Mirando yo por entre la celosía de la ventana de mi casa, buscaba algo especial para prestarle atención reflexiva en mi mente, luego, quizá, en mis líneas. De repente una pregunta apareció revoloteando entre mis pensamientos, no sé si exagero al decir que aturdiendo mis adentros: Jesús de Nazaret, ¿era cristiano?
No es la primera vez que escucho esta pregunta,
pero sí es la primera vez que la hago con tono muy serio, como exigiéndome
innegociablemente alguna respuesta.
La primera contestación que obtuve de mí mismo fue
un silencio mental acompañado de una risa involuntaria, como si me juzgara de ser
tontamente atrevido.
Pasaron algunos segundos…
…reaccioné: me dije en un tono autoritario, como
si la risa me hubiese molestado: -¡es muy en serio!-
Dejé de reírme.
Supongamos que sí (recuerda que ya no me estoy
riendo); sería ¿metodista? ¿Católico-romano? ¿Pentecostal? ¿Bautista?
¿Cuadrangular? ¿Luterano? ¿Reformado? ¿Wesleyano? ¿Ortodoxo? ¿Presbiteriano?
¿Copto? ¿Independiente?...
Pienso en ello y estoy seguro de dos cosas: la
primera, que ninguna de esas denominaciones soportaría a Jesús de Nazaret: lo
imagino volcando mesas, sillas, púlpitos y cantando “cuántos pares son tres
moscas” en algunas de ellas; “irreverente”, para nada tradicional, para nada
“prudente” al atreverse a abrazar prostitutas, sentarse a la mesa con corruptos
para invitarlos al reino de Dios, de vez en cuando bailando en las plazas, abrazando
leprosos, sentando en primera fila del templo a los andrajosos, bendiciendo niños;
dándole bienvenidas a los pródigos, perdonando lo imperdonable.
Imagina el resto.
Siendo cierto que cada denominación hace brillar
algún aspecto, atributo, verdad de Dios; también es muy cierto que eclipsa otro
aspecto –u otros- de su gloria. Ninguna denominación es perfectamente cristiana,
así lo presuma, ¿será por eso que se nos pide a todos los cristianos unidad? Es
que unidos sí lograríamos mostrar al mundo un fiel reflejo de Jesús, el Hijo de
Dios.
Segunda, Jesús no soportaría ser “matriculado” a
la exclusividad de alguna denominación; él sueña con redimir totalmente la
creación, alcanzarla con el evangelio; no con patrocinar “pequeñas” industrias
de la fe o en su defecto comunidades cristianas aisladas de las demás.
Jesús de Nazaret fue un judío (descendiente de
Judá) criado en los valores y fe de su pueblo; instruido en el respeto al Dios
Jehová. Su Biblia fue la Torá y el
resto del Antiguo Testamento su fascinación, su identidad. Cuando un niño, un
joven leía las Escrituras (Antiguo Testamento) deleitaba su alma en las
historias, las oraciones, los milagros de Dios… en fin; en cambio Jesús cuando
leía las Escrituras se veía en ellas. En cada sección de las Escrituras -Torá,
Profetas, Escritos- se encontraba así mismo, comprendiéndose ontológicamente en
ellas.
Religiosamente hablando, Jesús fue más que un
judío: fue –y es- Dios.
¿Fue entonces cristiano? En principio, Jesús hizo
discípulos; a ellos les encargó la tarea de ir por todo el mundo para hacer más
discípulos. ¡Y la hicieron!
La unidad de esos nuevos discípulos forman la
Iglesia. La unidad que los convoca a cantar la historia de Dios, a reflexionar
las Escrituras en clave de cruz, a celebrar el acontecimiento divino: Jesús;
desde Belén hasta la ascensión. La unidad que los hace privilegiadamente pueblo
de Dios, comisionado para ser sal y luz al mundo. Y casi que infinitamente,
mucho más.
La Iglesia es un fenómeno extraordinario que
provoca el Espíritu Santo en el Pentecostés. A partir de entonces Dios mismo
origina la Iglesia, una comunidad de personas de todos los pueblos, razas,
culturas y color que integran el nuevo pueblo de Dios.
Me encanta cómo comprende Kevin Vanhoozer la
Iglesia de Cristo. Dice él: “Una obra de arte es una pieza notable de habilidad y trabajo, la mejor obra de alguien. La
Iglesia es la mejor obra de tres personas: Padre, Hijo y Espíritu. Es una obra
de arte trinitaria, una pieza notable de habilidad creativa: En efecto, hechura suya somos: creados en
Cristo Jesús en orden a las buenas obras (Ef. 2, 10).”
Jesús de Nazaret no hace parte de los miembros de
esta hermosa obra de arte; él es el Artista. Él es el Señor de la Iglesia. Él
es Dios, el Dios de los cristianos.
Él no es cristiano. Él es el Cristo, el Hijo del
Dios viviente.
©2017 Ed. Ramírez Suaza
©2017 Ed. Ramírez Suaza