Si no tienes religión
te ofrezco una: la verdad.
M. Gandhi
Mirando yo por entre la celosía de la ventana de mi casa, vi que la religión es buena.
La palabra religión significa “conjunto de creencias, ritos, ceremonias, culto que un grupo de personas cree y practica como parte fundamental de su comunión con Dios o con el objeto de su adoración.”
Si esto es religión, entonces la Biblia es un libro de religión.
Prestando atención a libros como el Éxodo, Levítico, Números, Deuteronomio; notarás que Dios mismo instruye a su pueblo en los ritos, en las ceremonias, en las fiestas sagradas y sus fechas correspondientes, en la construcción de una casa de oración; además les dice qué deben creer y cómo han de responder a esa fe.
¡Esto es religión!
Y Dios mismo la instituyó.
En el NT vemos que la Iglesia cristiana nace en el acontecimiento del Espíritu Santo en una fecha especial para la religión judía: el Pentecostés. En las cartas pastorales de S. Pablo, vemos cómo este hombre marca las pautas para una vida cristiana agradable a Dios, establece los requisitos para los pastores, para los líderes de la iglesia y las formas de hacer el culto.
Estas instrucciones de la piedad nos ubican en terreno religioso.
Así entonces, debo decir que la religión cristiana es buena. Hay que conocerla. Hay que vivirla. Hay que compartirla y hay que invitar a otros a que la disfruten.
Entre otras cosas, porque la religión cristiana es la religión del amor.
La religión del amor es un conjunto de convicciones, ceremonias y de prácticas con las que permanecemos en Dios y Dios en nosotros.
Cuando Dios nos ama, nos capacita para amar.
Cuando Dios nos ama, nos da fuerzas y poder para amar.
¿No tienes religión? Te ofrezco una: ¡el amor!
Toda religión para poder ser religión contempla una divinidad. En la religión del amor tenemos un Dios, y este Dios es amor.
Toda religión atribuye a su divinidad un contenido, unas doctrinas, unos mandamientos, unas promesas, etc. En la religión del amor creemos en lo que el Dios revelado en la Biblia, que es amor, dice. Ahí están nuestras convicciones.
En la religión del amor tenemos unas ceremonias muy bellas, propias del amor que son: compartir lo que tenemos con quienes necesitan; perdonar a quienes nos ofenden; poner la otra mejilla; caminar la otra milla; orar por quienes nos maldicen; bendecir a quienes nos ultrajan y otros rituales parecidos.
Quien no vive la religión del amor no conoce a Dios porque Dios es amor.
Y, ¿qué es amor? Preguntarán algunos: pues, amor es tratar a los demás tal cual Dios nos trata a nosotros.
Uno de los grandes ponentes de la religión del amor fue el apóstol S. Juan, quien en su primera carta escribió: “Dios es amor. El que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él” (1 Juan 4.16).
Permanecer es una palabra de significado extenso, de entre todo lo que pueda significar en español, me sedujo la traducción que dice “seguir existiendo”.
“Existir en Dios” es una expresión que me fascina, porque la frase en sí misma me ubica, le da un lugar a mi existencia y ese lugar es Dios mismo.
La expresión “existir en Dios” me orienta, me traza el camino y me señala la meta que debo alcanzar.
“Existir en Dios” es la expresión que me condiciona, pues no me permite vivir a mi manera o a la manera de alguien más; me libera para vivir en su inmensidad.
Vivir a mi manera es una prisión estrecha, asfixiante.
Vivir a la manera de otros es como vivir encadenado a un poste.
Existir en Dios es quedar libre para vivir como viven las golondrinas que vuelan, juegan y revolotean en los cielos.
Existir en Dios es existir amado por él y amando como él.
En la religión del amor, somos amados con un amor indescriptible, irrazonable, desmedido para luego exigirnos que amemos con ese mismo amor. Parafraseando a S. Agustín: “siendo amados sin medida, amamos desmedidamente”; porque cuando Dios nos ama, nos sana para poder amar.
Una vez amados, amamos sin fatiga, sin cansancio, sin desánimo, sin orgullos.
Es que, en la religión del amor ser amado y amar es sabroso y posible.
En la religión del amor cabemos todos.
©2023 Ed. Ramírez Suaza