viernes, 28 de junio de 2019

EL SÍNDROME DE PINOCHO: padeciendo mentiras


Cada vez que mentimos a alguien, le hacemos el cumplido de reconocer su superioridad.
Samuel Butler


Mirando yo por entre la celosía de la ventana de mi casa, vi seres humanos aferrados a muchas mentiras pareciendo náufragos asidos a salvavidas de papel, hundiendo más pronto que tarde; aun así, se aferran a ellas, cualesquiera sean.

La oferta y demanda de mentiras en esta plaza global alcanza niveles de alerta roja: las dadas y recibidas en redes sociales; vendidas y compradas en centros comerciales. Las divertidas y apetecidas de la televisión y del cine. Las concedidas y aceptadas gratuitamente en relaciones interpersonales, sin omitir la conciencia de todas aquellas aprendidas y acostumbradas en familia.
Para asombro de muchos, “...se estima que cada día oímos o leemos más de 200 mentiras.”[1]
Sin mencionar todas las dichas y/o escritas por nosotros mismos.
Mentiras van. Mentiras vienen.

Miente la religión.
Miente el estado.
Miente la educación.
Miente la prensa.
Miente el internet.
Miente la política.
Miente la literatura.
Mienten algunas canciones.
Miente mi vecino, mi pariente, mi amigo y mi hermano. Como si fuera poco, ¡miento yo!
Inclusive, muchos preguntan: ¿Qué sería del mundo si no existieran las mentiras?

Esta sociedad evidencia una pérdida aberrante de incomodidad por la producción y el consumo de mentiras. En algunas ocasiones nos molesta ser engañados, pero no nos molesta mentir. Peor aún, “Tenemos la capacidad de mentir, no sólo a los demás sino también a nosotros mismos.”[2]

¿Qué es la mentira?
La mentira no se ciñe simplemente al hecho de decir cosas que no son verdad. También mentimos al ocultar información, o al decir algo que es verdad de manera tal que el interlocutor crea que es falso. Yendo más allá, podemos mentir sin utilizar las palabras, a través de una sonrisa falsa, al andar o adquirir posturas que aparentan confianza en uno mismo, mediante el uso de cosméticos que disfrazan nuestra apariencia real... Cualquier pequeño engaño intencionado puede considerarse una mentira.[3]

Mentir es un acto de infidelidad, menosprecio al otro y a uno mismo.
Mentir es un descaro, uno con el que aprendimos a vivir de maneras cómodas. Además, con el mismo desparpajo inducimos a las generaciones siguientes a toda una cultura y “arte” de mentira. Sin embargo, tiene que ser denunciada como una práctica diabólica, deshumanizante de la conciencia, las relaciones, los amores, la dignidad… Jesucristo dijo: -El diablo ha sido un asesino desde el principio. No se mantiene en la verdad, y nunca dice la verdad. Cuando dice mentiras, habla como lo que es; porque es mentiroso y es el padre de la mentira- (S. Juan 8.44).

A veces me pregunto, ¿desde cuándo y por qué llegamos a ser productores y receptores de tanta mentira? La Biblia responde a estas preguntas de maneras asombrosas, maravillantes para mi gusto. Creados el hombre y la mujer a imagen de Dios, les fue concedida la gracia de administrar este santuario llamado Tierra con un valor moral agregado: ¡la fruta prohibida!
A diferencia de todos los seres vivos, la relación perfecta y establecida por Dios mismo para con el ser humano fue moral. La humanidad tiene que obedecerlo (Génesis 2.16-17).

Según el libro sagrado del Génesis, alrededor de la fruta prohibida se tejió un diálogo peligroso entre la mujer de Adán y una Serpiente -metáfora del Satán[4]- y fue en ese instante cuando el ser humano empezó a mentir, a consumir mentiras (Génesis 3). En tanto conversaron, la mujer puso en boca de Dios palabras muy ajenas a Él: -No coman del fruto del árbol que está en medio del huerto, ni lo toquen. De lo contrario, morirán- (Génesis 3.3). Realmente estas fueron las palabras de Dios: -Puedes comer del fruto de todos los árboles del jardín, menos del árbol del bien y del mal. No comas del fruto de ese árbol, porque si lo comes, ciertamente morirás- (Génesis 2.16).

Mientras conversaban, la serpiente mintió al describir un carácter falso del Dios verdadero. La Serpiente presentó un dios egoísta, uno no de fiar. Ella comunicó, con su discurso, una difamación en este sentido: las “intenciones de Dios -con la fruta prohibida- fueron impedir la realización del hombre, frustrarlo, mantenerlo bajo su poder, impidiéndole conseguir algo que puede obtener: ser como Dios.[5]
La mujer consumió todo este engaño y pecó.
Desde entonces, según la historia bíblica, el ser humano es mentiroso y consumidor de mentiras.

