La Prepago
toda una héroe de la fe
Mirando yo por entre
la celosía de la ventana de mi casa, vi una mujer que por esas cosas de la
vida, a veces incomprensibles, descubrió que con su cuerpo a disposición inescrupulosa
a los apetitos sexuales de hombres compradores de besos y noches apasionadas
podría obtener, quizá, mejores beneficios económicos. Y sí, es una prepago. Ella no ama, finge amar. Ella
siente asco hacia cada hombre que la acaricia, pero simula placer. Siente
náuseas con cada beso pervertido, pero le hace creer al tipo disfrute. En la
ducha toma la estopa frotando su cuerpo con fuerza, pretendiendo borrar
inclusive las huellas dolorosas que quedan en el alma. Al finalizar cada noche
recoge en su cartera el dinero, fruto de su trabajo, y se engaña así misma
tratando de persuadirse que por esos billetes vale la pena volver la noche
siguiente.
La historia de esta prepago se encuentra en la Biblia: Josué
2. Le hago partícipe de la historia en una versión sencilla, resumida y fiel: En una noche
cualquiera llegaron dos tipos israelitas
a un bar en Jericó, tontos
espías internacionales en busca de información valiosa. Digo tontos, porque
apenas llegaron a aquel país ya el rey sabía de su presencia en el bar de la prepago. Ni siquiera eran sospechas, estaba ya seguro. ¡Qué espías estos! Digo bar,
aunque es más probable que fuese un hostal, un albergue para pasar la noche. ¡Un
hostal con prostituta incluida![1]
Estos dos hombres no mostraron el más mínimo interés en los servicios sexuales
de la prepago, aunque ya es mejor que
empecemos a llamarla por su nombre: Rahab. El rey de aquella ciudad
inmediatamente enterado de la presencia de los espías israelitas en el hostal
de Rahab manda órdenes: -Echa fuera a los hombres que han entrado en tu casa,
pues vinieron a espiar nuestro país.- Ella responde de manera sorprendente, -Es
verdad que unos hombres vinieron a mi casa, pero no me enteré de dónde eran. Como
ya era de noche, esos hombres salieron cuando ya se iba a cerrar la puerta de
la ciudad, y no sé a dónde se fueron. Si van tras ellos, tal vez los alcancen-.
Los mensajeros del
rey emprendieron su búsqueda de esos enigmáticos espías, la orden era
capturarlos inmediatamente. Pero los espías estaban escondidos en la azotea de
aquel sensual hostal. ¡Qué belleza de espías! Mira, se supone al llegar a un país como
espías nadie de enterarse de su presencia. Al instante el rey se entera de su llegada
y el lugar específico donde se hospedan. Son muy ocurrentes, se alojan donde se compran servicios sexuales. El menos indicado para unos espías
profesionales. Al llegar los hombres del rey los espías no saben cómo proceder,
tiene que ser la prostituta quien solucione el problema. Como si fuera poco,
ella los esconde en la azotea de su hostal, y estos tipos se estaban durmiendo.
¡Ni que fueran colombianos!
De repente, ella
interrumpe sus bostezos y hace una confesión extraordinaria: -Yo sé que el
Señor les ha dado esta tierra. Todos los habitantes del país les tienen miedo. Sabemos
que, cuando ustedes salieron de Egipto, el Señor hizo que el Mar Rojo se secara
al paso de ustedes… Por eso les ruego que me juren por el Señor, que así como
yo he tenido misericordia de ustedes, también ustedes la tengan con la casa de
mi padre…-
Esta mujer no está
interesada en venderle sus besos, y hasta más, a estos dos inexpertos espías;
sólo quiere ser correspondida en su demostración de misericordia. Todo lo que
ella hizo para salvarles la vida a estos dos es la gran demostración de su
conocimiento, aunque de oídas, del Dios de Israel como también de misericordia
para con estos dos tontos. Ella sabe que Dios dará esas tierras de Jericó a
Israel, por lo tanto pide que cuando eso suceda sea tratada con la misma
bondad que les ha brindado y se les garantice protección a ella y a toda su
casa. Esta prepago no sólo resultó astuta; es una extraordinaria creyente en Dios, el único verdadero Señor en los cielos y en la tierra.
Continuará…