir que estuve en el funeral de un vivo. Aunque la muerte procura enceguecernos con el dolor causado, pretendiendo desesperanzar nuestras palpitaciones; no puedo deshacerme de la esperanza gloriosa que tenemos quienes creemos que Jesús murió y resucitó, quienes además rendimos toda nuestra confianza en él para ser salvos. La muerte puede darnos un golpe que nos haga dormir, pero no será fatal. ¡Viviremos!

La próxima vez que asista a un funeral, recuerda nuestra esperanza indescriptible.








[1] BARTH, Karl. Instantes. Santander (Esp.): Sal Terrae. 2005, p.131
[2] 1 Tesalonicenses 4.14  LBA
[3] CAMPS, Victoria & ÁLVAREZ B. Alfonso. Esperanza Cristiana y Utopías. Cantabria: Sal Terrae. 2001, p.32
[4] Juan 11.25  RV
[5] BARTH, op. cit
[6] WRIGHT, N. T. La Resurrección del Hijo de Dios. Pamplona: Verbo Divino. 2003, p. 277
[7] 1 Tesalonicenses 4.17
[8] TAYLOR, Justin & PIPER, John. (ed.) Cómo Perseverar Hasta el Final. Michigan: PortaVoz. 2009, p.94

martes, 17 de enero de 2012

El Funeral de los Vivos

Mirando yo por la ventana de mi casa vi cómo la muerte hace de las suyas. Sí, regularmente cada que inicia un nuevo año me veo en la solidaria necesidad de acompañar unos amigos o hermanos en la fe en los servicios funerales de un ser querido. En ésta oportunidad nos encontrábamos en una sala de velación relativamente nueva al suroeste antioqueño, allí el aroma a café invade la sala acompañando la polifonía irreverente de murmullos esparcidos por todo el lugar a veces innecesarios o en su defecto inapropiados. Mientras vi una familia en luto, sus acompañantes consideraron que ésta, precisamente ésta es la oportunidad para actualizar sus curiosidades de la familia, de los vecinos, de fulano y perano; hasta para reconstruir el perfil verbalizado del difunto, entre otras insensibilidades.

Mientras matizan los susurros en la sala, vi la muerte desintegrar, descomponer, herir, lastimar, desesperanzar, arrebatar, destruir al son del vals de llantos la vida. En medio de desesperados intentos de hacer lo que ya no es posible hacer, los enlutados hacen una serie de rezos que brotan desgarrados desde lo más profundo del corazón en un doloroso afán de darle un mejor más allá a su ser amado. La doctrina platónica del alma liberada del cuerpo en la muerte, hace herida sobre heridas en el luto humano y peor aún, cuando esa doctrina platónica ha evolucionado según la corriente religiosa de los dolidos, creyendo que su difunto está divagando en penas entre vivos o purgando sus males en un tormentoso lugar que nadie sabe dónde queda, a parte de la imaginación tradicional; o en una ante-sala infernal sin referencia responsable alguna de su locación o esperando la sentencia imaginaria para re-encarnar en algún otro ser que posiblemente le arrebate dignidad humana.

La Biblia, libro supremo por su contenido, su forma, su verdad infalible, su composición y su Autor; sencillamente nos brinda libertad al permitirnos conocer que los muertos van al Seol. Que el Seol “Es una tierra yerma: un lugar polvoriento al cual regresan las criaturas hechas de polvo. Los que han ido allí son "los muertos"; son "sombras", rephaim, y están "dormidos."”[1] Allá en el Seol los muertos nada saben, nada recuerdan, nada piensan, nada experimentan; “No es otra forma de vida real, un mundo alternativo donde las cosas continúen normalmente”.[2] Ésta verdad bíblica debe traer esperanza a la humanidad en luto, porque debe entender esta experiencia como un dormitar. Eso es, quien muere en realidad duerme.

Vi entonces que la muerte no es tan muerte, no es del todo caótica, mucho menos es la cesación absoluta de la existencia. La muerte es la pena para una humanidad pecadora, mas no la última realidad para los vivos ni muertos. La muerte es un héroe derrotado, ella misma está sentenciada a muerte y muy pronto tendrá que devolver a la vida cuanto ser humano esté es su oscura prisión. Vi también que dormir con un corazón sin palpitaciones no es la peor muerte. Al parecer, en aquel velorio la mayoría eran muertos. Sí, bien dijo el poeta colombiano Julio Florez: No son los muertos los que en dulce calma la paz disfrutan de la tumba fría; muertos son los que tienen muerta el alma y viven todavía.

