jueves, 26 de septiembre de 2019

LA ZARZA: una parábola política





En cierta ocasión los árboles de un bosque quisieron tener rey, y le pidieron al olivo que fuera su rey. Pero el olivo les dijo que no, pues para ser rey de los árboles tendría que dejar de dar aceite, el cual sirve para honrar tanto a los hombres como a Dios. Entonces los árboles le pidieron a la higuera que fuera su rey. Pero la higuera les dijo que no, pues para ser rey de los árboles tendría que dejar de dar sus dulces y sabrosos higos. Entonces los árboles le pidieron a la vid que fuera su rey. Pero la vid les dijo que no, pues para ser rey de los árboles tendría que dejar de dar su vino, el cual sirve para alegrar tanto a los hombres como a Dios. Por fin, los árboles le pidieron a un espino que fuera su rey. Y el espino les dijo que, si de veras querían que él fuera su rey, todos tendrían que ponerse bajo su sombra; pero si no querían que él fuera su rey, saldría de él un fuego que destruiría los cedros del Líbano.
(Jueces 9.8-15 DHH).

Dios nos cuenta historias
Uno de los recursos más destacados de la Biblia para narrar es la parábola. Pero, ¿qué es exactamente una parábola? Es una narración breve, a menudo expresada en un lenguaje poético, que introduce la intriga mediante elementos insólitos y a veces escandalosos. Juega con la realidad al presentar escenas que culminan en un desenlace extravagante.

El libro de los Jueces es un texto de singular fascinación. En él se recoge la voz de Dios en tiempos caóticos, anárquicos y oscuros. Durante este período, a los gobernantes del pueblo israelita se les llamaba "jueces", pero no eran solo magistrados civiles que administraban justicia y dirimían disputas. Primordialmente, eran libertadores investidos con el poder del Espíritu de Dios para salvar y guiar al pueblo en momentos de opresión y decadencia espiritual.

Entre los grandes protagonistas del libro de los Jueces destaca Gedeón. Dios lo llamó para que le sirviera no solo como juez, sino también como guerrero libertador de su pueblo. En efecto, Gedeón se convirtió en el "Simón Bolívar" de su época y de su nación.

Este hombre engendró setenta hijos. Además, en una de sus muchas aventuras extramaritales, concibió un hijo más, a quien llamó Abimelec (que significa: "mi padre es rey"). Tras la muerte de Gedeón, el poder debía recaer en los herederos. La gobernabilidad de la nación tendría que pasar, potencialmente, de una a setenta y una manos.
¡Demasiados caciques para tan pocos indios!

Un día, el hijo no reconocido apareció reclamando sus derechos de poder. Pero su demanda tenía un valor agregado: no quería una porción pequeña del poder. No deseaba ser el número setenta y uno; quería ser el único gobernante. Propuso, astutamente, la unidad nacional bajo un solo líder. Su familia materna lo respaldó, financiando una pandilla de mercenarios y vagabundos que actuaron como su escolta personal y sus asesinos a sueldo. Sin escrúpulos, Abimelec ordenó matar a todos sus setenta hermanos. Sesenta y nueve fueron asesinados el mismo día, en el mismo lugar. Solo Yotán, el hermano menor, logró escapar.

Una vez superados los obstáculos para ser el único juez de Israel, Abimelec convocó la ceremonia en la que sería investido como el único heredero "al trono". Fue entonces cuando Yotán, desde la cima de una pequeña montaña, interrumpió la coronación, recitando a viva voz la Parábola de la Zarza.

La Parábola de Yotán
La parábola de Yotán trata de un bosque cuyos árboles, en busca de un gobernante, acudieron a uno de los ejemplares más respetados de su territorio: el olivo. Los olivares eran la base de la economía palestina en aquellos días. No en vano fue su primera opción: —Puesto que nos generas tanta prosperidad y el comercio contigo es significativo por el aceite que ofreces al mundo, querido Olivo, ¡ven, reina sobre nosotros!

Pero el olivo, aunque era ideal y apto para gobernar, no quiso reinar en el bosque. En consecuencia, los árboles acudieron a la higuera, cuyos frutos eran la base del mercado de exportación. Los higos eran muy codiciados; la cuantiosa y costosa demanda comercial auguraba prosperidad al bosque. Pero la higuera tampoco quiso gobernar.

