lunes, 2 de enero de 2012

Carta Abierta a Mi Alcaldesa Mónica Raigoza

Por la celosía de la ventana de mi casa vi ayer nueva alcaldesa para mi pueblo (Caldas Ant.). La vi rozagante, alegre, segura. Afortunadamente también vi las gentes de mi pueblo: sus rostros cansados de tantas promesas incumplidas, de la espectacular impunidad con sticker de justicia; de sus bolsillos rotos por rentas sobrevaloradas, de costos de servicios públicos por las nubes; hartos de promociones engañosas. Vi las gentes con ganas de fe, con deseos de una administración justa, equitativa, responsable, cumplidora de promesas. Vi también lo típico de eventos políticos: personas sin escrúpulos sonriendo con cinismo a la espera de una oportunidad para ajustar el tablero municipal a sus repugnantes conveniencias. Cosa muy peculiar en estas tierras.

Vi la nueva alcaldesa de mi pueblo. Recuerdo haberla visto como candidata: con mesura, con inteligencia, con virtud, con juego limpio (me pareció a mí). Sí, en su momento no supe cómo tratarla, si decirle vecina (que en la infancia lo fuimos) o usar cualquiera de los adjetivos cliché en los formalismos políticos de nuestra sociedad. La llamé por su nombre, su respuesta y su actitud fue cordial, sencilla, amena. Sorprendido quedé cuando me entero de su falta de títulos académicos, lo cual no desmerito. Es que siendo francos ¿no han sido los acartonados por  las universidades los peores políticos de esta nación? ¿No hace la corrupción sus mejores espectáculos en aquellos quienes presumen de mucha academia? (Reconozco las excepciones). Hay cosas alcaldesa que las universidades no otorgan pero que Ud., hasta ahora las atesora y por favor síguelas atesorando.

Vi también el día que sorprendentemente mi pueblo la eligió como alcaldesa. El silencio ensordeció aquella noche este “cielo roto”, los ojos de asombro callaron centenares de labios que mordían su derrota. No entendía esa noche el silencio hasta que a eso de las 8:00 pm me llama mi amigo el Dr. Fernando Mosquera anunciándome su triunfo electoral y encargándome la tarea de felicitarla. De hecho ¡Felicitaciones! Su triunfo alcaldesa fue silencioso; pero su posesión llenó el cielo con ruidos de triunfo como de jubilosas luces, y no es para menos. Es que una alcaldía es una gran puerta de oportunidades y oportunismos, espero y esperamos miles de caldenses que sean aprovechadas más las extraordinarias oportunidades de hacer de este pueblo un hogar. Ah, y cuando salga por esa misma puerta lo podamos celebrar con ruidos de triunfos como de jubilosas luces.

Ayer mi vecina, hoy mi alcaldesa; no importa el color político que Ud. porta ni el grado académico hasta ahora logrado; importa la integridad de su administración, la responsable selección de sus asesores como de su gabinete administrativo, las decisiones sabias y la conveniencia común. Pero sobre todas las cosas vecina, digo, alcaldesa, el temor a Dios. Es que el temor a Dios es el principio de la sabiduría, virtud indispensable para su nueva responsabilidad. Su triunfo es mi expectativa, sus promesas mi ilusión, su alcaldía un motivo más de mi oración.

Para servirle,
Edison Ramírez Suaza

LA SOCIEDAD DEL BESO

Mirando yo por entre la celosía de la ventana de mi casa, vi besos. ¡Qué belleza! Vi el beso de un padre bien chantao sobre la mejilla de su...