sábado, 12 de abril de 2014

Dos Mesías y Un Pilato



Mirando yo por entre la celosía de la ventana de mi casa, vi un gobernador en serios aprietos. La comunidad judía del primer siglo, representada por sus autoridades religiosas, entregó en manos del prefecto romano a uno que dijo ser el Mesías. Como si fuera poco, en prisión tenía retenido a otro también diciendo ser mesías. Los dos mesías fueron conocidos por sus gentes como “el hijo del Padre”, y al parecer los dos tenían el mismo nombre: Jesús.

Al gobernador que me refiero es Pilato, los dos mesías en juicio son Jesús de Nazaret y Barrabás. Barrabás era un revolucionario, un destacado líder y luchador en la resistencia judía frente a la opresión romana. Probablemente presidió un levantamiento contra los romanos, que además de darle de baja, quizá, a un soldado romano; le hizo famoso (Mt. 27.16).[1] 

Dice un destacado teólogo alemán: “Normalmente pensamos sólo en las palabras del Evangelio de Juan: «Barrabás era un bandido» (18, 40). Pero la palabra griega que corresponde a «bandido» podía tener un significado específico en la situación política de entonces en Palestina. Quería decir algo así como «combatiente de la resistencia». Barrabás había participado en un levantamiento (cf. Mt 15, 7) y —en ese contexto— había sido acusado además de asesinato (cf. Lc 23, 19.25).”[2] Así entonces, nos resulta más fácil entender a Barrabás como un mesías al estilo de los Macabeos.

Su nombre era Jesús Barrabás. Ambos nombres eran tan corrientes en su momento, como los “don José” en Medellín hoy. 
Barrabás es una palabra compuesta: Bar-Abbas, cuyo significado es “Hijo del Padre” (celestial).[3] Un hombre con toda la disposición de hacer mesianismo por la fuerza. De prometer libertad reclutando hombres para tomar las armas. Un idealista de la libertad israelita a través de recursos y estrategias guerrilleras
Estuvo en una prisión romana porque sus cálculos en una revuelta fallaron.

Por otro lado está Jesús nazareno. Indiscutiblemente es el verdadero Bar-Abbas (hijo del Padre celestial). También preso bajo el poder romano. El verdadero Mesías, aunque francamente no cumpliera con las expectativas judías. Los sacerdotes y demás autoridades religiosas lo entregaron a Pilato por envidia (Mr. 15.10), y el gobernador lo tenía claro.

El nazareno también es revolucionario. "La revolución que éste encabezó es de carácter mucho más profundo sin la cual las reformas solo podrían ser superficiales y transitorias. Si conseguía limpiar el corazón humano de deseos egocéntricos, de crueldad y de lujuria, la utopía se haría realidad de manera natural; entonces tanto aquellas instituciones que surgen de la codicia y violencia del hombre como la consecuente necesidad de la ley desaparecería".[4] 

Pero Pilato es algo necio: deja en manos populares la elección de darle indulgencia a uno de estos dos Bar-Abbas. Uno de los dos Jesús debe morir. 
¿Cuál será? 
¿El nazareno? 
¿El guerrillero? 
Los dos son mesías, uno vivirá y el otro irá a la cruz.
¿A quién preferirán los judíos? 
Uno ofrece el camino angosto de la paz; el otro el de las armas. 
Uno opta por el perdón; el otro por el homicidio. 
Uno ama la construcción de la paz; el otro la venganza. 
Uno pone la otra mejilla; el otro golpea mejillas. 
Uno es manso y humilde de corazón; el otro carga con demasiado resentimiento en el suyo. Aunque ambos se llaman Jesús y se les reconoce Barrabás; sólo uno es el verdadero Jesús, verdadero Hijo del Padre (Barrabás).

Las gentes prefirieron el mesías de las armas, de la venganza, del ojo por ojo, del resentimiento. Y al Mesías de la paz, del perdón y de la gracia infinita lo condenaron al calvario.

Al parecer, esa preferencia tiene vigencia entre esta humanidad que aún tiene esperanza en el Bar-Abbas que murió en la cruz y al tercer día resucitó.


©2014 Ed. Ramírez Suaza  



[1] J. Ratzinger. Jesús de Nazaret, p.24 [e-book]
[2] Ibid
[3] Luz Ulrich. El Evangelio Según S. Mateo. Tomo IV, p.349 [e-book]
William Barclay. Mateo Vol. II, p.417
En algunos códices de Mt 27,16-17 ( Q / f1 , 700*) y en algunas versiones antiguas (siríacas, armenia, georgiana), el nombre se presenta incluso como lesoun Barabban/ lesoun ton Barabban («Jesús Barrabás»).
Joseph A. Fitzmyer. El Evangelio Según S. Lucas. Tomo IV, p. 473
[4] Will Durant, Caesar and Chrisl (Nueva York: Simon and Shuster, 1944), p. 566.

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