viernes, 3 de febrero de 2023

VIRUS

 


Mantente a salvo, sé inteligente, sé solidario.

Tedros Adhanom Ghebreyesus




Mirando yo por entre la celosía de la ventana de mi casa, vi un virus de antaño resurgir de entre las entrañas oscuras del inframundo una y otra vez, con una capacidad de contagio peligrosa y casi que inadvertida. El virus hace notar sus propios síntomas en el alma: alimenta odios, acumula resentimientos y mantiene vigente su inventario de ofensas reales y, quizá también, de ofensas supuestas. El virus tiene nombre propio: resentimiento. 


A esta patología en el corazón, que se siente en forma de enojo o molestia hacia alguien o hacia algo, no le basta con estar enfermo, siente -de alguna manera- la necesidad innecesaria de encontrar para su resentimiento cómplices, adeptos; ¡y los encuentra! Somos la raza que sabe odiar, que sabe menospreciar al otro, que sabe resentir, y como si fuera poco, con ganas de resentir a los demás. La verdad hay que decirla: el resentimiento es viral. Algunos portadores de este virus tienen la capacidad de contagiar a otros y hacerlos sentir ofendidos por ofensas ajenas, enojados por razones impropias que pueden asumir un malestar; inclusive pueden expresar sus experiencias de dolor exagerando lo sucedido, amañando algunos detalles que beneficien su versión de los hechos. Claro está, no se debe, no se puede justificar al ofensor cuando en verdad ha ofendido; como tampoco es justo para consigo mismo atesorar dolor y odio, aunque sienta tener razones para hacerlo.


Estar resentido es igual que estar sediento. Sediento de venganza. Decía F. Nietzshe: el resentido: “no es ni franco, ni ingenuo, ni honesto y derecho consigo mismo. Su alma mira de reojo; su espíritu ama los escondrijos, los caminos tortuosos y las puertas falsas, todo lo encubierto le atrae como su mundo, su seguridad, su alivio.”[1] Quien padece de esta patología, adquiere una capacidad indomable de destrucción: destruye reputaciones, familias, amistades, comunidades… sin importarle un comino las consecuencias inevitables de sus acciones. Quien así vive, vive la vida olvidando que el cambio es posible.[2] El ser humano tiene la capacidad de rehabilitarse, de generar un cambio en sus emociones y en sus acciones. Tiene la maravillosa capacidad de darle caducidad a todo aquello que ya no desea más en su vida. Mejor dicho: tiene la capacidad de aprender a amar.


El amor es el antídoto para este virus. Como en una de las posibilidades de la inmunología, los virus son contrarrestados por otros microorganismos repelentes al que está enfermando. En coincidencia con este principio inmunológico, así dice la Biblia: “No alimentes odios secretos contra tu hermano, sino reprende con franqueza a tu prójimo para que no sufras las consecuencias de su pecado. No seas vengativo con tu prójimo, ni le guardes rencor. Ama a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el SEÑOR” (Levítico 19:17-18).


El amor es antídoto para muchos padeceres en el alma. 

“El amor es salud.”[3] 

Un logro hermoso, significativo en la función inmunológica que tiene el amor frente a muchos males del alma es el perdón. ¡El amor perdona! Y perdonando, el ser humano se fortalece ante la destrucción que le provoca el estar resentido. Inmunizar el corazón ante el resentimiento no es fácil, ya lo decía B. Franklin que “Las tres cosas más difíciles de esta vida son guardar un secreto, perdonar un agravio y aprovechar el tiempo”.[4] Pero el hecho de que no sea fácil no significa que sea imposible; tampoco es el hecho de que por ser difícil rendirse antes del intento. Los resentimientos son como muertos que se resisten a ser sepultados. “Cuando cubrimos la tumba con una piedra, significa que no queremos que el muerto regrese. La pesada lápida le dice al muerto: –¡Quédate donde estás!–”.[5] Sepultar un resentimiento y que se quede ahí, en la oscuridad y luego en casi un olvido, requiere de una lápida muy grande y lo único más grande que todo mal es el amor.

©2023  Ed. Ramírez Suaza


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1. Friedrich Nietzsche, La genealogía de la moral, Tr. Andrés Sánchez Pascual. Madrid: 3ª edición, 2011.

2.  Miguel Ángel Conesa. Hacia el sentido: metáforas, reflexiones y pinceladas educativas (Bilbao: Mensajero, 2017): 94

3.  GÓMEZ NAVARRO, E., Si perdonas, vivirás. Parábolas para una vida más sana, Burgos: Grupo Editorial Fonte, 2017, 219 pp. en Juan Sánchez. “RECENSIONES”. REVISTA DE ESPIRITUALIDAD 76 (2017), 600-601 
4.  B. Franklin en Juan Sánchez. “RECENSIONES”. REVISTA DE ESPIRITUALIDAD 76 (2017), 600-601
5. Milán Kundera. La insoportable levedad del ser (Barcelona: Tusquets, 1989): 131

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