La muerte en vida me resulta más preocupante, escalofriante, además peligrosa. ¿Cómo es posible estar muerto en vida? Pablo tiene la respuesta perfecta a su inquietud: En otro tiempo ustedes estaban muertos en sus transgresiones y pecados,…[3] Ahí está: una vida dedicada al pecado hace de esa persona un muerto en vida. Esta lamentable condición humana es identificada por el Dr. Fernando Mosquera como ‘la tragedia indescriptible’.[4] Es tragedia porque resulta del desprecio humano a la voluntad de Dios. Agrego que es indescriptible porque en la persistencia de vivir en esta tragedia, entonces ella será sentencia eterna a una muerte segunda. Esta muerte segunda la Biblia la identifica en una eternidad en la que resucitados con vida sin fin, experimentarán la muerte sin poder morir. 
¿No le parece esto una tragedia indescriptible?

Continuará…



[1] WRIGHT. N.T. La Resurrección del Hijo de Dios. Pamplona: Verbo Divino. 2003, p. 131
[2] Ibid
[3] Efesios 2.1 NVI
[4] MOSQUERA B. Fernando A.  El Cristianismo y sus Expresiones Enriquecedoras. Revista Pensamiento Humanista #5 (sin más referencias de publicación), p. 74

lunes, 2 de enero de 2012

Carta Abierta a Mi Alcaldesa Mónica Raigoza

Por la celosía de la ventana de mi casa vi ayer nueva alcaldesa para mi pueblo (Caldas Ant.). La vi rozagante, alegre, segura. Afortunadamente también vi las gentes de mi pueblo: sus rostros cansados de tantas promesas incumplidas, de la espectacular impunidad con sticker de justicia; de sus bolsillos rotos por rentas sobrevaloradas, de costos de servicios públicos por las nubes; hartos de promociones engañosas. Vi las gentes con ganas de fe, con deseos de una administración justa, equitativa, responsable, cumplidora de promesas. Vi también lo típico de eventos políticos: personas sin escrúpulos sonriendo con cinismo a la espera de una oportunidad para ajustar el tablero municipal a sus repugnantes conveniencias. Cosa muy peculiar en estas tierras.

Vi la nueva alcaldesa de mi pueblo. Recuerdo haberla visto como candidata: con mesura, con inteligencia, con virtud, con juego limpio (me pareció a mí). Sí, en su momento no supe cómo tratarla, si decirle vecina (que en la infancia lo fuimos) o usar cualquiera de los adjetivos cliché en los formalismos políticos de nuestra sociedad. La llamé por su nombre, su respuesta y su actitud fue cordial, sencilla, amena. Sorprendido quedé cuando me entero de su falta de títulos académicos, lo cual no desmerito. Es que siendo francos ¿no han sido los acartonados por  las universidades los peores políticos de esta nación? ¿No hace la corrupción sus mejores espectáculos en aquellos quienes presumen de mucha academia? (Reconozco las excepciones). Hay cosas alcaldesa que las universidades no otorgan pero que Ud., hasta ahora las atesora y por favor síguelas atesorando.

Vi también el día que sorprendentemente mi pueblo la eligió como alcaldesa. El silencio ensordeció aquella noche este “cielo roto”, los ojos de asombro callaron centenares de labios que mordían su derrota. No entendía esa noche el silencio hasta que a eso de las 8:00 pm me llama mi amigo el Dr. Fernando Mosquera anunciándome su triunfo electoral y encargándome la tarea de felicitarla. De hecho ¡Felicitaciones! Su triunfo alcaldesa fue silencioso; pero su posesión llenó el cielo con ruidos de triunfo como de jubilosas luces, y no es para menos. Es que una alcaldía es una gran puerta de oportunidades y oportunismos, espero y esperamos miles de caldenses que sean aprovechadas más las extraordinarias oportunidades de hacer de este pueblo un hogar. Ah, y cuando salga por esa misma puerta lo podamos celebrar con ruidos de triunfos como de jubilosas luces.

Ayer mi vecina, hoy mi alcaldesa; no importa el color político que Ud. porta ni el grado académico hasta ahora logrado; importa la integridad de su administración, la responsable selección de sus asesores como de su gabinete administrativo, las decisiones sabias y la conveniencia común. Pero sobre todas las cosas vecina, digo, alcaldesa, el temor a Dios. Es que el temor a Dios es el principio de la sabiduría, virtud indispensable para su nueva responsabilidad. Su triunfo es mi expectativa, sus promesas mi ilusión, su alcaldía un motivo más de mi oración.

Para servirle,
Edison Ramírez Suaza

LA SOCIEDAD DEL BESO

Mirando yo por entre la celosía de la ventana de mi casa, vi besos. ¡Qué belleza! Vi el beso de un padre bien chantao sobre la mejilla de su...