martes, 17 de enero de 2012

El Funeral de los Vivos

Mirando yo por la ventana de mi casa vi cómo la muerte hace de las suyas. Sí, regularmente cada que inicia un nuevo año me veo en la solidaria necesidad de acompañar unos amigos o hermanos en la fe en los servicios funerales de un ser querido. En ésta oportunidad nos encontrábamos en una sala de velación relativamente nueva al suroeste antioqueño, allí el aroma a café invade la sala acompañando la polifonía irreverente de murmullos esparcidos por todo el lugar a veces innecesarios o en su defecto inapropiados. Mientras vi una familia en luto, sus acompañantes consideraron que ésta, precisamente ésta es la oportunidad para actualizar sus curiosidades de la familia, de los vecinos, de fulano y perano; hasta para reconstruir el perfil verbalizado del difunto, entre otras insensibilidades.

Mientras matizan los susurros en la sala, vi la muerte desintegrar, descomponer, herir, lastimar, desesperanzar, arrebatar, destruir al son del vals de llantos la vida. En medio de desesperados intentos de hacer lo que ya no es posible hacer, los enlutados hacen una serie de rezos que brotan desgarrados desde lo más profundo del corazón en un doloroso afán de darle un mejor más allá a su ser amado. La doctrina platónica del alma liberada del cuerpo en la muerte, hace herida sobre heridas en el luto humano y peor aún, cuando esa doctrina platónica ha evolucionado según la corriente religiosa de los dolidos, creyendo que su difunto está divagando en penas entre vivos o purgando sus males en un tormentoso lugar que nadie sabe dónde queda, a parte de la imaginación tradicional; o en una ante-sala infernal sin referencia responsable alguna de su locación o esperando la sentencia imaginaria para re-encarnar en algún otro ser que posiblemente le arrebate dignidad humana.

La Biblia, libro supremo por su contenido, su forma, su verdad infalible, su composición y su Autor; sencillamente nos brinda libertad al permitirnos conocer que los muertos van al Seol. Que el Seol “Es una tierra yerma: un lugar polvoriento al cual regresan las criaturas hechas de polvo. Los que han ido allí son "los muertos"; son "sombras", rephaim, y están "dormidos."”[1] Allá en el Seol los muertos nada saben, nada recuerdan, nada piensan, nada experimentan; “No es otra forma de vida real, un mundo alternativo donde las cosas continúen normalmente”.[2] Ésta verdad bíblica debe traer esperanza a la humanidad en luto, porque debe entender esta experiencia como un dormitar. Eso es, quien muere en realidad duerme.

Vi entonces que la muerte no es tan muerte, no es del todo caótica, mucho menos es la cesación absoluta de la existencia. La muerte es la pena para una humanidad pecadora, mas no la última realidad para los vivos ni muertos. La muerte es un héroe derrotado, ella misma está sentenciada a muerte y muy pronto tendrá que devolver a la vida cuanto ser humano esté es su oscura prisión. Vi también que dormir con un corazón sin palpitaciones no es la peor muerte. Al parecer, en aquel velorio la mayoría eran muertos. Sí, bien dijo el poeta colombiano Julio Florez: No son los muertos los que en dulce calma la paz disfrutan de la tumba fría; muertos son los que tienen muerta el alma y viven todavía.

La muerte en vida me resulta más preocupante, escalofriante, además peligrosa. ¿Cómo es posible estar muerto en vida? Pablo tiene la respuesta perfecta a su inquietud: En otro tiempo ustedes estaban muertos en sus transgresiones y pecados,…[3] Ahí está: una vida dedicada al pecado hace de esa persona un muerto en vida. Esta lamentable condición humana es identificada por el Dr. Fernando Mosquera como ‘la tragedia indescriptible’.[4] Es tragedia porque resulta del desprecio humano a la voluntad de Dios. Agrego que es indescriptible porque en la persistencia de vivir en esta tragedia, entonces ella será sentencia eterna a una muerte segunda. Esta muerte segunda la Biblia la identifica en una eternidad en la que resucitados con vida sin fin, experimentarán la muerte sin poder morir. 
¿No le parece esto una tragedia indescriptible?

Continuará…



[1] WRIGHT. N.T. La Resurrección del Hijo de Dios. Pamplona: Verbo Divino. 2003, p. 131
[2] Ibid
[3] Efesios 2.1 NVI
[4] MOSQUERA B. Fernando A.  El Cristianismo y sus Expresiones Enriquecedoras. Revista Pensamiento Humanista #5 (sin más referencias de publicación), p. 74

LA SOCIEDAD DEL BESO

Mirando yo por entre la celosía de la ventana de mi casa, vi besos. ¡Qué belleza! Vi el beso de un padre bien chantao sobre la mejilla de su...