Atrevidos Con Éxito II
no apto para
menores de edad ni casados
Mirando yo por entre la celosía de la
ventana de mi casa, vi algo muy poco común entre los seres mortales de nuestro
planeta: un armadillo decidido a exterminar por completo su soltería. Sus
pisadas hacia esta meta, firmes. Su mente, concentrada. Sus emociones,
controladas y sus oraciones, creyentes. En coherencia con esa actitud, optó por
asegurarse de qué es lo que quiere, en primer lugar. Luego disfrutar a plenitud
su soltería.
Popularmente no es muy común la historia
amorosa de un armadillo, pero ésta es valiosa por la riqueza celestial que se
aprehende en ella.
Masticar hace bien a la mente, así que
acompañando sus determinaciones con las complacencias a su paladar agrega: en
tercer lugar, debo ensanchar mi círculo
de amigos. “Pocos perciben la medida en que las amistades pueden contribuir
a suplir profundas necesidades que antes se asociaban al matrimonio. Las
personas solteras muchas veces pueden entablar y cimentar amistades profundas
con gente de ambos sexos en una cantidad y de un tipo que raramente se
encuentra en las personas casadas”.[1]
Ser amigo es una relación voluntaria y
personal. Soy amigo de quien quiero ser amigo. Dice el armadillo tragando a
cuestas. La amistad florece sin esforzarla, fluye como lo hace un riachuelo y
se va cediendo los espacios de intimar a medida que se permiten los
involucrados el arte de confiar. Además, la amistad se da entre personas que
están en pie de igualdad. En muchas especies, la amistad se da sobre tapetes
del interés, de la instrumentalidad. Es decir, deseos de sacar provechos
personales. Ciertamente, dentro de la amistad no existen jerarquías ni
autoridades. Esto supone que los implicados son recíprocos, se pagan bien con
el bien emocional, de compañero, dedicación de tiempo, favores, entre otras.
Luego de pensar en unos candidatos a la
amistad, el armadillo acompaña su
búsqueda de buenos consejeros. Muchas veces el peor consejero que uno tiene
es uno mismo. Dice el armadillo a sí mismo.
Así como los amigos, los consejeros deben
ser personas que no estropean mi voluntad de escogerles y escucharles. En su
libro sagrado, encontró estas palabras: -Fieles son las heridas del amigo, pero
engañosos los besos del enemigo-. Es muy difícil encontrarse con la verdad y no
salir herido. Un amigo sincero tiene “luz verde” para decirnos la verdad,
aunque esa verdad nos lastime un poco. Un consejero es aquel que nos ayuda a
ver lo que no vemos frente a una realidad específica, y nos dice lo que no
queremos oír. Nos muestra el otro rostro de
la realidad que no hemos considerado. En la búsqueda de un cónyuge, son
valiosos los consejos de quienes nos aman.
En quinto lugar, debo mejorar mi apariencia. En el mundo de los armadillos, no es
que hayan feos sino mal arreglados. Tres carcajadas y media se le zafan adrede
mientras asiente con la cabeza y al vaivén de las olas imaginarias, toma una revista de amores y lee sin
borrar de su boca una sonrisa: -Algunos estudios revelan que sólo contamos
entre 30 segundos a 4 minutos para dejar una buena impresión, una buena
opinión, además duradera ante los demás; basada en nuestro aspecto, cómo
hablamos y cómo nos movemos así lo que tengamos que decir. Domina nuestra
percepción de un extraño lo que vemos, por lo que nos centramos en su
vestimenta, su aseo, sus gestos y expresiones faciales-.
Así que fijándose en sus insumos de
belleza cae en la cuenta de que, Hay ropas que dicen: soy chévere. Otras dicen:
soy espiritual. Otras dirán: ¿me invitas a salir? En cuanto a la ropa sólo
tengo algo por mencionar: a la hora de vestirnos mantenemos
presente el principio sagrado: pudor, modestia, decoro. Con el pudor evito la
vulgaridad, con la modestia el orgullo y con el decoro la simpleza. Cuando
alguien viste con pudor, es decir prudentemente; la otra persona reconoce que
quien así viste es una persona seria, que dignifica su cuerpo y no lo dispone a
la concupiscencia. Esto brinda seguridad. Al vestir con modestia, lo cual no
significa ordinario o de mal gusto, proyecta una imagen justa de sí mismo. Y al
vestir con decoro, resalta la belleza confiada por Dios.