jueves, 6 de diciembre de 2012

Blanca Navidad


Blanca Navidad

Mirando yo por entre la celosía de la ventana de mi casa busqué la “Blanca Navidad”, la busqué con entusiasmo, con las ganas de un niño atado a la inocencia, como buscan las guacamayas las cúspides de los silvestres árboles amazónicos; así te busqué Blanca Navidad. La encontré, aunque casi que no se deja ver. La encontré relegada, ignorada, opacada por las muchas luces que encienden mis coterráneos en honor a otra, a una falsa navidad. Mi ciudad, bien llamada La Ciudad de la Eterna Primavera, se enciende de luces vacías; brillantes en lo tangible pero oscuras en las realidades del corazón humano. Luces vacías de integridad. Vacías de Jesús. Vacías de la cruz. Vacías de verdad. Vacías del amor fraterno y filial. Vacías de compasión. Vacías de esperanza.

Es una falsa navidad porque se desplaza por completo al protagonista de la verdadera Navidad. Si el papa Benedicto XVI dejó sin vaca y sin burro al pesebre; otros lo han dejado sin Jesús, sin María, sin José, sin los reyes magos; se ha hecho del pesebre un circo, un bar, una cantina, una plaza de mercado, un altar al ruido vano. Cuando voy al pesebre de la Biblia coincido con Benedicto XVI en no encontrar allí burros ni vacas; como tampoco encuentro botellas de guaro “adornando” sus ángulos ni parlantes a todo dar con guascas cuyas letras no dejan de profanar la Navidad con su doble sentido. En el pesebre no encuentro prostitución ni humo de marihuana o cualquier otro tabaco. En el pesebre no encuentro esos inmensos estantes de “promociones” desembocando las gentes al derroche financiero. En el pesebre encuentro un silencio que elogia la voz de María: -Aquí tienes a la sierva del Señor…- Encuentro en el pesebre la obediencia de José, la adoración verdadera de unos magos, como también el cántico de los ángeles y el regocijo de unos pastores de Belén; verdadera composición del Pesebre en la primera y genuina Navidad.

La Navidad primera era blanca, no por la nieve que nos pintó las aguas negras de Coca-Cola; sino por la pureza humana en aquel humilde lugar. Nació quien haría posible la solución a este problema: ¿Son sus pecados como escarlata? ¡Quedarán blancos como la nieve! ¿Son rojos como la púrpura? ¡Quedarán como la lana! (Is. 1.19). ¡Eso es! La Navidad es blanca y blanquea, quien se acerca a Jesús con franqueza reconociendo su condición de pecador quedará blanco como la nieve, como la lana; “como la pulpa de coco”, así decía un viejo amigo. Por esta razón nos resulta a unos pocos blanca la Navidad.

Esta Blanca Navidad es pobre en notoriedad, carente de popularidad, ausente en la publicidad canibalesca del siglo XXI, escondida en algunos templos y débil en algunos casos (por no decir personas). Cristo nació en un establo porque no encontró lugar en la posada; como al parecer le cuesta hallar lugar hoy. Cristo nació en un pesebre para hacer posible lo imposible: el perdón de nuestros pecados, la salvación de la humanidad y la creación de un mundo nuevo. «… en el pesebre [...]. Dios no se avergüenza de la bajeza del hombre, entra en ella [...], ama lo que está perdido, lo que no es considerado, lo insignificante, lo que está marginado, débil y abatido. Donde los hombres dicen «perdido», él les dice «salvado»; donde los hombres dicen «no», él les dice «sí».[1] Donde se dijo, esto está hecho un caos; él dijo: vine a hacer nuevas todas las cosas.

¡Por fin te vi Blanca Navidad!




[1] Navidad con Dietrich Bonhoeffer. (Spanish). (2005). Humanitas (07172168), 40(10), 504-508.

LA SOCIEDAD DEL BESO

Mirando yo por entre la celosía de la ventana de mi casa, vi besos. ¡Qué belleza! Vi el beso de un padre bien chantao sobre la mejilla de su...