Ellos (los infieles) no entrarán en el Paraíso
hasta que entre un camello por el ojo de una aguja.
El Corán (sura 7, 40)
Mirando yo por entre la celosía de la ventana de mi casa, vi una fila
de camellos pretendiendo entrar a un lugar glorioso cuya puerta es el ojo de
una aguja. Literal.
El camello de turno, aún viendo la imposibilidad de la
hazaña, con vergonzosa terquedad intentaba introducir su cabeza por el diminuto
agujero. Cada camello decía para sí: -si logro embutir mi cabeza por el ojo de
la aguja, cruzo el resto del cuerpo.-
Siendo la fila muy larga, a alguien se le ocurrió la brillante
idea de darle una aguja a cada camello, a fin de no prolongar a eternidad la
espera de turnos en la fila.
Había espectadores que daban ánimo e ideas para que algún
camello lograra cruzar a través del ojo de una aguja, algunos decían: -baña tu
cuerpo en aceite de olivas, la lubricación puede ayudar.- Otros aseguraban que
el jabón haría liso el cuerpo y así, tal vez, alguno logre cruzar por el ojo de
una aguja. Otros sugirieron saliva de alguna madre en ayunas, ¡eso es bendito!
Al fin y al cabo, ninguna recomendación o idea por buena
que pareciera ser, funcionó.
S. Lucas en el capítulo 18, los versos 18-30, plasmó el
testimonio de un encuentro fascinante entre un hombre rico y Jesús. El diálogo entre
estos hombres fue corto, pero fascinante y revelador. El rico le preguntó al
Carpintero de Nazaret: -Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la vida
eterna?- El hombre era un zalamero
extraordinario, pero el Señor cuestionó su halago: ¿me estás diciendo “maestro
bueno”? ¿Sabías que sólo “maestro bueno” es Dios? Con esta reacción peculiar
Jesús no negó que él es Dios, más bien le ayudó a comprender la magnitud de sus
palabras, así no fueran sentidas: -si me dices “maestro bueno” y “bueno” sólo
es Dios, ¿estás afirmando que soy Dios?-
Por otro lado, Jesús ya respondió a la pregunta inicial:
¿qué puedo hacer para heredar la vida eterna? “Bueno sólo es Dios.” Mejor
dicho, nadie es lo suficientemente bueno como para ser salvo. Nadie es capaz de
serlo. Sin embargo, el Maestro bueno le recitó algunos mandamientos, quizá
aquellos con los cuales el rico se sentía seguro: -No adulterarás, no matarás,
no hurtarás, no dirás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre.- A lo
que respondió el rico, quien fue también religiosamente presumido: -Todo esto lo he cumplido desde mi juventud.-
Pero a este hombre le faltaba “una cosa” para satisfacer básicamente
la ley mosaica: abandonar su avaricia. Entonces Jesús le dijo: -vende todo lo
que tienes, y dáselo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después
de eso, ven y sígueme.-
Estas palabras de Jesús fueron un “baldao de agua fría”
para el rico.
¿Vender todo?
¿Darlo a los pobres?
Pero ahí no termina el “baldao de agua fría”. Jesús le
dijo también, -después, ven y sígueme.-
Cuando aquel hombre oyó esto, se puso muy triste, porque
era muy rico.
No se puede descartar la posibilidad de que el rico tomó
conciencia de su mentira: él nunca cumplió la ley desde su juventud. Su amor al
dinero lo llevó a quebrantar los dos mandamientos más importantes: amar a Dios
sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo.
El pecado que identificó Jesús en este hombre no fueron las
riquezas, fue el amor desmedido a todas ellas. Es imposible amar a Dios y a las
riquezas de manera simultánea.
