Mirando yo por entre la celosía de la
ventana de mi casa, vi un gobernador en serios aprietos. La comunidad judía del
primer siglo, representada por sus autoridades religiosas, entregó en manos del prefecto romano a uno que dijo ser el Mesías. Como si fuera poco, en prisión tenía
retenido a otro también diciendo ser mesías. Los dos mesías fueron conocidos por sus
gentes como “el hijo del Padre”, y al parecer los dos tenían el mismo nombre:
Jesús.
Al gobernador que me refiero es Pilato,
los dos mesías en juicio son Jesús de Nazaret y Barrabás. Barrabás era un
revolucionario, un destacado líder y luchador en la resistencia judía frente a
la opresión romana. Probablemente presidió un levantamiento contra los romanos,
que además de darle de baja, quizá, a un soldado romano; le hizo famoso (Mt.
27.16).[1]
Dice un destacado teólogo alemán: “Normalmente pensamos sólo en las palabras
del Evangelio de Juan: «Barrabás era un bandido» (18, 40). Pero la palabra
griega que corresponde a «bandido» podía tener un significado específico en la
situación política de entonces en Palestina. Quería decir algo así como
«combatiente de la resistencia». Barrabás había participado en un levantamiento
(cf. Mt 15, 7) y —en ese contexto— había sido acusado además de asesinato (cf.
Lc 23, 19.25).”[2] Así entonces, nos resulta
más fácil entender a Barrabás como un mesías al estilo de los Macabeos.
Su nombre era Jesús Barrabás. Ambos
nombres eran tan corrientes en su momento, como los “don José” en Medellín hoy.
Barrabás es una palabra compuesta: Bar-Abbas,
cuyo significado es “Hijo del Padre” (celestial).[3] Un hombre
con toda la disposición de hacer mesianismo por la fuerza. De prometer libertad
reclutando hombres para tomar las armas. Un idealista de la libertad israelita
a través de recursos y estrategias guerrilleras.
Estuvo en una prisión romana porque sus cálculos en una revuelta fallaron.
Por otro lado está Jesús nazareno. Indiscutiblemente
es el verdadero Bar-Abbas (hijo del Padre celestial). También preso bajo el
poder romano. El verdadero Mesías, aunque francamente no cumpliera con las
expectativas judías. Los sacerdotes y demás autoridades religiosas lo
entregaron a Pilato por envidia (Mr. 15.10), y el gobernador lo tenía claro.
El nazareno también es revolucionario. "La revolución que éste encabezó es de carácter mucho más profundo sin la cual las reformas solo podrían ser superficiales y transitorias. Si conseguía limpiar el corazón humano de deseos egocéntricos, de crueldad y de lujuria, la utopía se haría realidad de manera natural; entonces tanto aquellas instituciones que surgen de la codicia y violencia del hombre como la consecuente necesidad de la ley desaparecería".[4]
Pero Pilato es algo necio: deja en manos populares la elección de darle indulgencia a uno
de estos dos Bar-Abbas. Uno de los dos Jesús debe morir.
¿Cuál será?
¿El
nazareno?
¿El guerrillero?
Los dos son mesías, uno vivirá y el otro irá a la
cruz.
¿A quién preferirán los judíos?
Uno ofrece el camino angosto de la paz;
el otro el de las armas.
Uno opta por el perdón; el otro por el homicidio.
Uno
ama la construcción de la paz; el otro la venganza.
Uno pone la otra mejilla;
el otro golpea mejillas.
Uno es manso y humilde de corazón; el otro carga con
demasiado resentimiento en el suyo. Aunque ambos se llaman Jesús y se les reconoce Barrabás; sólo uno es el verdadero Jesús, verdadero Hijo del Padre (Barrabás).
Las gentes prefirieron el mesías de las armas, de
la venganza, del ojo por ojo, del resentimiento. Y al Mesías de la paz, del
perdón y de la gracia infinita lo condenaron al calvario.
Al parecer, esa preferencia tiene vigencia entre
esta humanidad que aún tiene esperanza en el Bar-Abbas que murió en la cruz y
al tercer día resucitó.
©2014 Ed. Ramírez Suaza
[1] J.
Ratzinger. Jesús de Nazaret, p.24 [e-book]
[2] Ibid
[3] Luz Ulrich. El Evangelio
Según S. Mateo. Tomo IV, p.349 [e-book]
William Barclay. Mateo Vol. II, p.417
En algunos códices de Mt 27,16-17
( Q
/ f1 , 700*) y en algunas
versiones antiguas (siríacas, armenia, georgiana), el nombre se presenta
incluso como lesoun Barabban/ lesoun ton Barabban («Jesús Barrabás»).
Joseph A. Fitzmyer. El Evangelio
Según S. Lucas. Tomo IV, p. 473
[4] Will Durant, Caesar
and Chrisl (Nueva York: Simon and Shuster, 1944), p. 566.