lunes, 27 de agosto de 2012

La Huída


La Huída
el fracaso humano, un éxito divino

Mirando yo por entre la celosía de la casa de mi ventana, vi centenares de personas huyendo sin que nadie les persiga. Corren como alma que lleva el diablo sin saber hacia dónde, pretendiendo escapar de sí mismos: niños queriendo ser adultos, adolescentes quieren ser de todo y nada, jóvenes desean ser lo que no son, adultos aspiran ser lo que hubiesen podido ser, ancianos anhelan ser lo que nunca fueron; con algunas excepciones por su puesto.

Vi mujeres temiendo a la femineidad. Según las pisadas transitadas hasta hoy en el proyecto de liberación femenina, pareciera más bien un proyecto de aniquilación femenina. El feminismo se ha dado cuenta que al hombre le han “faltado pantalones” para ser hombre, ahora se pretende ser mujer imitando todos los fracasos del machismo. Vi hombres sin querer asumir la masculinidad, vi muchos de ellos “explorando” su femineidad: ahora se nos dio por maquillarnos, depilarnos las cejas, ponernos silicona en las nalgas, matricularnos a un “yanbal”, entre otras. Insisto en las maravillosas excepciones. Vi esposas tratando escapar del matrimonio, esposos tirar su hogar por la borda; vi hijos siendo los mejores amigos de los padres porque estos últimos parecieran preferir la crianza de amigos en lugar de hacer lo correcto: criar hijos. Vi hermanos huyendo del afecto filial y muchos se tratan como enemigos. En otras palabras, vi personas huyendo sin que nadie los persiga.

Por la ventana de mi casa, alcancé ver cristianos pretendiendo huir de su identidad. No queremos ser reconocidos como lo que somos. Una frase delatadora de mi acierto es ésta, “hagamos algo evangelístico que no sea muy evangélico”. Ahora se nos dio por hablar de Cristo sin mencionarlo. ¿Cómo? ¡No tengo la menor idea!

La peor de todas las huidas es esa ridícula pretensión de escapar de Dios. Las personas transitan caminos en la dirección opuesta a los brazos extendidos de la infinita gracia divina. Pareciera que una parte significativa de la humanidad se volvió “teo-fóbica”. Dios está vetado en el periódico, en las revistas más populares, en las vallas de la ciudad, en universidades, en otras instituciones “educativas”. No se puede hablar de Dios, explícitamente, en medios de entretenimiento como radio y televisión. Hablar de Dios en la comunidad LGBTI, resulta ser una expresión homofóbica. Es como si una cantidad de índices atravesaran verticalmente centenares de labios en dirección al cielo para silenciar a Dios; para huir de Dios.

Toda persona embarcada en la huida, huye tanto hasta perderse; ya ni se encuentran así mismos. Pero hay un Dios que busca, sí. Él es el incansable buscador. Él encontró a Adán y Eva cuando huyeron tras los arbustos. Él encontró a Moisés huyendo como fugitivo. Encontró a Elías solitario en una cueva, justo cuando huía de la malvada Jezabel. Dios encontró a David apacentando las ovejas de su padre. Encontró a Isaías con labios impuros. Encontró al hijo pródigo que había huido de casa. Dios encontró a Pedro desesperanzado y desnudo en el mar. Me encontró a mí habitando un tugurio entre los escombros de una familia en ruinas. Dios busca, persigue, encuentra. Deja las 99 ovejas en el corral para ir en busca de tan solo una perdida sin descansar hasta hallarla.

Dios me buscó, me halló; y mucho más: me amó y se entregó por mí.
Y cómo no, también a ti.

LA SOCIEDAD DEL BESO

Mirando yo por entre la celosía de la ventana de mi casa, vi besos. ¡Qué belleza! Vi el beso de un padre bien chantao sobre la mejilla de su...