La
oración del justo puede mucho.
Santiago (Biblia).
Mirando
yo por entre la celosía de la ventana de mi casa, vi una práctica hermosa entre
cristianos muy digna de reconocimiento, necesitada además de exponer a
conocimiento público sus maravillosos beneficios: la unción y oración por los
enfermos. Los creyentes que aún hacen ejercicio de esta virtud se fundamentan
en la fascinante carta de Santiago capítulo 5.14-15 que dice:
¿Hay entre ustedes algún enfermo? Que se llame a los
ancianos de la iglesia, para que oren por él y lo unjan con aceite en el nombre
del Señor. La oración de fe sanará
al enfermo, y el Señor lo levantará de su lecho. Si acaso ha pecado, sus
pecados le serán perdonados.
Un
número significativo de cristianos latinoamericanos en la praxis de esta cita
bíblica consiguen un frasquito con aceite -preferiblemente de olivas- a fin de
untar un poco en la frente de los enfermos para luego orar con fe a favor de
ellos. Por mí han orado así, y vaya usted a saber: ¡funciona! Como yo, existen
decenas de personas que pueden dar testimonio de lo mismo. La piedad en este
ritual pierde su propósito cuando, entre otras, se unge automóviles,
motocicletas, aviones, una ciudad desde un helicóptero, prendas de vestir,
billetes, en fin.
Hay
una pregunta que puede conducirnos a reconciliaciones muy preciadas con la fe,
la práctica de oración por los enfermos y la salud: ¿qué quiso decir -en
realidad- Santiago cuando escribió: “unjan con aceite”?
“...unjan
con aceite” es una frase por entenderse en la totalidad del contenido y de
significados de la carta escrita por Santiago.
“La
Carta de Santiago es un documento de género sapiencial-profético, escrito para
comunidades que viven lejos de su tierra, su cultura. Se trata de comunidades
compuestas por migrantes que viven en una sociedad hostil y a la vez seductora.”[1]
Comunidades sufrientes, precisando vivir diosmente entre las calamidades que
originó la hostilidad greco-romana contra los cristianos, judíos o no, porque
éstos no rendían culto al César.[2]
Las
crisis afectaron las finanzas de los errantes que tanto preocuparon a Santiago,
quien a estos hermanos inmersos en sufrimientos animó, de manera sapiencial, a
sostener su confianza en el Señor Jesucristo. Las limitaciones económicas
fueron para aquel entonces lamentables. Lamentable también las múltiples enfermedades
que llenaron de zozobras sus vidas, sus familias, su hermandad en Cristo.
¿Qué
hacer -desde el destierro- cuando alguien se enferma?
Santiago
animó a los miembros de las comunidades migrantes a llamar los ancianos de la
iglesia cuando enfermaban para que les aplicaran aceite, oraran y así sanar.
Con esta sabia exhortación, Santiago descarga sobre los hombros de las
comunidades una responsabilidad terapéutica-orante muy preciosa, además
efectiva: usar el aceite y la oración como recurso medicinal. En las Escrituras
es muy evidente el uso del aceite como ungüento curativo que Santiago no ignora
(Is. 1.6; Lc. 10.34; Ap. 3.18), en su razón de saber instruye las comunidades
cristianas a ungir los enfermos porque conoce las propiedades medicinales del
aceite. “Ungir a los enfermos” equivale a nuestra actualidad algo así como
“primeros auxilios”. Santiago establece que los enfermos llamen a los ancianos
de la iglesia para recibir de ellos alguna atención medicinal básica, luego ser
acompañados en oración. Los recursos médicos se aplican en oración creyente,
convencidos de la intervención divina a favor del enfermo. Es decir, la
confianza reposa en el Señor; no en la medicina. La sanidad, esto es
contundente, la da Dios.
Una
añadidura sorprendente en esta oración terapéutica es el perdón de los pecados.
Es decir, la aplicación de las medicinas básicas más la oración con fe no sólo
alcanzaría para la sanidad de quien se enfermaba; también para que todos los
pecados le fuesen perdonados. ¿Y esto cómo puede ser? Santiago mismo no deja de
sorprender a sus lectores, “La oración del justo es muy poderosa y efectiva”
(Santiago 5.16).
Si
en algún momento llega usted a enfermar, no demore en llamar los ancianos de la
iglesia para que, en tanto le aplican medicamentos oren a su favor; así sólo
corre el buen riesgo de sanar y de que sus pecados le sean perdonados.
Igualmente, cuando se entere que algún hermano en la fe enferma, ve y ora por
él con fe en tanto sigue las recomendaciones médicas para que sane y los
pecados le sean perdonados.
Recuerda:
¡la oración del justo puede mucho!
©2018 Ed. Ramírez Suaza
[1] Elsa Tamez. Santiago, una carta circular
para migrantes. Anatéllei: se levanta, ISSN 1850-4671, Año 13, Nº.
26, 2011
p. 23-32
[2] Ibid