¿Por qué mentimos?
Cierto es que mentimos porque sí y porque no.
Mentimos porque nos viene en gana.
Mentimos por ventajosos y por cobardes.
Mentimos por conveniencias y por apariencias.
Mentimos por capricho y por vicio.
Mentimos por mentirosos.

El afamado escritor mexicano, Octavio Paz, dijo: “Mentimos por placer y fantasía, sí, como todos los pueblos imaginativos, pero también para ocultarnos y ponernos al abrigo de intrusos. La mentira posee una importancia decisiva en nuestra vida cotidiana, en la política, el amor, la amistad. Con ella no pretendemos nada más engañar a los demás, sino a nosotros mismos… La mentira es un juego trágico, en el que arriesgamos parte de nuestro ser.”[6]
Al parecer, “Todos tenemos una irresistible fascinación por la mentira y el engaño.”[7]

Con la mentira apareció también la prohibición y el reproche. Paradójicamente, el ser humano no acepta la mentira: “culturas antiguas como la Inca, instalada en el Perú, proscribieron la mentira explícitamente y consignaron tres principios morales como normas de convivencia social en la comunidad: “no seas perezoso” (Ama quella), “no seas mentiroso” (Ama llulla) y “no seas ladrón” (Ama sua).”[8]

La religión mosaica también levantó bandera contra la mentira, pero llama la atención que en los diez mandamientos concedidos a los israelitas por medio de Moisés, no se menciona una prohibición directa contra la mentira. Se prohibió el falso testimonio contra el prójimo, pero no mentir (Éxodo 20).
Para un judío devoto, los diez mandamientos no agotan la ley divina; para ellos toda la Torá es norma de vida piadosa. Dice la Torá en el libro Levítico 19.11: -No hurtes. No engañes. No se mientan el uno al otro.-

A la luz de la comprensión cristiana del misterio de Dios, la mentira tampoco tiene cabida en el ser humano restaurado. El libro de Apocalipsis 22.15 sentencia contra los mentirosos así de contundente: -Pero fuera (condenación eterna) se quedarán los pervertidos, los que practican la brujería, los que cometen inmoralidades sexuales, los asesinos, los que adoran ídolos y todos los que aman y practican la mentira.-

Dios nos invita a su verdad, pues ha creado al ser humano capaz de ella, ha puesto en su corazón el apetito por lo que es cierto y en sus esperanzas el  anhelo utópico por una verdad libre y liberadora.
Mentir no es de quienes andan en luz, en la iluminación que procede del Padre de las luces, en quien no hay sombras de variación; la verdad prevalece en sus mentes, en sus labios, en sus acciones así les cueste la vida, como lo hizo Jesús, encarnación absoluta de la verdad, quien es para nosotros, la Iglesia cristiana, Camino, Verdad y Vida.

©2019 Ed. Ramírez Suaza




[1] América Valenzuela. “¿Por qué decimos mentiras?” En línea: http://www.rtve.es/noticias/20120622/decimos-mentiras/539043.shtml
[2] Dan Ariely. Por qué mentimos… en especial a nosotros mismos. libro en línea: https://www.academia.edu/35860568/Por_que_mentimos_._en_especial_-_Dan_Ariely, p. 250
[3] América Valenzuela entrevista a David Livingstone S. En línea: https://www.elmundo.es/elmundosalud/2005/10/21/neurociencia/1129916821.html
[4] Sobre la base de las referencias del Nuevo Testamento, la serpiente se identifica fácilmente como Satanás (Rom. 16:20; Ap. 12: 9; 20: 2).
[5]Santiago Guijarro & Miguel Salvador (ed.) Comentario al Antiguo Testamento I. Zaragoza: Verbo Divino (1997): 50
[6] Octavio Paz. “Máscaras mexicanas”. En línea: https://www.unive.it/media/allegato/download/Lingue/Materiale_didattico_Regazzoni/Lingue_lett_ispano_americane1/Octavio_Paz.pdf
[7] Gustavo A. Schwartz. “El poder transformador de la mentira”. en línea: https://cfm.ehu.es/schwartz/resources/Ensayos/El-poder-transformador-de-la-mentira.pdf
[8] Yáñez Canal, Humberto, y Fernando Robert Ferrel Ortega, y Andrea Liliana Ortiz González, y Gabriel Yáñez Canal. 2017. "Efectos de la mentira en las relaciones de pareja entre jóvenes universitarios heterosexuales". Psicología desde el Caribe 34 (1): 42-58

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