¡Fuimos creados para contemplar y
disfrutar de Dios!
Cualquier cosa inferior a esto significa
idolatría.
J. Piper.
El Salmo 16 es un poema
particular. Hermoso. Complejo:
vv. 1-2
Cuídame,
oh Dios, porque en ti confío. Yo declaro, Señor, que
tú eres mi dueño; que sin ti no tengo ningún bien.
vv. 3-8
Poderosos son los dioses
del país, según todos los que en ellos se complacen.
¡Pero grandes dolores esperan a sus seguidores! ¡Jamás derramaré ante ellos ofrendas de sangre, ni mis labios pronunciarán sus nombres! Tú, Señor, eres mi copa y mi herencia; tú eres quien me sostiene. Por suerte recibí una bella herencia; hermosa es la heredad que me asignaste. Por eso te bendigo, Señor, pues siempre me aconsejas, y aun de noche me reprendes. Todo el tiempo pienso en ti, Señor; contigo a mi derecha, jamás caeré.
¡Pero grandes dolores esperan a sus seguidores! ¡Jamás derramaré ante ellos ofrendas de sangre, ni mis labios pronunciarán sus nombres! Tú, Señor, eres mi copa y mi herencia; tú eres quien me sostiene. Por suerte recibí una bella herencia; hermosa es la heredad que me asignaste. Por eso te bendigo, Señor, pues siempre me aconsejas, y aun de noche me reprendes. Todo el tiempo pienso en ti, Señor; contigo a mi derecha, jamás caeré.
vv. 9-11
Gran regocijo hay en mi corazón y en mi alma; todo mi ser
siente una gran confianza, porque no me abandonarás en el sepulcro, ¡no dejarás
que sufra corrupción quien te es fiel. Tú me enseñas el camino de la vida; con
tu presencia me llenas de alegría; ¡estando a tu lado seré siempre dichoso!
Me resultan maravillantes muchas
oraciones grabadas en las páginas sagradas de la Biblia por la belleza de su
poesía, por la hermosa arquitectura elevada con palabras celestes,
trascendentales, relevantes y más asombroso aún, vigentes.
La vida nos regala muchas
experiencias, todas ellas muy valiosas, como por ejemplo la sensación de estar
en peligro. Que la vida nos privilegie con estas realidades, hace de la
existencia un don invaluable. Más invaluable aún, encontrar en la Biblia una
oración poética que delata la confianza de una persona quien, viviendo en medio
de peligros, oró confiado y satisfecho a su Creador.
Acompáñame a resaltar algunas
bellezas que alcanzo a identificar en esta oración poética:
Los vv. 1-2, igual que
los vv. 9-11 cuentan con unas palabras clave para mi comprensión: confianza y
placer. Note que el vv. 1 dice: “en ti confío”. El vv. 2 dice: “sin ti no tengo
ningún bien”. La palabra que tenemos en español como “bien” -en hebreo (tobáh)-
significa “bienestar, dicha, placer”.
Los vv. 9-11 repiten el
fenómeno: el vv. 9 dice: “todo mi ser siente una gran confianza”.
Encontramos también las
palabras “alegría” y “regocijo” en los vv. 9-11, que podemos relacionar con la
dicha, el placer del vv. 2.
Subrayo esta combinación
de confianza y dicha a fin de señalar la satisfacción de un orante confiado en
el Dios de los cielos.
En el centro del poema
(vv. 3-8) hay una comparación desventajosa de complacencia.
Dicen los vv. 3-4 que los
idólatras se complacen en sus dioses, pero desconocen las desgracias que les
vendrán. La dicha de los idólatras es de sabor amargo. En contraste, quienes
confían en el Dios de Israel se sacian en él, pueden decir algo así como:
“tenemos a Dios” (tú eres la herencia que me ha tocado). Dios se dona a
quienes en él confían.
Mientras a los idólatras
les espera “grandes dolores”; a quienes confían en el Dios Jehová les espera
consejo, instrucción y compañía (tú a mi derecha).
Esta oración poética se presenta ante
mis ojos en forma de un sándwich literario:
1-2: Confianza y deleite en Dios.
3-8: Contraste entre los idólatras y
creyentes.
9-11: Confianza y deleite en Dios.
Muchas son las especulaciones que
hacen los comentaristas al querer entender la situación por la que atravesó el
salmista y oró con estas exquisitas palabras. Por ser especulaciones de
comentaristas, silenciaré al respecto. Lo que sí logro intuir y decir, es que
el salmista experimentaba una situación de severos peligros, lo cual es
evidente en su poema. En él se explicita
su necesidad de protección divina, y por eso no desistió en escribir una
oración que expresara confianza en el Señor y satisfacción en él.