Los árboles fueron entonces en busca de la vid. Aunque no es un árbol, es una planta muy significativa a nivel mundial, pues su fruto es ideal para producir vino, otro elemento de consumo cotidiano y muy apreciado. Infortunadamente, la vid tampoco quiso gobernar.

Los árboles del bosque sintieron que habían agotado sus posibilidades de encontrar un buen gobernante. Rendidos, fueron a buscar la planta menos indicada para gobernarles: la zarza.

En Palestina, la zarza es considerada maleza, un matorral sin utilidad. Sus ramas no sirven, no da fruto alguno y, en temporadas de calor, al ser una planta seca, es la causa de incendios forestales. Cuando los árboles del bosque le pidieron que fuera su gobernante, la zarza, sin pensarlo dos veces, aceptó la oferta "democrática".
¡Qué ironía! ¡Qué tragedia!

Ironía
Esta parábola fabulesca de Yotán contiene una alta dosis de ironía. Los árboles valiosos y capaces de gobernar, aquellos que podían ofrecer prosperidad al bosque, rechazaron el cargo. En cambio, la peor planta del bosque, la que solo puede ofrecer destrucción y miseria, aceptó con gusto.

El primer candidato, el señor Olivo, era ideal, pero el argumento de su rechazo es muy significativo: —¿Voy a dejar de producir mi aceite, con el que se honra a Dios y a los hombres, para ir a mecer y a hacerme grande entre los árboles?

La segunda candidata, doña Higuera, rechazó la oferta por la siguiente razón: —¿Y debo abandonar la dulzura de mis frutos, para ir a mecer y a hacerme grande entre los árboles?

La tercera candidata fue doña Vid, quien respondió: —¿Y voy a dejar de producir mi vino, que es la alegría de Dios y de los hombres, solo para ir a mecer y a hacerme grande entre los árboles?

El olivo, la higuera y la vid valoraron demasiado su vocación de servicio a Dios y a los hombres como para abandonarla en pos de ser gobernantes. La zarza, sin nada bueno que ofrecer ni a Dios, ni a los hombres, ni al bosque, aceptó ser el "alcalde" de todo el parque.
¡Qué ironía! 
¿No le parece?

            Tragedia
La parábola de Yotán termina en un incendio. La zarza, pequeña, sin ramas verdes y compuesta de secos chamizos, dijo a los demás: —Vengan y busquen refugio bajo mi sombra. Pero si no me obedecen, saldrá fuego de mí y quemará los cedros del Líbano.
¿Refugio bajo la sombra de una zarza? La tragedia del bosque fue darle poder. La zarza se destruye y destruye a su comunidad.

Conclusión
Por estos días, los pueblos latinoamericanos "buscan" —o, mejor dicho, somos los buscados— candidatos que puedan representar dignamente los intereses de la gente humilde, necesitada y migrante ante las instituciones que, en teoría, deberían ofrecer soluciones.

La ambición de muchos candidatos dificulta percibir sus verdaderas intenciones al pretender el poder político. Huelen a zarza. Nuestra desgracia es que hemos sido gobernados por políticos-zarza. Cierto es que no logro dilucidar con contundencia si es la zarza la que se impone en el poder o si somos electores insensatos que otorgamos a los zarzales el poder de gobernarnos.

Es irónico —y causa indignación— ver que las personas aptas y capacitadas para liderar a veces no quieren hacerlo o no son elegidas. En su lugar, como si fuera una maldición eterna, las zarzas siguen siendo las elegidas para nuestros municipios, departamentos y países. Esto desemboca en tragedias reiterativas: el desfalco de fondos públicos; "Zaqueos" administrando tesorerías municipales; jueces castigando a inocentes y dando privilegios a malhechores. También las muertes y esos malditos que han hecho de la salud pública su "gallina de los huevos de oro" y de la educación una mendiga más de nuestro país. Son zarzas capaces de darle más riqueza al rico y pobreza a los pobres. Zarzales capaces de quemar los cedros del Líbano, y para muestra un botón: nuestra Amazonía.

Pero sobre el horizonte atisba la esperanza de un gobierno celestial, uno que es la oración matutina en boca y corazón de miles de creyentes en el mundo entero: "Padre nuestro que estás en los cielos... venga a nosotros tu reino".


©2019 Ed. Ramírez Suaza 




[1]  Roberto J. Walton. “The Parables According to Paul Ricoeur and Michel Henry”. Cuestiones Teológicas. Vol. 39 | No. 92 | Julio-Diciembre • 2012 | pp. 259-282

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