La tristeza del hombre rico inspiró a Jesús para
comunicar una verdad absoluta por medio de un refrán que apela a la
exageración: -¡Qué difícil es para los ricos entrar en el reino de Dios! Le es
más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en
el reino de Dios.-
El proverbio rabínico reza así: “más fácil pasa un
elefante por el ojo de una aguja”.[1]
Algunas personas han pretendido alterar la verdad
absoluta que Jesús comunicó a través del exagerado refrán, argumentando que la
palabra traducida al español como “camello” es incorrecta, porque el término
griego, según ellos, es kámilos, que significa “nudo
o amarra con cuerda gruesa”.[2]
Este argumento no desvirtúa por completo lo que Jesús quiso comunicar;
pretender atravesar el ojo de una aguja con una cuerda gruesa también es
imposible. Pero pierde el impacto que provoca la exageración al imaginar un
camello pasar por un orificio tan pequeño como el de una aguja de coser. Esta exageración
es un instrumento en la comunicación que hace más claro y contundente el
mensaje de Cristo.
Los evangelistas Mateo y Marcos también incluyeron este proverbio
al testimoniar el mismo acontecimiento, y ambos, igual que Lucas, no usaron la
palabra kámilos, ellos escribieron kámelos, cuyo significado es “camello”.[3]
No se puede pasar por alto, entre otras cosas, que los manuscritos más antiguos
de estos tres evangelios, por ende más confiables, dicen kámelos (camello).[4]
Las palabras griegas kámilos
y kámelos tienen mucha similitud
en la forma de escribirse y pronunciarse, pero la diferencia de significados es
abismal.
Existe también una “fantasiosa afirmación que Jerusalén
tenía una pequeña puerta llamada “Ojo de aguja” por la que los camellos podrían
pasar…”[5]
Gordon Fee dijo: “Nunca existió tal entrada en Jerusalén en ninguna época de su
historia.”[6]
Interpretaciones de esta naturaleza ‘achican el camello y
amplían el ojo de la aguja’.[7]
“Le es más fácil a un camello pasar por el ojo de una
aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios.” La hipérbole del proverbio no
deja lugar a dudas: heredar el reino de los cielos pretendiendo ser bueno a la
luz de la ley mosaica es imposible. No es difícil. ¡Es imposible!
Los que oyeron esto dijeron: -Entonces, ¿quién podrá
salvarse?- Y Jesús les respondió: -Lo que es imposible para los hombres, es
posible para Dios.-
La diversidad que hoy inunda las nuevas modernidades nos presenta
un abanico de sabidurías religiosas, orientales, filosóficas, morales, éticas,
intelectuales, revolucionarias, individuales e individualistas como ofertas
alternativas para “ser buenos”. Tan buenos, que podemos entrar “al cielo” sin
necesidad de Jesucristo.
La religión en América Latina cuenta con unas ofertas
extraordinarias que dicen garantizar el paso de un camello por el ojo de una
aguja. Movimientos que le enseñan a ser bueno, tan bueno, que pueda cruzar
un camello por el ojo de una aguja. Algo así como lo describió S. Pablo: -Es
verdad que tales cosas pueden parecer sabias, porque exigen cierta religiosidad
y humildad y duro trato del cuerpo, pero son cosas que no honran a nadie, pues
sólo sirven para satisfacer los deseos puramente humanos- (Colosenses 2.23).
Por
lindo, bueno, piadoso que parezca, ninguna religión puede garantizar que un
camello pase por el ojo de una aguja. ‘Achican el camello y amplían el
ojo de la aguja’.
Quizá
esta sea la razón por la cual
Fluctuamos entre castigarnos y premiarnos porque
nos engañamos pensando que podemos salvarnos a nosotros mismos. Desarrollamos
un falso sentido de seguridad, a partir de nuestras buenas obras y la
escrupulosa observancia de los mandamientos de Moisés… Cuando aceptamos, en
cambio, nuestra falta de poder y nuestra dependencia para alcanzar la
salvación, cuando reconocemos que somos mendigos a las puertas de la
misericordia de Dios, entonces Dios puede hacer algo hermoso en nosotros.[8]
No podemos “atravesar el ojo de la
aguja” porque todos somos pecadores.
Por cuanto todos pecamos, quedamos
destituidos de la gloria de Dios (Romanos 3.23). Ese es nuestro problema: ¡el
pecado! Esta desgracia afecta a ricos, pobres, clase media. A niños, a jóvenes,
a los adultos, a los ancianos. La misma biblia lo dice: no hay bueno entre toda
la humanidad, no hay tan siquiera uno (Romanos 3.10). No lo hay. Y Ud. no será
el primero.
