martes, 6 de agosto de 2013

La Prepago III

La Prepago III
toda una héroe de la fe

Mirando yo por entre la celosía de la ventana de mi casa, vi una mujer de grata apariencia, de elegante paso y de cautivante fragancia. En su rostro aún quedaba pequeños rastros de sus ayeres, esos cuando comerciaba con besos, caricias y sexo. Pero no la vi en un burdel; vi su retrato en la sublime galería de los héroes de la fe (Hebreos 11). Sí, allí aparece al lado de titanes como Abraham, Moisés, David, Elías, Noé, entre otros. Creo yo que es la primera prepago que fue canonizada en la historia de la fe, mas no la última.

La Biblia es sorprendente, a veces chocante, y el Dios de la Biblia igual. Bien decía Brueggemann: “El Dios de la Biblia es lo más extraño que hay en la Biblia.”[1] Porque, ¿cómo es posible que una mujer de esa calaña esté en la memoria de la historia de salvación al lado de hombres y mujeres piadosos? ¿Cuáles son los requisitos para dar con ese privilegio divino? Porque, «La Iglesia Católica canoniza o beatifica solo a aquellos cuyas vidas estuvieron marcadas por el ejercicio de las virtudes heroicas y solo después de que esto ha sido probado por reputación conocida de santidad y por argumentos conclusivos […] la Iglesia no ve en los santos más que amigos y siervos de Dios cuyas vidas santas les hicieron merecedores en especial forma de Su amor».[2]

Estoy seguro que el catolicismo actual no canonizaría una prepago, pero la Biblia sí lo hizo. Recuerda que Rahab, aquella mujer de dudosa reputación en Jericó (Josué 2), no tenía en su hoja de vida un registro detallado de virtudes heroicas ni era conocida por su santidad, de hecho de santa no tenía nada, mucho menos era merecedora especial del amor de Dios. A una mujer así el vaticano la hubiese mandado a cremar en vida. Y no sólo el vaticano, el judaísmo la hubiese apedreado y el protestantismo sentenciado a pena de muerte; pero Dios la canonizó. Dios conocía de primera mano su profesión: ramera. Que de santa no tenía ni un pelo, tampoco méritos de Su amor, pero un día cualquiera ella creyó y le fue contado por justicia.

Como humanos siempre intentamos salvarnos a nosotros mismos por nuestros propios esfuerzos; intentando ser buenos para con Dios y así ganarnos el cielo. Desde nuestra perspectiva afectada por el pecado, los méritos desempeñan un papel importante entre nosotros y Dios. Pero desde el punto de vista del cielo, los méritos humanos no califican a favor de los hombres. Es por esto que Rahab no califica para nosotros como una digna de ser canonizada, sin embargo, en las Escrituras se le recuerda como una héroe de la fe. «La “fe” en cuestión es fe en “el Dios que levantó a Jesús de los muertos”.»[3] Esta irrumpe cuando se escucha el anuncio de la Palabra de Dios, el evangelio, que actúa poderosamente en los corazones de los oyentes,  “llamándolos” para creer a “obedecer” al evangelio.[4] Al creer en Jesús, Dios le perdona todo su pecado y lo hace miembro de su familia al declararlo justo.[5]

Esta fue la experiencia de Dios que sorprendió a Rahab y continúa sorprendiendo a muchos pecadores como ella, entre ellos yo. El Juez universal me declaró justo cuando al pie de la cruz de Cristo arrojé mi corazón ante él para ser perdonado, y aunque ya no apareceré en la galería de personas de fe en Hebreos 11, sí figuro en esa familia de creyentes y disfruto de todos los derechos, y sólo a través de la fe. Privilegio que Ud. puede abrazar si tan sólo se permite creer en el mensaje del evangelio, la proclamación del Dios verdadero definido en y por Jesucristo.[6]

fin






[1] Brueggemann, Walter. (2003). La Biblia, Fuente de Sentido. Barcelona: Claret. p.51
[2] http://ec.aciprensa.com/wiki/Beatificaci%C3%B3n_y_Canonizaci%C3%B3n#.Uf0YOdLrxfY
[3] N.T. Wright. El Estado de la Justificación
http://www.thepaulpage.com/Justificacion.pdf
[4] Ibid.
[5] Ibid.
[6] N.T.Wright. El Verdadero Pensamiento de Pablo, p.141

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