viernes, 9 de enero de 2015

PASTORES SIN CORBATA

PASTORES SIN CORBATA
la apuesta cristiana por el delantal

Mirando yo por entre la celosía de la ventana de mi casa vi pastores sin corbata, sin trajes ni zapatos de charol. Pastores de aquellos que parecieran estar en vía de extinción. Pero afortunadamente los vi: sus ojos llenos de humildad y misericordia. Sus manos abiertas en toda la disposición sincera para servir. Sus pies hermoseados con el peregrinaje al anunciar el evangelio y al acompañar a otros en la experiencia de Dios. Sus corazones ensanchados de amor por las gentes sin discriminaciones algunas. Sus sonrisas triunfando sobre los sufrimientos delatados en oración. Sus franquezas prudentes, sus bolsillos sin avaricias. Sus plegarias constantes, sus homilías responsables, sus lealtades intactas, sus ambiciones puras, sus palabras vivas.

Sus nombres no aparecen en las revistas de la nauseante farándula evangélica. Sus predicaciones no son televisadas ni sus escritos cuentan junto a los éxitos de Gabo. Pero la integridad de estas personas alcanza hasta los ojos de los cielos, con eso les basta. No se postran ante las modas emergentes de doctrinas neo-pentecostales ni ante los delirios de títulos que delatan egos, codicias, orgullos y ausencias de virtud. No están a la venta ni hacen del evangelio una cueva de ladrones. No industrializan el ministerio ni comercializan la gracia. De gracia reciben; de gracia dan.

Son jesuanos, si lo prefiere, cristianos. Su única meta es ser como Jesús. Su anhelo más sincero es pastorear como el Buen Pastor. Su propósito innegociable es apacentar la grey de Dios llenos de voluntariedad, servicio, ejemplo, sinceridad, contentamiento, obediencia, compasión y verdad.

Son mansos y humildes de corazón. Evidencian una vida en total dependencia de su Creador. Abordan a sus prójimos con el sabor del evangelio. Abren sus brazos al marginado, al pobre, al desamparado, al necesitado, al olvidado para brindarles lo que esté a su alcance y hasta lo imposible. Oran por todos. No se avergüenzan del evangelio porque saben que es poder de Dios para salvación de muchos. Toman su cruz para seguir a Cristo con gratitud y honor. Viven por la fe. Caminan siempre la otra milla buscando un alma más por invitar a la mesa de Dios. Ponen la otra mejilla ante las burlas, maltratos, entre otros, por causa del Reino de los cielos. Entregan la vida con agallas para que esta tierra empiece a parecerse al cielo.

Especialistas se han vuelto en emular a Jesús. Tienen la mente de Cristo y su única gloria es esta esperanza: un día (¡cuánto anhelo ese día!) aparecerá el príncipe de los pastores y les dará una corona incorruptible; aunque nunca ciñeron sobre sus cuellos una corbata, porque se pusieron un delantal sobre la cintura… como Jesús.


©2015 Ed. Ramírez Suaza 




LA SOCIEDAD DEL BESO

Mirando yo por entre la celosía de la ventana de mi casa, vi besos. ¡Qué belleza! Vi el beso de un padre bien chantao sobre la mejilla de su...