Sexo Con
Ángeles
y vieron los hijos de Dios que las hijas de los
hombres eran hermosas
La
fascinación por alcanzar una comprensión de seres celestes o de otra realidad a
la humana con la implicación de persona, nos persigue desde los amaneceres de
la humanidad hasta hoy, y quizá mientras existamos habrá quienes se hagan
preguntas al respecto, y claro está, también quienes den respuestas, seguramente, unas más especulativas y más místicas que otras.
La
angeleología no sólo es de interés judeo-cristiano, también ha sido fascinación
y motivo de especulación en otras culturas milenarias con una riqueza
imaginaria, un sin número de hipótesis con respecto a su esencia, composición,
función, participación entre los humanos, entre otros. Por mencionar algunos,
los babilonios los comprendían como mensajeros divinos a los hombres. Los
romanos y griegos los imaginaron como genios, semidioses, faunos, ninfas, etc.,
quienes visitaban la tierra. Egipto entre otros, afirmaron la existencias de
criaturas sobrehumanas, además incorpóreas. Era como si los pueblos estuviesen
de acuerdo en aceptar, afirmar la compañía de incontables seres espirituales,
para bien o para mal, entre los mortales (Bancroft, 1986, p. 384).
La
Biblia también participa, de la quizá afirmación universal, existencia de los
ángeles. Aunque ella contiene una revelación de ciertos detalles de la
creación, omite mención alguna de ellos. Sólo podemos afirmar como creyentes
que, “Dios, al principio del tiempo, creó de la nada unas sustancias
espirituales que son llamadas ángeles (de fe)” (Ott, 1966, p.192). Pero la apocalíptica atribuida a Henoc afirma
una cualidad divina en ellos, eternalidad: «Este
es el libro de las palabras de la verdad y de la reprensión de los Vigilantes que
existen desde siempre según lo ordenó el Gran Santo en el sueño que tuve» (1 He.
14.1).
Leyendo
el Génesis ordenadamente en su redacción final, algún ser con cualidad de
persona, además de Dios y el ser humano, aparece por primera vez en el tercer
capítulo en la figura de serpiente, como un ser astuto que seduce al pecado. El
relato continúa su curso hasta llegar al sexto capítulo, sorprendiendo al
lector con un evento inesperado: «Cuando los hombres comenzaron a poblar la
tierra y tuvieron hijas, los hijos de Dios[1]
vieron que estas mujeres eran hermosas. Entonces escogieron entre todas ellas,
y se casaron con las que quisieron… Los gigantes aparecieron en la tierra
cuando los hijos de Dios se unieron con las hijas de los hombres para tener
hijos con ellas,…» (Gn. 6.1-2, 4). La palabra hebrea para esos hijos mitad
humanos y mitad ángeles es ~yliypin> (nephilim) que traduce comúnmente gigantes,
como también puede significar héroes o guerreros feroces. Pero poco se ha dicho
que el término también puede entenderse como monstruos.[2]
En todo caso, esta unión trajo consecuencias nefastas, tanto en el relato
canónico como en el apócrifo 1 Henoc, texto fundamental para este escrito.
En el
libro de los vigilantes del 1 Henoc, específicamente los capítulos 6 al 8, la
narración responde con algunos detalles a qué sucedió entre los ángeles y las
hijas de los hombres. Se despliega entre las páginas del texto una atracción
intensa por parte de los vigilantes, esos doscientos ángeles que dieron rienda
suelta a sus apetitos sexuales con un género femenino de otra especie. De ellos
es necesario tener en cuenta que,
Se
dividen en dos clases: fieles y caídos. Los primeros, que reciben diversos
nombres (santos: 47,2; espíritus: 69-12, etc.), son los que forman el ejército
celeste (60,1; 61,10). Entre otras funciones sirven de intermediarios entre
Dios y los malos ángeles, el mundo y el hombre. Son los encargados de escribir
en los diferentes libros («de la vida»; «de premios y castigos») las acciones
de los hombres (104,1) y ejecutan los castigos de Dios contra sus perversos
colegas (10,4-5). Con una concepción un tanto parecida al animismo babilónico,
son los ángeles los encargados de guiar las estrellas (82,10), hasta casi
confundirse con ellas (d. 18,13-16; 21,3-6). Entre estos espíritus destacan los
arcángeles (cuatro en caps. 9-10; siete en cap. 20), que en 12,2-3; 39,12;
40,2; 61,12 Y 71,7 son llamados «vigilantes» (Diez,
1984, p. 27).
Dando
zoom específicamente a la sensualidad de los ángeles, vemos que todo comienza,
según el capítulo 6 de 1 Henoc, con la multiplicación vertiginosa de la
población humana en la tierra, y sucedió
que las hijas de los hombres nacían muy bellas. Viendo esto los ángeles las
desearon, y entre ellos hicieron acuerdos para conquistarlas.
continuará...
[1] “Hijos de Dios” de Gn 6,
es una frase que los académicos han interpretado de diferentes formas en la
historia: 1. Los hijos de Dios representan a la «línea de Set», 2. La segunda
hipótesis identifica a los «hijos de Dios» con reyes de dinastías orientales.
3. los «hijos de Dios» pueden ser tanto reyes de antaño como seres divinos. 4.
La última hipótesis que consideraremos propone que los «hijos de Dios» son
ángeles (Voth, 1992). Claro está que en
el 1 Henoc, los “hijos de Dios” son los ángeles, los vigilantes.
[2] El término nephilim no es fácil de traducir ya que su campo
semántico es amplio, al parecer los traductores han optado por “gigantes”
porque la LXX usó el término “gigantes”, sin embargo resulta provechoso
tener sobre el tapete la visión más amplia del término. La posibilidad de
entender nephilim como “monstruos” la encontré en TWOT. Hebrew Lexicon. 3597 (1393a).
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