La confianza que el poeta depositó en
Dios le concedió la libertad y el lenguaje para pedir al Señor Dios su
protección. El orante enfrentó una amenaza desconocida para todos nosotros,
pero su refugio lo expuso por completo, quizá para encontrar en generaciones
posteriores cómplices de tan hermosa oración: “Cuídame, oh Dios, porque en ti
confío.”
De las traducciones al español que
conozco del vv. 2 de este Salmo 16, comparto la de H.J. Kraus, dice así: Yo
'dije' a Yahvé: «Tú eres mi Señor, mi dicha está sólo en ti».
Muy contundente fue la confianza que
tuvo el orante en Dios. Nótelo: «Tú eres mi Señor, mi dicha está sólo en ti».
Esta declaración es hermosa. Literalmente dijo: “Eres mi Adonai”. Es decir, “mi
amo”, “mi dueño”. Este poeta se presentó ante Dios como uno que le pertenece,
se reconoció como propiedad de él y en razón de su reconocimiento oró.
Es como si dijera: “soy de Dios,
entonces sólo en mi dueño puedo confiar. ¡Él me protege!
El poeta en tanto escribía esta
oración miró a su alrededor y encontró a muchas personas confiando en otros
dioses. Dioses que nada son. Dioses sin vida. Creados; no creadores. Y se dio cuenta de la
tragedia que vivieron los idólatras: confianza en quien no existe. En la
intrascendencia de una imagen. Una confianza en la representación del vacío. La
imagen existe, ¡claro! Pero la persona que representa o se idealiza en ella no existe. ¡Nunca ha existido!
Los idólatras dieron ofrendas a una
imagen que nada puede recibir, y al ser intrascendente, su ofrenda fue a dar al
vacío. Su ofrenda en últimas se entregó a la nada.
Igual la pronunciación de sus
nombres. ¿A quién invocaron? ¡A un imaginario!
Sus oraciones las escuchó nadie. La
nada.
Ante esta tragedia espiritual, el
poeta dijo: -a la nada y al nadie no le rendiré culto. Los dioses falsos no me satisfacen.-
El poema recoge -en el vv. 5- dos
metáforas muy bellas: 1. la copa, 2. la herencia.
¿Fue Dios su copa? ¿Fue Dios su
heredad? ¿Qué quiso decir el poeta con estas metáforas?
Decía S. Agustín: “Beban otros los
placeres de otras fuentes. Yo bebo en la copa del Señor.”
El Salmista presentó a Dios como
fuente incesante de satisfacción: “Yo bebo en la copa del Señor.”
Además de “copa”, expresó que el Señor
fue su “herencia”. El orante presentó a Dios como “el que se autodona”. Dios
mismo se nos concede como dádiva. La herencia dada por Dios al salmista fue
Dios mismo. Cito otra vez a S. Agustín: “Todo lo que tú podrías darme si no
fueras Tú, sería para mí una nadería.” He aquí la voz de otro hombre a quien sólo
Dios basta.
Cuando somos de Dios, Dios se hace
nuestro.
Los dioses paganos son nada. Nadie.
En cambio, el Dios de este salmista aconseja, reprende y acompaña. Experiencias
propias de la liturgia del entonces. En la exposición comunitaria de la Torá, el
salmista fue aconsejado, reprendido y asistido.
El culto verdadero nos salva de la
nadería y nos garantiza la experiencia de Dios necesaria para continuar la vida
satisfecha en él.
La esperanza hace germinar en el ser
del creyente mayores satisfacciones en Dios, porque él “¡no dejará que sufra
corrupción quien le es fiel.”
A este poeta no le dio miedo la
muerte, por el contrario, tuvo la fortuna de estar convencido de que ni
siquiera la muerte le podía separar del amor de Dios y de los planes perfectos
del Altísimo.
El orante -por la fuerza del
Espíritu- intuyó lo sublime: tiene que haber eternidad para los justos.
Esto no era claro antes de la
manifestación humana de Dios en Cristo. Era muy confuso. Aun así, el poeta se
atrevió a dar un atisbo de la eternidad con esta oración: -¡no dejarás que
sufra corrupción quien te es fiel. Tú me enseñas el camino de la vida.-
Jesús encarnó a plenitud el salmo 16.
Fue su libreto existencial. Cada sílaba de esta oración la llevó en su ADN. De
manera más especial, la parte final del poema: su resurrección hizo realidad la
parte que dice: -¡no dejarás que sufra corrupción quien te es fiel. Tú me
enseñas el camino de la vida.-
Que Cristo haya hecho vida este
salmo, nos garantiza que lo hará vida en nosotros también.
Yo también -en Cristo- puedo decir:
-¡no dejarás que sufra corrupción quien te es fiel. Tú me enseñas el camino de
la vida.-
©2019 Ed. Ramírez Suaza