Lo que nos viene a la mente cuando pensamos en Dios es lo más importante de nosotros.
A.W. Tozer
Al mirar por la celosía de la ventana de mi casa, percibí a Dios de una manera muy singular: ¡lo vi mundano!
No me refiero a "mundano" en el sentido moralista: pecador, descarriado del evangelio, o algo por el estilo. No, en absoluto. Me refiero a mundano en el sentido de que a este mundo lo crea y lo recrea, lo escucha, lo visita, y lo incluye en la agenda de su amor. En los días primigenios, al crear nuestro mundo, solía decir: "¡Esto es bueno en gran manera!". De hecho, siempre me basta una simple mirada a todo lo que mis ojos pueden contemplar para ser consciente de que este universo fue hecho en él, por él y para él.
Él ama a su creación desmedidamente.
Le duele su deterioro.
Soy y estoy consciente de que él ha sido, es y seguirá siendo el dador de todas las vidas que habitamos esta inmensa casa llamada Tierra. Desde la eternidad, señorea toda la creación: lo visible y lo invisible. Él es el Dios de las aguas y del viento, el Amo del fuego volcánico y de la lluvia. Gobierna el sol y todas las estrellas, disfruta contemplar la vida silvestre y atiende a su clamor.
Tan mundano es en medio de sus perfecciones, que no estimó el ser Dios como algo a lo que aferrarse. ¡Quién lo creyera! Decidió vaciarse a sí mismo para humanizarse. ¡Qué manera tan sorprendente y hermosa de hacerse existencialmente mundano!
La religión, desde algún momento, nos enseñó a dicotomizar la vida, a ver lo terrenal como algo esencialmente malo o pecaminoso. En consecuencia, preferimos utopías que son exclusivas de una espiritualidad ajena, distante e indiferente con la realidad terrestre, a veces ilusas ante expectativas imaginarias.
Una dicotomía es un dilema que presenta dos aspectos que deberían ser complementarios o íntegros como si fueran opuestos. Por ejemplo: El cristiano y las buenas obras. El Espíritu Santo y el quehacer académico de la teología. Jesús y su alegría. El cuerpo y el alma. Dios y su creación, por mencionar algunas.
Entre Dios y la vida terrestre no hay opuestos, antagonismos ni separación alguna. Esta creación le pertenece y habita en su plenitud. Entre Dios y la alegría no hay distancias. Entre Dios y los placeres no hay contradicción; de hecho, la vida cristiana es placentera o no es cristiana. Entre Dios y su creación no hay enemistad. Por el contrario, existe un vínculo indestructible entre Dios, que es Espíritu, y su creación tangible.
Jesús es el rostro perfecto y extraordinariamente mundano de Dios. Note las evidencias:
Nació en un pesebre de Belén.
Fue migrante en Egipto.
Se crio en Nazaret, y su primer trabajo fue la carpintería.
Sus caminos predilectos fueron los senderos polvorientos de Galilea.
Sus amistades se destacaron entre pecadores, prostitutas y cobradores de impuestos (¡Qué mundano!).
Ofreció su abrazo cálido y sin escrúpulos al leproso.
Su compasión genuina fue innegable con las adúlteras.
Su afecto por sus amigos fue leal y puro.
Entre sus títulos preferidos: el Hijo del Hombre (no de Dios, ¡del hombre!).
Estuvo cómodo en las fiestas. Fue comilón y bebedor de vino; hacedor de vino, ¡y del mejor! El objeto de su amor siempre fue evidente por el mundo y sus habitantes. Su transporte: de vez en cuando un burro, pero era más común verlo sobre una barca artesana de humilde pescador. Fue alegre, a veces triste, confiado. En el ocaso de su vida terrenal, estuvo asustado, hambriento, cansado, amado, odiado. Fue religiosamente subversivo. Rió, lloró, huyó, enfrentó, sufrió… Él es el mundano perfecto y la persona de referencia por excelencia para que nosotros existamos así, mundanos como él.
©2022 Ed. Ramírez Suaza
Que hermosa reflexión pastor Edison muchas gracias por compartirla!! Aveces vemos a Dios siendo tan Díos, que nos olvidamos también de su humanidad y no entendemos su gran misericordia para con nosotros sus hijos.
ResponderBorrarHola. Gracias por comentar y mantener tu mirada fija en Aquel que es nuestro Camino, Verdad y Vida. Un abrazo!
BorrarGracias mil, por dejarnos ver a Jesús muy cercano
ResponderBorrarGracias a ti por leer y comentar. Lo valoro mucho. Un abrazo
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