Cuando
leía Romanos 3.23, cerraba mis ojos para no leer los vv. 25-27. Pero un día
Dios me los abrió, porque me quedaba ahí, estancado en que soy un destituido de
la gloria de Dios. Pero leí los versos siguientes:
Dios hizo que Cristo, al
derramar su sangre, fuera el instrumento del perdón. Este perdón se alcanza por
la fe. Así quería Dios mostrar cómo nos hace justos: perdonando los pecados
que habíamos cometido antes, porque él es paciente. Él quería mostrar en el
tiempo presente cómo nos hace justos; pues así como él es justo, hace justos a
los que creen en Jesús. ¿Dónde, pues, queda el orgullo del hombre ante Dios?
¡Queda eliminado! ¿Por qué razón? No por haber cumplido la ley, sino por haber
creído [DHH].
Cuando me
rendí de la sabiduría pecaminosa que pretendió por mucho tiempo hacerme salvo
por méritos, pareciendo el camello que quiere cruzar por el ojo de una aguja,
Jesucristo abrió sus brazos para mí, tocó mi necio corazón y me abrió las
puertas de su gloria de par en par. Me hizo justo, ¡perdonando mis pecados!
Este es el regalo más bello, más grande, más sublime de toda mi historia: Dios
perdonó todos mis pecados.
El primer canto evangélico que aprendí, experimenté y entoné
con la hondura de mis afectos, gratitud y gozo, reza así:
Me hirió el pecado fui a Jesús, mostrele mi dolor;
Perdido errante vi su luz, bendíjome en su amor.
En la cruz, en la cruz, do primero vi la luz,
Y las manchas de mi alma él lavó.
Fue allí por fe do vi a Jesús,
Y siempre feliz con Él seré.
Sobre una cruz, mi buen Señor, su sangre derramó,
Por este pobre pecador, a quien así salvó.
Pasé de ser un camello tratando de cruzar por el ojo de una aguja, a ser un pecador perdonado, salvado y amado por Jesús. Mi Señor. Mi Salvador. Mi Dios.
Cuando Dios vio que los camellos, aún atendiendo todas las sugerencias para cruzar por el ojo de una aguja, no lograban entrar al reino de Dios, en lugar de una aguja estableció una cruz y puso en ella a su Hijo Cristo, para así salvarnos, para que ahora sí podamos heredar el reino de Dios.
¡Lo imposible para los humanos; es posible para Dios!
Cuando Dios vio que los camellos, aún atendiendo todas las sugerencias para cruzar por el ojo de una aguja, no lograban entrar al reino de Dios, en lugar de una aguja estableció una cruz y puso en ella a su Hijo Cristo, para así salvarnos, para que ahora sí podamos heredar el reino de Dios.
¡Lo imposible para los humanos; es posible para Dios!
©2019 Ed. Ramírez Suaza
[1] “Por los escritos
rabínicos conocemos la imagen del elefante que pasa a través del ojo de una
aguja (bBer 55b; bBM 38b), Y la imagen del ojo de una aguja como la apertura
más pequeña (MidrCant 5, 2; PesR 15).” “…el dicho rabínico sobre un elefante
que pasa por el ojo de una aguja (Str-B 1,828) es del siglo IV, y quizá dependa
del dicho de Jesús que se recoge en este pasaje evangélico. Joseph A. Fitzmyer. El
evangelio según S. Lucas IV. Madrid: Cristiandad (2005): 31
H. Balz & G.
Schneider. Diccionario exegético del
Nuevo Testamento. Vol. I. Salamanca: Sígueme (2005): 2188- 2189
[4] Para confirmar información: Samuel Pérez Millos. Comentario exegético al texto griego del
Nuevo Testamento: Mateo. Barcelona: CLIE (2009): 1309- 1310. Joel Marcus. El evangelio según Marcos (Mc. 8-16). Salamanca:
Sígueme (2011): 840
El término kámilos es una palabra tardía. Francois Bovon. Evangelio según S. Lucas. Vol. III. Salamanca: Sígueme (2004): 292
[8] Brennan Manning. El evangelio de los andrajosos. Florida: Casa creación (2015): 85