¿Dónde Carajos
Está Umaña? II
el doloroso cruce del divorcio
Mirando yo por entre
la celosía de la ventana de mi casa vi una familia abandonada por Umaña. Sí,
don Umaña dijo no poder más, sin despedirse abandonó sus hij@s, su esposa y se
largó. ¿A dónde? Pues lejos, lo suficiente como para enviar la cuota alimenticia y
saludarlos de vez en domingo. Ah, y para discutir los términos del divorcio, a
ver si por fin “se libra de ese calvario”, digo, de ese matrimonio. Esta escena
es el pan de cada día en mi bella Colombia. Mientras revolotea la discusión,
desde diferentes escenarios, sobre el tema divorcio, preguntamos a Jesús -oye,
¿qué opinas del divorcio?-
La respuesta de
Jesús es maravillosa. De hecho, la pregunta concreta a él es más capciosa: ¿Es
lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa?[1]
En la época de Jesús había dos escuelas farisaicas, la Shammaita y los de
Hillel. Los shammaitas eran más celosos y sólo permitían el divorcio por “cosas
indecentes”, en cambio los de Hillel permitían el divorcio por “cualquier
motivo”. [2]
Inclusive los de Hillel llegaron a considerar que, encontrar otra mujer más
bella era un pretexto “legítimo” para repudiar su esposa. Pero Jesús no caza
pelea con estas escuelas teológicas de su tiempo, sencillamente se remonta al
principio: -Dios nos creó varón y mujer, luego los unió y de los dos hizo una
sola carne. Lo que Dios juntó, no lo separe el hombre.- -Pero Moisés permitió
el divorcio- replican los interlocutores de Jesús. Claro, Moisés es el máximo legislador
de la ley hebrea. Pero Jesús les sorprende: -por la dureza de corazón, Moisés
permitió el divorcio- ¡Eso es un “baldao” de agua fría! Y lleve más: -pero al
principio no fue así-
Hay dos cosas claras
en las palabras del Maestro. 1ro. En el divorcio, quien repudia es una persona
de corazón endurecido. 2do. El proyecto de matrimonio tiene su imagen pura en
el principio: Dios los creó varón y mujer, los unió y el ser humano no puede
separarlos.
“Por cualquier motivo” no es legítimo repudiar al cónyuge; sólo hay
un motivo legítimo para el divorcio: la infidelidad sexual. Para Jesús, el
matrimonio es un pacto ante Dios de amor fiel.[3]
Cuando uno de los contrayentes falla a ese pacto de amor fiel, quebranta,
socaba, arruina por completo el pacto de unión matrimonial. Ante esta realidad
de infidelidades, es legítimo separarse y contraer nuevas nupcias, si así lo
desea.
Y ¿si alguien se
separa por otras razones? Jesús dice, si no hay infidelidad de por medio,
casarse de nuevo y con otra persona es adulterio. Le propongo a que hagamos la
misma pregunta a S. Pablo, ¿si alguien se separa por otras razones? El viejo
pasa su fuerte mano sobre la barba que ya le cubre el cuello, sonríe y dice: -pues sepárese.-[4] ¡Quién creyera que S.
Pablo diría semejante cosa! -Sí, sepárese pero no se vuelva a casar. Si no puede
con eso, entonces reconcíliese con su cónyuge-. El viejo levanta la mirada, con
toda su autoridad apóstolica manda: -la mujer no abandone su marido ni el marido
abandone su mujer-.
Aprovechemos que S.
Pablo está respondiendo a estas preguntas casi tabú en la Iglesia. -Oiga S. Pablo,
si una persona llega a Cristo y su cónyuge le repudia por eso, ¿qué?- El viejo,
con la tranquilidad que le inspiran estos temas, dice: -bueno, pues sepárese y
puede de nuevo “re-hacer su vida”; porque a paz nos llamó Dios, no a la
esclavitud de un cónyuge menospreciante.-[5] Que quede claro: si es repudiad@ con divorcio por causa de Cristo.
El mejor camino a
recorrer cuando se arroja la opción divorcio sobre el tapete, sin duda alguna, es la reconciliación. Siempre hay puertas abiertas para sostener la familia: perdón, gracia, misericordia, comprensión, amor, afectos, abrazos; por mencionar
algunas. Cuando haya una infidelidad sexual, es mejor contemplar esa puerta llamada
perdón antes de pensar en divorcio. En caso de no ser posible, entonces proceder bajo la paz de Dios. El
divorcio no es una solución, es otro problema, decía un profesor de teología
patrística en el seminario donde estudié. Eso es cierto, “otro problema”, sólo
que a veces más llevadero que el problema “X” dentro del matrimonio que empuja hacia el divorcio.
Ojalá no tengamos
que recurrir a esta opción divorcio. Y en caso de vernos sin más salida,
entonces proceder en paz y en la dirección de Dios.
Este es un tema de mucha "tela pa' cortar". Estas son algunas verdades generales, pero cada caso es único y debe ser abordado con mucha sabiduría a la luz de la Palabra de Dios. Oro para que las iglesias cristianas seamos una comunidad restaurativa, acompañante, "paraklética" (consoladora) de estas personas que vienen tan lastimadas por un divorcio a nuestras congregaciones. Que podamos acompañarles hasta la cruz de Cristo a fin de recibir el perdón, la gracia y la nueva vida que ofrece Dios en su hijo Jesucristo.