La Prepago II
toda una héroe de la fe
Mirando yo por entre la celosía de la ventana de mi
casa, vi en medio de una noche iluminada por luna llena a una prepago que
hizo de su “consultorio” un refugio para dos espías israelíes
extraordinariamente inexpertos cuando pretendían husmear en las tierras de
Jericó. Su primera estación fue en un hostal en donde se ofrecían, entre otras
cosas, servicios sexuales. La prepago al verlos correr peligro porque el
rey de aquella ciudad ya sabía del espionaje aquel, entonces los esconde
mientras engaña el FBI de su tierra. Luego, ya que su casa limitaba con el muro
principal de la ciudad, pues con una cuerda los descolgó por la ventana para
que estos tipos pudiesen escapar. Eso sí, sin olvidar el compromiso: -cuando
vengan a poseer la tierra, tengan piedad de mí y de mi casa-. Y así fue (Josué
2). Luego las Sagradas Escrituras canonizan a esta mujer en
Hebreos 11.31 como una héroe de la fe. ¡Ni la madre Laura por dios!
Digamos atrevidamente que años en la prostitución y
por ayudar un par de tontos espías se ganó el cielo. En una lectura superficial
al libro de Josué 2, es posible llegar a una conclusión así de absurda; pero no
fue ese acto heroico de salvarle la vida a un par de inexpertos lo que Dios
recompensa en esta mujer; lo que la Biblia celebra de Rahab a pesar de ella
misma, es su fe. No sé cómo ella se entera de las proezas del Dios de Israel
para liberar de la opresión egipcia a su pueblo, como de las victorias
milagrosas frente a otros pueblos más poderosos que los hebreos. Ella logra
comprender la magnitud de estas experiencias divinas en Israel e inmediatamente
su corazón se llena de admiración y confianza en el Dios de los israelitas y lo
confiesa como el verdadero Dios y Señor en todo lo creado (Josué 2.9-11).
Palabras más, palabras menos, esta prepago se llenó de fe.
¿Qué es fe?
Seamos francos. En América latina se nos enseñó a
creer en la estampita, en el santo fulano de tal, en la virgen de la montaña
aquella, en la aparición del cristo del pueblo ese, en el difunto canonizado
por el vaticano, entre otros. Las gentes depositan su confianza en estas cosas,
pero eso no es fe: es idolatría. ¿Qué es fe entonces? Me abro paso para
mostrarle primero lo que la fe no es. La fe no es credulidad. “Ser crédulo es
ser simple, carecer por completo de espíritu crítico, incapaz de discernir y
aun irrazonable en lo que uno cree.”[1] La fe no es optimismo,
mucho menos la actitud positiva que descansa sobre uno mismo. No es la fe “una
preocupación religiosa general. Tampoco es la capacidad para creer varias
afirmaciones improbables. Desde luego, no es una especie de candidez que
pudiera separarnos del contacto con cualquier genuina realidad.”[2] Fe es estar seguro de lo que se espera; es estar convencido de lo que no se ve (Heb. 11.1), es confianza en Dios y solamente en Dios (Lutero), es un conocimiento firme y cierto del amor de Dios (Calvino).[3] Es la fe que oye la historia de Dios, incluido el anuncio de que Jesucristo es el verdadero Señor del mundo, y responde de corazón con una oleada de amor agradecido que dice: -Sí, Jesús es el Señor. Él murió por mis pecados. Dios le levantó de los muertos-.[4] Además, la fe da clara evidencia de que una nueva vida ha empezado. Es imposible después de creer ser igual. Y por una fe de esta naturaleza, Dios purifica el alma más sucia de pecado como la de Rahab, la tuya y la mía.
continuará...
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